❦❧ Capítulo vi; Descubrimientos

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❦❧ Capítulo vi;
"Descubrimientos"

" Y contigo aprendí;

que yo nací el día en que te conocí. "

—Contigo aprendí, Armanco Manzanero.

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Me aproximo a la entrada con el corazón bombeando a mil por hora, toco la perilla y un escalofrío recorre mi columna vertebral erizando cada vello de mi cuerpo.

No seas idiota!", una voz en mi cabeza me grita.

Es verdad, puede que detrás de esta puerta se encuentre un asesino, el verdadero criminal causante de tales atrocidades.

Nerviosa busco algo en la entrada, lo que sea que me pueda servir de arma contra el enemigo, trasteo alrededor hasta hallar un destapador de baños que ni siquiera sé cómo llegó aquí, pero no importa, lo tomo del mango dispuesta a romperselo en la cara a ese maldito zángano.

—¡Hijo de la...! —mi grito queda a la deriva puesto que cuando abro me encuentro con la soledad, de nuevo.

Giro a ambos lados con un genio de los mil demonios, de la impotencia arrojo el objeto al suelo encontrándome con una caja, un poco más grande que la última vez. Vociferó un par de maldiciones escuchando contestaciones a lo lejos de "medícate loca", "vete al loquero" o "cierra el ocico", paso por alto todas esas voces que con justa razón se quejan; me agacho para recoger la caja y meterme a mi departamento pateando el mugre destapa caños.

El cartón en mis manos se humedece por las perlas que brotan de mis lagrimales, la impotencia recorre cada fibra de mi ser y aprieto ese objeto al grado de causarme dolor en las muñecas.

Dejo que el agua salada caiga a borbotones de mis ojos mientras tomo asiento en la sala, ¿es que acaso mi suplicio jamás acabará?

La cabeza me retumba, los oídos me zumban, la vista se me está nublando; me tambaleo de atrás hacia delante con la caja en mis piernas, las imágenes de los días recientes no escapan de mi mente así como las conjeturas de ese policía. Me niego a creer en sus burdas palabrerías, aun si vi con mis propios ojos el rostro de Miguel a través de la pantalla sé que no puede ser él, es simplemente inverosímil.

Pero, ¿Qué hago?

¿Cómo soluciono este problema?

Miguel, Miguel, ¿Quién eras en realidad?

¿Me mentiste todo este tiempo? ¿Hubo algo de verdad en todo lo que vivimos?

No, que babosadas estoy diciendo.

Mi Migue no es así, yo lo conozco mejor que nadie, estábamos conectados, fuimos uno.

Esto es un error; un malentendido; una broma cruel hecha por un desquiciado con mucho rato libre.

Sí, no hay otra razón, ese debe ser el motivo.

La respiración se me escapa e intento captar aire a grandes bocanadas, regulo mis jadeos pausadamente al mismo tiempo que pierdo el conocimiento cayendo en el letargo de mis sueños, el único lugar donde puedo gozar de un poco de descanso.


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Los luceros bailaban preciosos y centelleantes sobre el manto oscuro que cubría el firmamento, el sonido de las olas espumosas arrullaban a las criaturas del mar entre que el viento fresco daba nuevo aliento de vida a cualquier alma cansada que lo aspirara.

Fábula de un amor infaustoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora