10

372 42 0
                                    

El frío se cuela por la ventana y se mete directamente en mis huesos. No solo era el clima lo que era frió, Aemond, su presencia en si helaba cualquier lugar y ahora me encontraba en su habitación. Todo era un infinito caos.

Yo estaba sentando en la cama, observando como mi tío estaba frente a mi, en una silla de cuero.

El silencio era incómodo, demasiado incómodo. Tanto, que me hacía retorcerme en la cama. Aemond sonreía.

-Bien...Lucerys...- habló con desdén y la sonrisa desapareció.-¿No vas a decir palabra alguna?- se cruzó de piernas y me miró directamente, yo aparte la mirada.

-¿Debería?

-Oh, se me olvidaba que eres estúpido.- se removió en la silla. -¿No entiendes lo que sucede?- su cuerpo se movió, yo intenté desesperadamente alejarme un poco de él. Su presencia mareaba mis sentidos y me hacía sentir desorientado. Yo me hice hacia atrás, tratando de esquivar lo mas posible su cercanía; no quería volver a caer en sus carismáticos dones, que te hacen querer tirarte a sus pies. Pero, él se dio cuenta de que esas eran mis intenciones y no iba a permitírmelo.

Mis ojos van directos a sus manos, las cuales se mueven con lentitud y agarran mis muslos para atraerme y volver a colocarme en el lugar inicial en el que me encontraba. Mí respiración comienza a agitarse, su agarre es suave, pero firme.

-¿Tienes miedo Lucerys?- mi nombre se desliza en su lengua, como si de una serpiente se tratase. El agarre aumenta y puedo empezar a sentir la firmeza de sus manos.

Me siento completamente mareado, necesito sentirle, necesito volver a probar sus tóxicos labios, que te hacen anhelar más y más, hasta perderte a ti mismo.

-No....

Hago una pausa para poder permitirme respirar. Se hace el silencio el la habitación.

-No te tengo miedo, porque sé que deseas esto de la misma manera que yo.

El silencio sigue en la habitación y por un momento temo por si la reacción de Aemond vaya a ser violenta, sé que sería capaz de pegarme. Finalmente puedo ver por primera vez el efecto que ejerzo sobre Aemond, el efecto que ejercen mis palabras...Tiene una creciente erección. 

Sus manos se mueven por mis muslos, esta vez no es con odio ni con ganas de humillarme. Si no con libertad, necesidad y una vaga esperanza ¿De qué? No sé, supongo que en algún momento será tiempo de entenderlo. 

-Veo que acabas de resolverlo tu solito, pensé que tu cerebro no sería jamás capaz de verlo.- su voz me hace estremecerme y mis pantalones aprietan.

Sus huesudos dedos juegan con la hebilla de mi cinturón, ahora que está posicionado de manera incomoda sobre mi, nuestras piernas se entrelazan de una forma extraña e incomoda. Pero no me quejo, apenas me muevo. Mi corazón va bastante rápido, temo que pueda hasta oírlo. 

Finalmente baja mis pantalones dejándome en ropa interior y se puede ver como he mojado la suave tela, una ola de vergüenza me da en la cara.

Aemond sonríe de lado, pero sigue desvistiéndome, hasta llegar a mi camisa. Él deslizó sus ásperas manos por la suave tela blanca, la cual parecía resplandecer a la luz de la habitación. Los cordones que se cruzaban en mi pecho se tensaron bajo el tacto de sus dedos, deshaciendo uno por uno con gracia. Mis pulmones iban siendo liberados a medida que los nudos iban siendo desatados. Yo solo podía fijarme en la belleza de Aemond, de lo precioso que era y de la similitud que tenía con un ángel caído del cielo.

Eso era, un ángel caído del cielo por haber pecado y que ahora trabajaba suciamente con Lucifer, y quería embriagarme hasta llevarme a lo más profundo de la locura. O tal vez, el propio Aemond era el mismísimo diablo.

Out Of The Woods | LucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora