VIII

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Los siguientes días me dediqué a buscar una excusa perfecta para no ir a la casa de los Cullen

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Los siguientes días me dediqué a buscar una excusa perfecta para no ir a la casa de los Cullen. A decir verdad, me incomodaba el hecho de estar sola en medio del bosque con la extraña chica; no es que Alice me disgustara. Al contrario, se había convertido en una amiga. Pero no me sentía segura por algún motivo.

Jessica me invitó a unirme al equipo de porristas; se había abierto una vacante. Lauren Mallory había abandonado el equipo después de tener una disputa con Jessica, la capitana.
Bella le había hecho saber que era la capitana en mi anterior escuela y, después de una agotadora prueba, Jessica me aceptó. Dirigiéndome como sub capitana.

Así que ahora, los ensayos podrían ser la excusa perfecta. Además de que el primer juego de la temporada sería el sábado. Damon también se había unido al equipo de americano. Reemplazando a Mike, quien parecía querer arrancarle la cabeza cada vez que lo veía.

El jueves saliendo de clase me encontré con Alice en el pasillo. No dudé en acercarme a ella.

—¡Hey, Alice! —le saludé. Parecía ya haberme estado esperando ahí, porque su mirada me siguió todo el transcurso.

—Hola, Mar —me correspondió con un abrazo. Cuando se alejó miré el ligero reflejo que tuvo de arrugar su nariz, disimulándolo rápidamente —. He oído que el sábado es el primer juego. Supongo que no podrás.

—¡Sí! Lo siento —hice una mueca —. No sé si te importaría hacerlo otro día.

Alice pareció pensar.

—¿Domingo en tu casa? —propuso. Le sonreí contenta.

—¡Claro! A la hora que puedas está bien —le ofrecí.

—A las tres.

—Bien, entonces. ¡Nos vemos! —me despedí agitando mi mano. Alice imitó mi acción, para después irse de lado contrario al camino que yo había tomado.

Al finalizar las clases me dirigí a la cancha de fútbol. Hoy sería el último ensayo antes del juego. Como esperé, la cancha estaba vacía. A no ser de la presencia de Edward Cullen acostado sobre el pasto. Pareció notar mi presencia porque volteó rápidamente. Me sonrió y lo tomé como una invitación a acostarme junto a él.

El pasto se sentía ligeramente húmedo por la anterior llovizna. A Edward parecía no incomodarle, aunque yo trataba de no quejarme de que mi ropa quedaría manchada.

Conversamos tranquilamente sobre distintas cosas. Hablar con Edward era algo muy versátil, cambiaba de tema de un segundo a otro. Sin embargo, era excelente escuchando. Y siempre sabía que decir.

MIDNIGHT ➳ Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora