Capítulo 5: Preocupados

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Trish

Oliver había estado algo extraño en esa semana. Al principio había pensado que yo estaba exagerado debido a que me preocupaba que, después de todo, divorciarse de Ely le hubiera afectado de forma negativa. Si lo pensaba, había estado dos años viviendo con Ely, obviamente el cambio se le haría algo extraño.

Además del divorcio, yo sabía que Oliver trabajaba mucho en la semana, casi era imposible verlo por mucho rato, así que supuse que en unos días estaría mejor.

Mi preocupación aumento cuando el viernes por la tarde no apareció en el departamento de Carter y Grecia para pasar el rato y ver algunas cosas de la boda.

Habíamos quedado de juntarnos a las siete de la tarde y a las ocho y media, aun no había ni un miserable mensaje del abogado divorciado.

Carter y Grecia también estaban preocupados, pero no sabíamos que más hacer además de llamarlo.

—¿Estará en su oficina? —preguntó Carter.

—No lo sé —le dije—. Ya es tarde, pero hay días que sale aun más tarde que esto.

—Debe estar mal por lo de Ely —dijo Carter.

—Debería pensar positivo, no deprimirse, después de todo, se libero de su segunda mamá.

Carter y Grecia se miraron por un momento.

—¿No le dijiste? —le preguntó Carter.

—Tú trabajas con ella, pensé que le dirías...

Yo miré a Grecia y luego a Carter.

—¿Qué cosa tengo que saber que le par de idiotas no me dijo?

Carter soltó un suspiro, agotado.

—Larga historia, pero, básicamente, Grecia se enteró de que Ely le fue infiel a Oliver hace un año —me contó—. Y pues se lo dijo a Oliver el sábado...

Pestañeé varias veces, intentando comprender lo que acababa de oír. ¿Ely le había sido infiel a Oliver? Sabía que Oliver no era el gran partidazo del país, pero era un buen hombre que no se merecía eso...

—¿Qué hizo qué?

—Tranquila, Trish —me dijo Grecia—. Antes de pensar en comprar cocaína y plantarla en su auto, debemos saber qué pasa con Oliver.

Carter se levantó del suelo, ya que los tres estábamos sentados alrededor de la mesa de centro de la sala.

—Vamos a ir a buscarlo porque no creo que vaya a llegar.

Grecia y yo lo imitamos, y tomamos nuestros bolsos para salir del departamento.

Los tres bajamos en el ascensor hasta el subterráneo del edificio, donde estaba el estacionamiento y nos subimos al auto.

Grecia se subió como piloto, igual que siempre. Popularmente se creía que los hombres manejaban mejor, pero no era el caso de Grecia y Carter. Si ponías a Carter al volante, terminarías en una carrera clandestina y con un arresto.

Le di a Grecia la dirección de la oficina de Oliver, ya que la tenía guardada en mi teléfono y ella la puso en el mapa de su celular, mientras Carter lo miraba para dar indicaciones desde el asiento del copiloto.

—Dobla a la derecha... ¡No, izquierda!

—Carter —se quejó Grecia.

—Lo siento, a veces se me confunden.

Luego de unos diez minutos, llegamos frente al edificio de oficinas.

—Bien, yo iré por él. Espérenme aquí —les dije.

Fingiendo No Amar Al AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora