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No entendía nada. Me sentía muy mareada y perdida. Hacía unas horas que me había despertado en esa especie de cárcel, como una habitación fría con barrotes de hierro. Sonó una campana y un guardia me sacó de esa jaula. Me llevó hasta otra sala, un comedor con mesas y una cafetería. Habían otros chicos y chicas de mi edad o más grandes. Algunos parecían confundidos como yo, otros un poco más calmados pero con cara larga.
Me dijeron que agarre una bandeja y le diga a las cocineras qué quería que me sirvan. Opté por una manzana y un vaso de agua, no tenía muchas ganas de comer, habían otras cosas que me preocupaban más.
Miré las mesas y a las personas sentadas en ellas, me llamó la atención un chico de ojos oscuros y pelo cortado al rape. Parecía buen chico, así que decidí sentarme con él y hacerle preguntas sobre ese lugar.
Caminé hacia su mesa y en cuanto me vio me regaló una sonrisa, pero no una sonrisa nerviosa como la que yo esperaba, una sonrisa segura, entonces supe que no era la primera vez que alguien nuevo venia a hacerle preguntas sobre el lugar.

- ¿Puedo sentarme? - le pregunté.

- Claro que sí, tenés que sentarte - dijo casi con tono autoritario.
Apoyé mi bandeja y me senté para empezar con el interrogatorio, pero él se adelantó.

- Me llamo Norte, como el punto cardinal, estoy acá hace un año, y sí, si se todo sobre este lugar, sobre estas personas - comenzó - Sé que nadie sabe por qué estamos acá, sé que nadie recuerda nada, sé que todos están desconcertados y confundidos, tienen miedo. Todos menos yo.


Me quedé callada, con la boca abierta de la sorpresa. Fue como si hubiera leído mi mente y la mente de los demás.
Muchas personas nos miraban, hasta el momento no me había dado cuenta que éramos los únicos que compartíamos mesa.

- Nos creen raros - me susurró - Nunca nadie habla con nadie, y menos conmigo - lo mire apenada, no entendía el motivo, él era un chico encantador. De repente levantó la cabeza y sonrió - Menos él - me enseñó a un chico alto y pálido de ojos verdes y cabello castaño corto, pero más largo que el de Norte.
El chico terminó de servirse su comida y giró a vernos, sus ojos se abrieron tanto que creí que se iban a salir de sus órbitas, caminó con paso rápido hacia nosotros y se sentó a mi lado. Miró a Norte.

- ¿Es ella? - preguntó entusiasmado.

- Es ella - afirmó.

- Eh, perdón por interrumpir pero... No entiendo -

- Yo te explico - se ofreció el chico de ojos claros - Primero que nada, hola no se cómo me llamo, al igual que todos acá, menos Norte, claro. Segundo, te estábamos esperando, por eso la emoción - explicó.

- Sigo sin entender - dije un poco irritada.

- Pará, no me apures. Para que entiendas todo, primero tenés que escuchar la historia de Norte - se aclaró la garganta y se acomodó en su silla.

- Todo pasó el año anterior, yo estaba tranquilo en mi casa con mi familia. Mi mamá Mérida, mi papá Este, mi hermana Rosa y mi hermanito Sur. De repente tocaron la puerta, mi mamá miró por la ventana y se dio vuelta , su cara había cambiado por completo, se veía preocupada.

- Son dos soldados - dijo - Rosa, escóndanse en el sótano, yo voy a llamar a tu papá.
Mi hermana nos agarró a mi hermano y a mi y nos llevó al sótano. No quería dejar a mi mamá sola, pero tenia miedo de salir, así que utilicé mi inteligencia para poder salir de esa situación. Yo tenía, tengo todavía, un poder - mis ojos se abrieron , no podía creer lo que decía, pero me quedé callada - puedo requerir a todo tipo de información que quiera. En ese momento busqué información sobre lo que ocurría. Resulta que me buscaban a mí, por mis poderes, me querían traer a esta cárcel asquerosa y encerrarme. Yo no quería, pero sabía que no me podía esconder por siempre en el sótano, me iban a encontrar. Además, podrían matar a mis padres luego de intentar esconderme. Decidí encontrar otra forma. Me iba a entregar a los soldados, pero necesitaba un plan para no perder la memoria - lo miré extrañada.

- ¿Perder la memoria? - pregunté.

- Sí, antes de entrar acá, fuera de estas paredes hay unas columnas que parecen normales, pero no lo son, al cruzarlas , una especie de energía te borra los recuerdos necesarios, no todos, algunos se quedan. Como el recuerdo de cómo escribir, leer, hablar, y todo lo necesario para vivir - me explicó el chico pálido.

- Exacto, bueno sigo - dijo Norte - entonces, centré mi atención en esta pulsera roja que me regaló mi abuela- nos mostró la pulsera que rodeaba su muñeca - y traté de enviar todos mis recuerdos ahí. Así, una vez que halla cruzado las columnas y perdiera la memoria, la recuperaría al mirar esa pulsera, y podría escapar de este lugar - terminó de contar orgullosamente su plan, que deduje no había dado resultado hasta el momento - Claro que no dio resultado, pero ahora que están acá, juntos vamos a poder salir - de nuevo como si hubiera leído mi mente.

- Perdón, pero, no te creo - dije. Su sonrisa se desvaneció y sus ojos oscuros dejaron de irradiar seguridad, estaba confundido y desilusionado.

- Yo tampoco le creí al principio, pero durante esta noche, pensalo bien, vas a ver que no es tan incoherente como suena - dijo el otro chico.


Asentí con la cabeza y tocó la campana, supuse que era hora de volver a lasjaulas. 

HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora