Capitulo 22 / Trampas

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La música clásica, los perfumes caros y las miradas sobre él. Todo era tal como lo recordaba. No quería admitirlo, pero Elizabeth tenía razón: esta noche parecía prometedora. Sin embargo, si lo pusieran a elegir entre permanecer en este lugar o regresar a casa para pasear a Peter en sus brazos alrededor de todo el jardín, sin dudas elegiría a Peter. Era sorprendente cómo en tan pocos meses Peter se había vuelto su todo.

Antes de salir, Tony había pasado unos minutos con Peter. El pequeño había estado inquieto, y Tony había logrado calmarlo con una voz suave y caricias en la espalda. Mientras lo acunaba, sintió la preocupación le invadía. ¿Estaba haciendo lo correcto al dejarlo por unas horas? ¿Que tal si algún enemigo entraba y volvía a llevárselo? Afortunadamente Pepper logro tranquilizarlo y animarlo para que saliera. Sabía que su amigo se estaba esforzando por mejorar su relación con Elizabeth además de mantenerse a raya por su imagen pública. Merecía liberarse un poco.

Cuando llegó al salón, camino hacia uno de los elegantes meseros y tomó una copa de champagne. Estaba dispuesto a mantener una sonrisa, aunque su mente estaba a kilómetros de distancia, en casa con Peter.

—Es todo un honor que nos honre hoy con su presencia, señor Stark.

Tony giró para encontrarse con el señor Smith, un hombre importante en la industria farmacéutica, que le esperaba acompañado de dos jóvenes a quienes tenía abrazadas a cada uno de sus costados.

—Señor Smith —levantó su copa como saludo antes de beber un sorbo.

—Vamos, Tony, dime Daniel. Que no somos desconocidos. —El hombre soltó a sus acompañantes y estiró la mano.

Tony suspiró y, con una sonrisa forzada, aceptó el saludo, sintiendo cómo Daniel lo jalaba para abrazarlo. Daniel no mentía, ambos eran buenos amigos, pero de esos amigos que te invitan drogas y te empujan a bailar en el borde de un edificio solo para pasar un buen rato. Pero Tony había dejado esa vida atrás; debía ser un hombre ejemplar.

—Así que, Tony —Daniel lo llamó mientras rompía el abrazo—, ¿cuál de mis chicas te gustó más? Creo que deberíamos festejar que vuelvas a salir de casa. Cómo en los videos tiempos.

Tony miró a ambas chicas. Eran muy lindas, de hecho, eran totalmente de su gusto. O al menos, lo habrían sido en otra época. Ahora, prefería una cabellera rubia en un cuerpo bien trabajado de un anciano mandón.

—Gracias, señor Smith, pero me he retirado del juego —Tony terminó el contenido de su bebida y buscó con la mirada a otro camarero.

—Oh, vamos, Tony. Tú y yo sabemos que eso no es cierto. ¿Te preocupa alguien en particular? No te preocupes, hombre, sabes cómo son mis reuniones. Mi gente es discreta.

—No es eso, Daniel —suspiró, cansado de la insistencia de aquel hombre—. Ahora soy padre y quiero...

—¿Interrumpo algo?

Ambos hombres posaron su mirada en la mujer que se había abrazado al brazo de Tony sin ninguna vergüenza. Tony sintió la mirada de Daniel.

—Ahora entiendo todo —murmuró Daniel con una sonrisa burlona—. Te han atrapado.

Tony estaba por negar la situación cuando Elizabeth volvió a interrumpir.

—Por favor, no diga eso, señor. Incluso en matrimonio uno puede salir y divertirse. ¿Verdad, cariño?

Tony la miró alarmado al escuchar lo que Elizabeth había dicho. Ella sonreía mientras Daniel los observaba, sorprendido. Realmente ni siquiera había hecho un chiste al respecto. No era para menos: prácticamente, Elizabeth le había dicho que ambos estaban casados.

—Ya veo... Ahora que lo dice, debo admitir que tiene un gran parecido al chico. ¿Acaso este es tu secreto, Stark?

—Suficiente —murmuró Tony, tomando a Elizabeth del brazo—. Lamento esta situación, Daniel. Tengo que hablar con la señorita Parker.

Daniel los observó partir apresurados y sonrió. Cuando le dijeron que el gran Anthony Stark estaba saliendo con una periodista, no quiso creerlo. Y sabía que nadie más le creería, pero ahora tenía pruebas.

Tony llevó a Elizabeth hacia una sala apartada, al fondo del segundo piso. El lugar estaba lo suficientemente alejado como para no ser escuchados mientras mantuvieran un tono tranquilo de voz.

—¿Qué ocurre? —preguntó Elizabeth cuando Tony la soltó.

—¿Qué fue todo eso? Prácticamente tú...

—¿Yo qué, Tony? —lo interrumpió—. ¿Acaso dije mentiras?

—Sí —respondió Tony, tratando de relajarse. No quería una discusión sabiendo que había gente afuera—. No estamos casados.

—¿Y no es momento de hacerlo ya?

Tony se quedó en silencio. Creyó que ella estaba bromeando, pero al ver que la seriedad permanecía en ella, supo que sus palabras iban en serio. Así que suspiró.

—Escucha, Elizabeth. Hace no mucho que descubrí que era padre. Incluso tú misma lo dijiste: no te sentías lista para cuidar de Peter. ¿Sabes lo que significa casarse con alguien? Ambos accedimos a intentar que las cosas fueran bien, pero esto es muy apresurado. Y lo digo considerando que ambos tenemos un hijo —Tony trató de dar un argumento sólido sin sonar a que estaba en contra de casarse.

—Exacto, Tony. Tenemos un hijo. ¿Sabes lo que significa eso? Ambos teníamos una buena vida. Yo tenía un futuro maravilloso, pero todo cambió... Y ahora... podemos arreglarlo —ella tomó la mano de Tony—. Podemos...

La mirada de Tony se oscureció. ¿Estaba diciendo que Peter había arruinado su vida? Eso fue el colmo. No podía creer que inclusive ahora hablara así de Peter. Podía soportar que no fuera alguien cariñosa con él o que no le prestase la atención que merecía, pero llamarlo un error... era algo imperdonable. Sobre todo cuando, para él, Peter era la razón que necesitaba para valorar la vida.

—Lamento escuchar eso... —Tony se alejó de ella—. Pero no creo poder casarme con alguien que no ama a mi hijo.

Quería salir de la habitación, pero ella lo abrazó por detrás. Tony suspiró, giró para pedirle que lo soltara, pero al mirarla encontró sus ojos llenos de lágrimas. Suspiró y, como todo caballero que era, la abrazó. Sabía que lo hacía para convencerlo. No llevaban mucho tiempo en este juego de pareja, y ya lo había hecho lo suficiente para que él ni siquiera se resistiera.

—Yo no odio a Peter... Amo a mi hijo... A nuestro hijo, pero no sabes lo difícil que ha sido...

Tony simplemente asintió con la cabeza mientras la dejaba llorar entre sus brazos. Después de todo, tenía algo de razón. Ella solo tenía 23 años; realmente tiene toda una vida por delante.

Quería decirle que lo dejara todo atrás. Que él le daría una nueva vida con tal de que dejara a Peter con él. Pero sabía que eso era imposible. No era necesario ser un adivino para saber que ella no buscaba a Peter sino a él. Aquel día logró engañarlo haciéndole creer que sus acciones eran para protegerlo, pero sus hechos demostraban lo contrario. Peter ni siquiera soportaba más de diez minutos entre sus brazos. Ella prefería lujosas fiestas en lugar de pasar una noche tranquila con su hijo.

Mientras esperaba a que ella se calmara, escuchó un ruido al otro lado de la puerta, y antes de poder apartarse, sintió cómo Elizabeth lo jalaba para tomarlo del rostro y besarlo. Entonces la puerta se abrió, y ambos fueron cegados por una ola de luces, seguidos de repetidos flashes acompañados de murmullos.

"Mierda..." pensó Tony una vez que Elizabeth lo soltó. Había caído en otra de sus trampas.

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