Los ojos azules de Dolly se clavaron con angustia en la silueta que asomaba desde el interior de la ambulancia. Dejó de respirar cuando reconoció el rostro de la persona a la que ayudaban a descender en silla de ruedas.
—¡Kamila! —Golpeó el cristal de la ventana con el rostro empapado por las lágrimas.
Entre dos personas uniformadas con una vestimenta blanca, hicieron descender la silla de ruedas en la que se encontraba su hermana. Su tío, con una mirada fría como el hielo, descendió del vehículo y alzó sus ojos hasta cruzarlos con los de Dolly, que dejó de golpear la ventana y quedó paralizada por el miedo.Pasados varios minutos, la ambulancia desapareció siguiendo la carretera calle abajo, y Dolly perdió de vista a su hermana y a su tío. Estaba cada vez más preocupada, no escuchaba ruidos a través de la puerta. Gritó varias veces, pero nadie respondió.
«¿Qué ha podido pasar? ¿Por qué Kamila está en esa silla? ¿Por qué el tío Jacques no viene para contarme lo que ha pasado?»
Comenzó a aporrear la puerta, angustiada, sin descanso. Unos minutos después, Nanny usó su llave para liberarla y, con voz apagada, le indicó que su tío le estaba esperando en la biblioteca. Dolly preguntó por su hermana, pero el ama de llaves no dijo nada, se limitó a dar media vuelta para regresar a la cocina.
La pequeña corrió escaleras abajo y miró en todas direcciones, pero no había rastro de Kamila. Se presentó frente a Jacques con el corazón en un puño, temblando. La incertidumbre le estaba devorando por dentro.
—¿Dónde está mi hermana? ¿Qué ha pasado?
Tras un largo sorbo de su vaso de whisky, el hombre se quitó las gafas para frotarse los ojos, parecía agotado.
—Kamila está descansando. No quiero que le molestes.
—¿Cómo puedes decirme eso? —la niña elevó la voz casi sin darse cuenta, al tiempo que apretaba los puños y su cuerpo se tensaba— ¡He visto la silla de ruedas! ¡Necesito verla! ¡Cuéntame qué ha pasado!
—No me gusta que me alces la voz, ya lo sabes. —Jacques hizo pinza con los dedos sobre el puente de la nariz y contuvo la respiración unos segundos— Hubo un incidente en el teatro, mientras las bailarinas se preparaban tras el escenario. Uno de los focos se descolgó del techo y... Kamila estaba haciendo sus estiramientos justo debajo.
La piel de Dolly perdió el color y su expresión se congeló en un gesto de terror y dolor.
—Tiene múltiples fracturas en ambas piernas. Por eso necesita descansar. Se quedará en el cuarto de invitados por ahora.
—Déjame ir a verla, por favor. —Se dejó caer de rodillas al suelo y juntó las palmas de las manos en un gesto de súplica—. Aunque solo sea un momento, por favor, tío. No le molestaré. Solo quiero...
—Vuelve a tu cuarto. Ahora —le cortó al instante con un tono tan afilado que le dejó sin aliento.
La pequeña quiso hablar, pero las palabras se negaron a salir de su garganta, sustituidas con unas diminutas lágrimas que dibujaron el contorno de sus ojos.
—No me hagas repetirlo. Vete.
Jacques se acomodó y giró el sillón hacia la ventana, al tiempo que agarraba de nuevo su vaso.
Las piernas de Dolly se movieron por sí solas, casi sin que tuviera tiempo de pensar, y corrió hasta su cuarto, cerrando con un sonoro portazo.
«¿Por qué? ¿Por qué no me dejas ver a mi hermana? ¡Te odio!»
Lloró sobre su cama hasta que el cansancio venció la batalla.Unos golpes le despertaron. Nanny reclama su presencia para el desayuno, como en un día habitual hubiera hecho Kamila. Con la misma ropa del día anterior, bajó como un rayo hasta el comedor. Pero la figura que encontró, no era la que esperaba.
—Buenos días, Dolly —habló su tío sin molestarse en apartar la mirada del periódico.
—¿Y Kamila?
—En su nuevo cuarto. Tomó un desayuno especial, que le ayudará a recuperar fuerzas. Ahora necesita descansar.
—¿Podré ir a verla? —Dudó unos instantes antes de sentarse a la mesa.
—Tal vez por la tarde. Si te portas bien. —Su tío hizo una pausa y sus ojos grises se clavaron sobre la pequeña—. Ya sabes que no tolero los errores.
Dolly trató en varias ocasiones de sacar el tema de su hermana, del incidente y de lo que le habían dicho en el hospital. Pero Jacques no hacía más que enfurecer con cada cuestión, por lo que decidió rendirse y tomar la mitad del desayuno con desgana.Llegó la tarde y la hora del té, por lo que la niña se apresuró en bajar a la biblioteca para insistir y poder ver a Kamila, sin embargo, encontró a su tío colocándose el abrigo junto a la entrada, con un pie mirando ya hacia la puerta.
—Tengo un compromiso al que no puedo faltar. Deja a Kamila tranquila hoy. Mañana te llevaré con ella.
Sin darle tiempo a decir una palabra, se fue y cerró la puerta.
Dolly no tardó en darse la vuelta y caminar hacia el cuarto de invitados, pero el ama de llaves apareció por el pasillo cortándole el paso.
—No le está permitido entrar al cuarto de Kamila. Lo siento, son órdenes...
—¡Quiero verla! ¡Por favor!
Nanny negó con la cabeza y desvió la mirada.
—¡Es mi hermana! Tengo derecho a...
—No puedo —fue la insulsa respuesta del ama de llaves.El sol comenzaba a descender en el horizonte cuando Nanny caminaba de un lado a otro en la cocina, dispuesta a preparar la cena. Dolly permanecía junto a las escaleras, escondida, esperando cualquier descuido.
Pasada casi media hora, con los ojos ardiendo tras cortar varias cebollas, el ama de llaves se alejó para echarse agua en cara y aliviar el dolor. La niña se deslizó con agilidad y pies descalzos para no hacer ruido, y se detuvo al fondo del pasillo. Su corazón se detuvo al colocar la mano en el pomo de la puerta, y comenzó a girarlo muy despacio. Allí estaba, por fin.—Kamila —susurró mientras caminaba hacia la silla de ruedas, junto a la ventana—. Kamila, ¿estás bien?
Silencio.
Su hermana tenía la mirada perdida a través del cristal, mientras sus labios se movían despacio, como si quisiera decir algo.
—Dime qué necesitas —insistió la pequeña Dolly, desbordante de preocupación al observar las vendas que cubrían sus piernas—. Quiero ayudarte.
Una especie de murmullo fue lo único que llegó a sus oídos. Se acercó aún más, hasta que logró escuchar el murmullo.
—No quiero ser un error... No quiero ser un error...
Kamila repetía una y otra vez aquella frase en voz baja, no parecía haberse percatado de la presencia de su hermana, debía de estar aún en shock.
Se despidió de ella con un beso en la mejilla, aunque continuó sin reaccionar, y Dolly desapareció tan rápido como había llegado. Preocupada por su estado, decidió que esperaría a que todos estuvieran dormidos para visitarla de nuevo.
«Seguro que si le llevo su muñeca favorita se anima y se recupera rápido.» Pensó ignorando una gran inquietud que se negaba a desaparecer.Eran casi las dos de la madrugada cuando logró salir a escondidas de su habitación. Se paró de nuevo frente al cuarto de invitados en la planta baja, apenas lograba ver el picaporte en la oscuridad, aunque logró entrar sin hacer ruido.
Tras abrir y colarse en el interior, su sangre se congeló y sus manos perdieron las fuerzas con las que sostenían la muñeca de trapo preferida de su su hermana.
Quiso gritar, pero no pudo, apenas lograba respirar. La silla de ruedas estaba vacía, al igual que la cama, sin embargo, una silueta se balanceaba a medio metro del suelo, en mitad del cuarto. Una cuerda alrededor del cuello, sujetaba el cuerpo de Kamila a una viga del techo.
Al fin un grito de terror escapó de los labios de Dolly, justo antes de que comenzase a ver todo borroso, hasta quedar sumida en una oscuridad silenciosa.
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Los errores de la perfección
Mystery / Thriller¿Qué sucede cuando la muerte no es el peor destino que puedes encontrar? Sumérgete en este thriller sangriento, repleto de intriga, mentiras y terror. Una tragedia familiar, una casa repleta de secretos y mentiras. Esa es la realidad de la joven Dol...