36. Andar conmigo

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Todos sus amigos miraban la situación, algunos sorprendidos por no esperarse nada de esto, y los que sospechaban o sabían estaban emocionado de ver a sus amigos demostrarse lo que sentían.

Cuando la canción terminó, Juanjo agarró a Martin por la cintura, atrayéndolo hacia él, el menor lo abrazó por la nuca, poco a poco se acercaron juntando sus labios, comenzando un beso tierno y sincero frente a todos los presentes quienes comenzaban a aplaudirlos efusivamente.

— Que calladito se lo tenían, eh — dijo Lucas, palmeando la espalda de ambos.

— I am so happy, os quiero — dijo Chiara mientras los abrazaba.

— ¡Que vivan los novios! — exclamó Alex un poco pasado de copas.

Martin estaba nervioso, le hacía señas disimuladamente a Alex para que se callara. No quería que Juanjo se sintiera incomodo con la situación ya que aún no le habían puesto un título a su relación, y si seguían con las bromas arruinarían el momento que Martin tenía preparado.

— Bueno, jejeje — rio Juanjo nervioso — aun no somos novios, estamos llevando las cosas a nuestro ritmo.

Bea que era muy perceptiva notó la cara de incomodidad de su amigo y las señas disimuladas que le hacía Martin a Alex. Decidió ayudar con la situación, justo comenzó a sonar Padam Padam, canción que le encantaba al grupo y con la que siempre terminaban bailando alocadamente.

— Chicos — dijo Bea para llamar la atención de todos — Vamos a bailar — de a poco los empezó a empujar a todos hacia la pista de baile, susurrando a Martin cuando pasó por su lado — Os quiero, suerte — mientras le guiñaba un ojo, Martin se lo agradeció disimuladamente.

Cuando Juanjo comenzaba a avanzar para seguir al grupo, notó como Martin lo detuvo agarrándole del brazo, tirándolo hacia él. Juanjo lo miró sorprendido, pero al ver la mirada insinuante de su chico sabía que tenía otros planes para ellos.

— Tu no vas a ir con ellos — le dijo Martin sonriendo — esta noche te necesito conmigo, ven.

Martin comenzó a guiar a Juanjo, este lo seguía sin poner oposición. Se dirigieron fuera del bar, dejando atrás el ruido y la música. Luego Martin comenzó a caminar hacia la residencia llevando al maño con el sujetando su mano, entrelazando sus dedos. Iban en silencio, pero cada tanto cruzaban sus miradas y sonreían.

Al llegar a la residencia, Martin los guio a la terraza, antes de abrir la puerta, sacó un pañuelo de su bolsillo para taparle los ojos.

— Pero así no veo adonde voy, me voy a caer — protestó el maño.

— Tranquilo estoy yo para guiarte, confía en mí.

— Siempre — contestó Juanjo.

Martin los dirigió al centro de la terraza, y los paró en el medio de un gran corazón que había hecho en la tarde con pétalos de flores. Lo sabía, era cursi, pero amaba las cursilerías, era un romántico empedernido, un enamorado del amor. Mientras le fuese posible le daría a su chico todos los momentos especiales que pudiera, sabía la importancia que Juanjo le daba a estas cosas, porque en varias ocasiones le había comentado con mucha ilusión lo mucho que le gustaba cuando en los libros que el leía, los protagonistas vivían una intensa historia de amor sin miedo a demonstrar lo que sentían a través de actos románticos.

— Ya puedes ver. ¡Sorpresa! — exclamó mientras le sacaba la venda de los ojos.

Cuando Juanjo abrió los ojos, vio la terraza llena de flores de sus colores favoritos, azul, violeta y rosado, velas desparramadas por la terraza iluminando el lugar, una manta con almohadones, una botella de champagne con dos copas, un plato con frutas varias, y finalmente notó que estaban parados en el centro de un corazón gigante marcado con pétalos de flores. No podía creer lo que veían sus ojos, ni en sus mejores fantasías había imaginado un momento tan hermoso y romántico.

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