—¡AH! —el desgarrador grito de Dolly resonó por toda la habitación.
Aterrada, miró en todas direcciones al tiempo que se sentaba sobre la cama. Se llevó las manos a la garganta, aunque ya no le dolía, no sentía la sangre candente descendiendo por su cuello. Al tacto, descubrió que su piel era lisa y suave.
—¿Qué? —dejó escapar un eco de confusión, aún con la respiración acelerada— ¿Qué ha... pasado?
Estaba en su habitación, no tenía ninguna marca en su garganta, ni la más mínima mancha sobre la tela de su pijama.
«¿Era un... un sueño? No. No puede ser, era demasiado real».
—¿A qué viene tanto alboroto? —la voz de Kamila cruzó la puerta con rapidez y chasqueó la lengua al tiempo que se cruzaba de brazos— ¿Otra vez con tus pesadillas?
Dolly continuaba tan confusa que no logró responder, sus manos aún temblaban.
—Date prisa, o te quedarás sin desayuno —le urgió su hermana, con el ceño fruncido.
—Yo... El sótano... Había...
—Si me hablas así, no entiendo nada —suspiró Kamila desviando sus ojos celestes hacia la ventana.
—En el sótano había una persona... con una máscara —trató de explicar de nuevo, aún con los nervios a flor de piel—. Me... Me hizo daño y...
—¿Cómo va a haber alguien en el sótano? —le cortó Kamila al tiempo que jugueteaba con un mechón de su melena, evitando cruzar sus miradas— Tus pesadillas son muy raras. Ahora estás despierta. Apresúrate y vístete, que tengo hambre.
—¡No era un sueño!
Silencio.
Era la primera vez que Dolly le alzaba la voz a su hermana mayor. Kamila parecía molesta, pero no dijo una palabra, y se limitó a dar media vuelta y salir dando un sonoro portazo.
Dolly bajó de la cama de un salto, y se encaminó hacia el armario. La puerta chirrió al abrirse, y no tardó en ver su reflejo en el espejo. Giró la cabeza varias veces, recorrió con sus dedos cada centímetro de su cuello, pero no había el menor rastro de herida o sangre.
—Parecía tan... real.
Se estremeció, y unas lágrimas cristalinas escaparon de sus ojos.
Unos golpes secos en la puerta le alertaron. Nanny le indicó desde el pasillo que debía bajar rápido, ya que su tío y su hermana le estaban esperando.
«¿El tío Jacques está en casa? Dijo que iba a estar varios días fuera por trabajo. Es extraño...»El desayuno fue incluso más silencioso que de costumbre. La pequeña Dolly apenas había probado la comida, y eso llamó la atención de su tutor.
—¿Desde cuándo han dejado de ser las tortitas tu desayuno favorito? —Su tío levantó una ceja, y agarró su copa con zumo recién exprimido.
—No tengo hambre. Solo es eso.
—Dolly me dijo que tuvo pesadillas sobre el sótano, otra vez —escupió Kamila con inquina, acercándose una fresa a los labios.
La niña le dedicó una mirada rebosante de rabia.
Jacques hizo pinza con los dedos sobre el puente de la nariz, y aspiró profundo.
—Hemos tenido esta conversación muchas veces, Dolly. No hay nada en el sótano.
El cuerpo de Dolly se tensó, aunque no tenía intención de responder.
—Seguro que tiene miedo del hombre del saco —murmuró su hermana esbozando una sonrisa maligna.
La curva de sus labios se desdibujó al instante, al contemplar la cara de severidad con la que le observó su tío. Kamila bajó la cabeza y clavó sus ojos en el plato, en completo silencio.
—No comprendo cómo puedes tener tantas pesadillas de un sitio en el que nunca has estado —comentó Jacques molesto, y lo meditó unos segundos—. Si lo ves con tus propios ojos, tal vez termines de una vez con esta tontería.
Los ojos curiosos de Dolly se clavaron sobre su tío, cuando él se levantó y le hizo un gesto con la mano para que le siguiera.Quedaron los dos frente a la puerta que daba al sótano, mientras Kamila permanecía casi inmóvil en la mesa. Dolly tragó saliva mientras notaba cómo sus pulsaciones aceleraban.
Jacques giró el pomo y abrió la puerta, descendiendo las escaleras casi a oscuras, hasta alcanzar un interruptor en la planta inferior. Una luz amarillenta iluminó la estancia, y la pequeña se armó de valor para bajar aquellos peldaños.
Una vez abajo, quedó todavía más confundida. Solo había una vieja lavadora y una secadora. También varias cajas vacías y plegadas a un lateral. No había mucho más que ver, no había herramientas, ni botes de pintura.
—¿Has tenido suficiente? —gruñó su tío con impaciencia.
—Pero... anoche...
—Fue una pesadilla, Dolly. Solo eso —Jacques elevó la voz, dando por finalizada la conversación.
Mientras él daba media vuelta, la pequeña notó que las cajas cubrían la pared, en la misma zona donde ella había descubierto la entrada secreta. Aunque todo aquello comenzaba a sonar demasiado absurdo incluso para ella.
«Supongo que solo fue una horrible pesadilla», pensó Dolly conteniendo un enorme suspiro.
Antes de volver hacia las escaleras, sus ojos se percataron de algo que hizo que su corazón se detuviera un instante. Un reloj de pared, con la silueta de un gato negro. El mismo que había visto la noche anterior. Estaba segura de que no podía ser una coincidencia.
Un segundo gruñido de su tío le indicó que debía volver a la cocina de inmediato.
Miró con inquietud cómo Jacques cerraba la puerta con llave tras ella, pero prefirió no compartir con él aquel extraño detalle sobre el reloj.
—Como castigo por tu cabezonería, te quedarás hoy en casa —declaró su tío con apatía.
—¡Pero hoy es la función de Kamila!
Su hermana tenía uno de los papeles principales en una representación de El lago de los cisnes. Llevaba más de cuatro meses preparándose para aquel día, y era una de las pocas ocasiones en las que a Dolly le permitían abandonar la casa. Aparte de las escuetas visitas al cementerio para visitar la tumba de sus padres.
—Por eso mismo te quedarás aquí.
Dolly lloró y suplicó, pero el semblante de su tío permanecía impasible. Lo único que consiguió, fue que le llevasen a rastras a su cuarto y le encerrasen con llave hasta que volvieran del ballet.Pasaron las horas, pero no regresaban a casa. La pequeña había pasado parte del día tirada sobre la cama, entre sollozos, o tirando y golpeando sus peluches, para liberar la rabia que sentía.
Cayó la noche y el rugido de sus tripas comenzó a incrementar. Dolly estaba hambrienta, pero también preocupada. Hacía horas que deberían haber vuelto, pero por más que se asomaba a la ventana, no aparecía ningún coche. Ni siquiera el ama de llaves había aparecido para prepararle la cena. Tuvo un mal presagio.
Un par de horas más tarde, sus miedos se confirmaron cuando una ambulancia aparcó frente a la casa.
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Los errores de la perfección
Mystery / Thriller¿Qué sucede cuando la muerte no es el peor destino que puedes encontrar? Sumérgete en este thriller sangriento, repleto de intriga, mentiras y terror. Una tragedia familiar, una casa repleta de secretos y mentiras. Esa es la realidad de la joven Dol...