XII

78 7 1
                                    

Mis ojos se abrieron antes de que la alarma sonara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mis ojos se abrieron antes de que la alarma sonara. Toda la noche las palabras de Edward se repitieron constantemente en mi cabeza. Se habían grabado en mi mente como un tatuaje. Edward me había dicho que me amaba en palabras sutiles; era la misma intención, decirlo sin presión.

El amor de Edward podría ser mi nueva ciencia y yo la primera en descubrirla. Era alarmante sentirme satisfecha ante tan repentina confesión. Había señales, sí, pero nunca me imaginé que fuera tan serio.

Le tenía miedo a sus profundos sentimientos. La única vez que amé me destrozaron. Ahora, sentía más fuerte, más vivaz, más profundo. Y eso me asustaba aún más. Si mi corazón se rompía, no podría armarlo de nuevo. Ya no habría un antes, ni mucho menos un después.

Estaba frustrada, confundida y deprimida.

Me frustraba el hecho de querer saber cómo Edward podría amarme; confundida de mis intensivos pensamientos; deprimida de no saber cómo corresponder sin arruinar todo.

No iría a la escuela. Necesitaba pensar las cosas, o sólo dormir hasta que las dudas se disiparan.

Bajé a la cocina, tomé agua y agarré un paquete de galletas antes de que Charlie bajara. Corrí a mi habitación, justo cuando cerré la puerta escuché la de Charlie abrirse. Utilizando mi maquillaje, coloqué sombras en mis ojeras, remarcándolas. Tomé corrector e hice parecer mis labios resecos, como si no hubiese tomado una sola gota de agua en días.

Había cumplido mi cometido, parecía enferma. Cuando se acercó la hora de marcharnos, Bella tocó la puerta.

—Pasa —susurré débilmente. Una incrédula Bella asomó su cabeza. Me examinó con desconfianza.

—¿Por qué no quieres ir? Sé que no estás enferma —me reprochó. Rodeé los ojos.

—No le digas a Charlie, prometo contarte todo cuando regreses.

Bella suspiró.

—Bien, le diré que te sientes mal.

Cerró la puerta con cuidado. Lo siguiente oí fue una serie de preguntas y los pasos de Charlie. Venía hacia mi habitación.

Tocó la puerta fuertemente. Me levanté para abrir, poniendo mi mejor cara de malestar.

—¿Qué tiene... —no terminó de hablar. Se calló de inmediato al verme —. ¿Necesitas ir al médico?

—No, papá. Gracias. Tomaré algo y dormiré, si no te importa —propuse. Charlie asintió.

—Sería lo mejor. No tardamos en irnos, cualquier cosa me avisas.

Asentí.

—Cuídate, papá. Te amo.

Charlie se alejó de mi habitación y tomó su abrigo. Cerrando la puerta débilmente suspiré aliviada. Podría aclarar mi mente y descansar. Un día sin clases siempre sería bien recibido.

MIDNIGHT ➳ Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora