Capítulo 17: Conversación

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Trish

Cuando desperté en la mañana, Oliver no estaba a mi lado, ni en el colchón… ni en ningún lado de la habitación por lo que pude observar.

Me quité las sabanas de encima y me senté en el borde de la cama, con los pies colgando. Sentía mi cuerpo algo cansado y mis ojos algo irritados. No recordaba con exactitud que tanto había llorado, pero las señales indicaban que había sido más de lo que nunca había llorado en mi vida… y todo gracias a Ed Cullen.

Claramente, ese llanto había sido muy distinto a mis llantos anteriores por papá. Cuando niña recordaba llorar por extrañarlo, por querer verlo y pasar un día juntos, incluso le pedía a mamá que lo llamara por teléfono para poder hablarle un momento. Esa vez estaba estresada y, por el contrario, lloraba por tener que verlo.

Después de quedarme un momento pensando, me levanté de la cama y comencé a quitarme la ropa para poder ir a darme un baño. Necesitaba relajarme un momento y lavarme el rostro que aun podía sentir algo pegoteado de lágrimas.

Fui por unas toallas a mi armario y luego entré al baño, aunque no esperaba lo que había sucedido a continuación.

Oliver y yo pegamos un grito casi igual de agudo al vernos desnudos mutuamente. Sí, no era como que jamás nos hubiéramos visto así, pero la última vez había sido hace tanto tiempo que había sido algo un poco chocante.

Oliver, casi de inmediato, uso la toalla con la que se estaba secando el cabello y se la amarró a la cintura. Yo, por otro lado, estaba intentando cubrir mi entrepierna y mis senos con las dos toallas dobladas que tenía en las manos.

—¡¿Por qué no tocas la puerta?! —cuestionó Oliver.

—¡¿Por qué no usas el seguro de la puerta?!

—¡Tú estabas dormida!

—¡Sí, no muerta! ¡Debiste asumir que despertaría en algún momento!

—¡No pensé que sería antes de que yo saliera del baño!

—¡Ese es el problema, Oli, que tú no piensas! —me quejé.

De pronto, sentí como alguien tocaba la puerta de mi cuarto.

—Chicos, ¿está todo bien? —preguntó mi mamá.

Yo me aclaré la garganta, algo nerviosa y me asomé por la puerta de mi baño para que me escuchara mejor.

—¡Sí, mamá, todo bien!

—Entonces dejen de gritarse —dijo.

No estaba molesta, pero yo sabía que ella pensaba que era yo la que maltrataba a Oliver con gritos y él solo se intentaba defender inútilmente, porque estaba claro que él jamás me ganaría a mí en una pelea, ni verbal, ni física.

—¡Sí, lo siento!

Volví a entrar en el baño, aun intentando cubrir lo más posible de mi cuerpo con las tollas dobladas.

—Ya, sale de mi baño, por favor.

—Ya voy —dijo Oliver, algo fastidiado.

Salió de mi baño lo más rápido que pudo, sosteniéndose la toalla para que no se le fuera a caer y una vez que estuvo afuera, le cerré la puerta.

Cuando por fin estuve sola en el baño, solté un suspiro y me apoyé en el lavamanos con las dos manos. Me miré en el espejo y vi como mis ojos estaban aun hinchados y enrojecidos.

Ese día no había empezado bien, no desde que me había puesto a llorar en la madrugada. Ahora había visto a Oliver desnudo y él a mí, haciéndonos pasar una vergüenza innecesaria, y más tarde tendría que ir a un café a ver a mi padre para hablar de lo que fuera que él quisiera hablarme.

[…]

—¿Y por qué ustedes dos están tan callados? ¿Por su pelea de la mañana? —preguntó mi mamá, mientras tomábamos desayuno en el comedor.

—No peleamos —le aclaré—. Fue una pequeña discrepancia de opiniones.

Mi mamá me miró incrédula y luego miró a Oliver, como queriendo comprobar mi versión de los hechos.

—Sí, no fue nada —confirmó él—. Yo creo que es porque no pasamos una muy buena noche…

—Ay, por supuesto, me imagino que es difícil venir a dormir aquí después de estar acostumbrados allá en Seattle —dijo mi mamá.

No era del todo mentira que no habíamos pasado una buena noche, aunque no tenía que ver con el cambio de lugar, más bien se relacionaba con la estresante situación por la que estaba pasando, en la cual Oliver se veía involucrado solo por estar ahí conmigo; pero definitivamente no era por eso por lo que estábamos tan silenciosos… al menos no por mi parte.

La verdad era que no podía sacarme la imagen de Oliver desnudo de la mañana, en especial porque mientras más lo pensaba, más interesante se me hacía. Quizás si no hubiera estado con el cabello desordenado y húmedo, y con varias gotas de agua recorriéndole el pecho, entonces se me hubiera hecho más fácil dejar de pensar en ello.

No sabía que estaba pasando por la mente de Oliver en realidad, pero usando mis conocimientos sobre él, era probable que también estuviera repasando la situación vergonzosa del baño.

De pronto, el sonido de la taza de mi madre chocando con su platillo me llevó de vuelta al presente.

—¿Y vas a salir entonces, Trish?

Pude notar un toque de nerviosismo en su voz. Claramente a mamá no le gustaba sacar el tema de mi padre conmigo, menos en persona. Yo podía ser su hija y podía respetarla mucho, pero eso no quitaba el que me pudiera molestar con ella e incluso podría cortar un poco mi contacto con ella, por más que me doliera.

Para evitar mi molestia, había hecho una pregunta mucho más ambigua, pero yo entendía perfectamente que quería saber si no me había arrepentido aun de ver a mi papá esa tarde.

— Sí, mamá, voy a ver a ese señor —le confirmé.

—No hagas ninguna locura, por favor, intenta controlarte.

—Voy a estar en un lugar público, mamá.

Eso no pareció tranquilizarla mucho y la entendía. Yo jamás me había controlado por estar en un lugar público, si así hubiera sido, entonces jamás me hubieran arrestado en la vida, pero esa vez realmente no quería problemas.

No quería que me arrestaran por agresión en ese momento y verme involucrada en problemas legales en un estado en el que ya no vivía porque dependiendo del grado de la agresión, podía tener distintas consecuencias y a Oliver le costaría un poco sacarme de ese problema.

—Bueno, cualquier cosa, me llamas, ¿sí?

—Sí, mamá.

Entonces, por fin dejó de tocar el tema. Probablemente cuando volviera a casa después de ver a mi padre, preguntaría algo y, aunque lo más seguro era que yo no estaría de humor, debería darle una respuesta.

[…]

Tenía agarrado el vaso de café con algo de fuerza, quizás más fuerza de la que debería porque no creía que ese vaso fuera tan resistente, pero no podía evitarlo.

Cada cierto tiempo miraba hacía donde estaba Oliver sentado. Se encontraba unas dos mesas más allá, frente a mí y por petición mía, estaba evitando mirar en mi dirección y se estaba concentrando en el libro que tenía en las manos.
Había llegado un poco antes de la hora en la que habíamos quedado con mi padre, pero necesitaba hacerlo para tranquilizarme un poco.

Mientras esperaba, estaba mirando mi alrededor, algo nerviosa, intentando analizar algo como para dejar de pensar en el encuentro horrible que se avecinaba. Conté que había ocho lámparas colgantes que debían medir unos cincuenta centímetros de largo, vi un cuadro un tanto chueco, una mesa coja y una raya un tanto fea en el vidrio del mostrador de postres.

Mientras analizaba lo que me parecía que era una raya en el piso de madera, alguien paso por mi lado y de inmediato sentí un escalofrío. Cuando la persona se detuvo frente a mí, supe que ese solo podía ser Ed Cullen.

Mi mirada se topo con la de Oliver, quien seguramente había mirado hacia mí al notar que una persona se me había acercado. Luego y con mucha lentitud, lleve mi vista hacia arriba, encontrándome con la mirada del hombre de pie junto a mí.

—Trish —me llamó, con un tono muy tranquilo—, sigues viéndote igual que…

—¿Desde qué te fuiste?

Él soltó un suspiro como resignado.

—Sí, desde que me fui.

Hubo un silencio incómodo y yo bajé la mirada para no tener que verlo a los ojos.

—¿Me puedo sentar? —preguntó, inseguro.

Yo hice una seña con la cabeza para indicarle que lo hiciera.

—Gracias por aceptar esto —dijo, una vez que estuvo sentado frente a mí—. Sé que no debe ser fácil para ti…

Yo asentí, sin decir nada. No era como que quisiera hablar demasiado, en realidad, prefería escucharlo hablar a él y saber porque se aparecía en ese momento.

Me di cuenta de que se veía muy distinto a como se veía en las fotos que tenía mamá, ya que no podía recordar bien como se veía cuando estaba en mi vida aun, pero las fotos que había en álbumes familiares las había visto más grande y se veían bastante distintas al hombre que tenía enfrente. Sí, las facciones eran las mismas, pero se veía… destruido. ¿Había envejecido tan mal?

Estaba muy delgado, con la piel seca y no tenía cabello… nada de cabello.

Entonces, algo se vino a mi cabeza. Comenzaba a tener una teoría de por qué quería verme.

—Trish, yo sé que lo que les hice a ti, a tu madre y hermanas estuvo mal. Fue algo horrible que ningún padre debería hacer —comenzó—. Debes saber que tuve mucho éxito en la vida laboral y económica, pero nunca fui feliz y creo que era lo que merecía.

Sí, no le iba a debatir eso.

—Nunca quise volver a acercarme a ustedes porque… bueno, ¿para que hubiera servido eso? —cuestionó—. Pero ahora, siento que tengo una deuda que saldar, especialmente contigo y tus hermanas…

Entonces comenzó a buscar algo en su billetera y sacó un papel que supuse, era un cheque.

—Nunca nada podrá pagar o revertir el daño que les hice, pero creo que esto te puede ser de mucha ayuda y yo ya no lo voy a necesitar a donde voy —dijo, extendiéndome el cheque.

Yo lo tomé por inercia y lo desdoblé para ver lo que decía. El número escrito en el cheque era cincuenta mil dólares y el nombre de la persona a la que iba dirigido era Trish Cullen.

Levanté la mirada como buscando una explicación a eso y supuse que él lo había entendido porque sin esperar a que respondiera, comenzó a hablar:

—Sé que no es mucho, menos considerando que estuve ausente en tu vida todos estos años, pero te pueden servir de algo —insistió—. Preferí evitarte los tramites del testamento, en especial porque sé que estas lejos de aquí y dudo que quieras relacionarte con mi familia.

No, claro que yo no quería relacionarme con su nueva familia de la que ni siquiera conocía su existencia hasta ese momento.

—Ah… —fue lo único que salió de mi boca.

Mi padre me quedo mirando y supuse que esperaba que dijera algo más expresivo.

Sacudí mi cabeza levemente para concentrarme y poder formular alguna frase.

—¿Por qué? No entiendo porque me das esto, ahora —dije, esperando una explicación esta vez.

En realidad, ya me había hecho una idea, pero necesitaba más detalles.

—Trish, me quedan tres meses de vida a causa de un cáncer al estómago —dijo—. La operación y la quimioterapia simplemente no funcionaron y ya no hay nada que hacer, este cáncer avanza muy rápido.

Bien, era más o menos lo que en esperaba. Claro, no había podido adivinar el tipo de cáncer, pero por como lucia, supuse que debía ser uno muy destructivo.

Claramente, como persona de ciencia y alguien que había estudiado química y farmacia, sabía lo que significaba tener cáncer de estómago. Ese tipo de cáncer se solía encontrar en un estado muy avanzado y la mortalidad era bastante alta por esa razón. Mientras más avanzado estaba un cáncer, más difícil era curarlo. También, el cáncer de estómago explicaba su tan bajo peso, ese era uno de los típicos síntomas o efectos del cáncer de estómago.

—Lo siento… en serio —dije.

No era mentira. Sí, lo aborrecía, no lo consideraba mi padre y todo eso, pero nunca le había deseado una muerte miserable y destructiva.

—No, no tienes que sentirlo. La vida llega a su fin en algún momento —dijo—. Solo hazme el favor de tomar este dinero… es lo mínimo que te puedo dar después… después de lo que hice. Al menos algo bueno quiero hacer por ti.

—Eh… está bien, pero yo no soy la única…

—Tranquila, hablaré con tus hermanas después —me dijo—. Espero que también les sirva de algo. Por mientras, no les comentes nada, por favor.

Yo asentí.

—Tranquilo, no suelo verlas seguido. Probablemente no las vea hasta las fiestas —le aclaré.

Y para ese entonces, él estaría muerto, por más cruel que sonara.

—Bueno, eso es todo, Trish —dijo—. No quiero disponer más de tu tiempo y creo que ya no es momento de entrar en tu vida.

—En ese tienes razón —le dije—. Ya es tarde.

Podía ser que estuviera con un pie en la tumba (o más, incluso), pero no me interesaba formar una relación familiar para ese entonces, menos si duraría menos de tres meses. No creía que fuera positivo para ninguno de los dos.

—Que te vaya bien, Trish —me dijo, para luego levantarse de la silla—. Adiós.

—Gracias… adiós —me despedí.
Sin decir más, mi padre camino hacía la salida de la cafetería.

Volví a mirar el cheque en mis manos. Podía parecer una interesada por haber aceptado eso, pero ¿qué importaba? El tipo no podría gastarse ese dinero antes de morir, al menos no en nada útil y, después de todo, eso compensaría algo de la manutención que me debía.

Fingiendo No Amar Al AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora