❦❧Capítulo xiv; Fábula

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❦❧Capítulo xiv;
"Fábula".

" No voy a llorar y decir:
Que no merezco esto.
Porque, es probable que, lo merezco."

Me voy; Julieta Venegas Percevault.


Descargo de responsabilidad:

El capítulo a continuación incluye violencia explicita e implícita, en ningún momento se busca gloriar dichos actos y el objeto del escrito no es romantizar o estigmatizar las situaciones planteadas.


Por favor, lea bajo discreción.



༺𓆩❦𓆪༻

—Madre —me llama ese energúmeno—, traje el almuerzo, enchiladas. Tus favoritas.

Ha pasado tan solo un día y medio desde que me secuestró, aunque no sé si definirlo de esa forma ya que vine por mi propia voluntad, es lo que me repite cada que puede el tipo frente a mí.

Atraviesa la puerta con una bandeja que deja sobre mis piernas apoyada en las patas de las misma.

Observé el contenido y aprecio mis ingredientes favoritos, el olor es delicioso mas contradictoriamente a otras veces donde estaría encantada de ingerir dichos alimentos ahora me provoca náuseas, asco y más que el embarazo presiento que la razón es la persona a mi lado.

—Yo- —me ahogué en mis palabras por el creciente vómito que amenazaba con salir.

—¿Mi carnalito te está molestando? —indaga preocupado, lleva la palma de su mano a mi vientre que continúa manchado—Está bien, yo te ayudo. De todos modos es hora del baño —una mueca insinuante aparece su rostro cincelado.

Desde que la última vez que él, que él...

Eso.

Comenzó a tratarme como una madre siendo él un hijo pequeño, devoto y berrinchudo. Algo aberrante para un joven adulto pero decidí seguir con el juego para evitar otro incidente y proseguir con el plan, empero sería una mentirosa si dijera que no temo porque eso suceda otra vez.

Obnubilada en el mar de pensamientos no repare cuando retiró la bandeja y me cargó en brazos rumbo al cuarto de baño, este sería un buen momento para darle un puñetazo y quitarle las llaves que pavonea en su cuello con un lazo negro.

Sí, ese sería un gran plan de no ser que estoy atada de manos al igual que mis pies.

Me coloca sentada al borde de la bañera, se arrodilla y sujeta mis manos amarradas para besarlas, casi lamerlas en momentos.

—No es necesario —musito lo más mansa posible, lo último que quiero es irritarlo.

—Te voy a bañar te guste o no —advirtió estoico sin cabida a objeciones, se alejó un poco para ir a una de las gavetas debajo del lavabo y sacar unas tijeras.

Las náuseas regresaron y antes de repeler me arrastré como pude a la taza del baño y vacié casi medio pulmón.

Hincada en medio del inodoro percibí un ente detrás mío.

Oh, madre —recostó su cabeza mi espalda rodeando con sus brazos—. Ya, ya. Calma. Te haré sentir mejor —con esas tijeras comenzó a cortar los pedazos de mi ropa—. Mis masajes son los mejores y junto al agua caliente lo disfrutaremos, te lo prometo.

Fábula de un amor infaustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora