Capítulo 14: Amistad

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Oliver

Tal vez había sido una mala idea quedarme, pero en el momento que había aceptado, no había sonado tan mal.

Trish y yo nos conocíamos de hacía casi una década, habíamos dormido así muchas veces antes: en la universidad, en su casa en Minnesota, en ese departamento, hasta en la parte trasera del auto de Carter y Grecia cuando nos llevaban de paseo como si fueran nuestros padres; pero esa vez se sentía algo tenso el ambiente.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero en ese momento, Trish se giró para quedar mirando hacía mi lado. Parecía ya haberse dormido y cuando pensé que solo se acomodaría en su espacio, se acercó un poco más a mí y apoyó su cabeza en mi pecho. Luego, pasó su brazo por encima de mí y me abrazó.

La verdad, no me molestaba eso. Tampoco era la primera vez que Trish dormía así conmigo, de hecho, era raro que no me usara como un apoyo de alguna forma.

Pasé mi brazo por debajo de ella y rodeé su cintura. Era bueno saber que al menos ella podría dormir bien.

[...]

Cuando me levanté en la mañana, Trish seguía durmiendo plácidamente. Solía tener el sueño pesado y suponía que últimamente se encontraba más cansada de lo normal, por lo que tuve cuidado de no molestarla.

Fui a baño a cepillarme los dientes y luego a la cocina para hacerme un café.

Al ver que yo había despertado, Marie y Pierre se aprovecharon de la situación y comenzaron a pedir su desayuno, así que debí darles su porción correspondiente. Claramente, conocía perfectamente a esos gatos, desde la comida que comían, hasta la marca de arena y los juguetes que les gustaban. Para navidad, siempre les daba uno que otro de los juguetes que sabía que les gustarían.

Una vez que tomé mi café, acompañado de los dos gatos de mi amiga, me preparé para irme a casa. Antes de salir del departamento, fui al cuarto de nuevo para ver su Trish seguía durmiendo y sí, seguía casi igual que hacía quince minutos.

Me acerqué a ella un poco y le quité unos rizos del rostro, para luego dejar un beso en su frente.

Salí del cuarto para despedirme de los gatos con una caricia y me marché del departamento para volver al mío.

[...]

Carter me había invitado ese día a comer a su departamento y ya que Carter cocinaba mil veces mejor que yo, no me solía negar a sus invitaciones.

Grecia no estaba en ese momento, ya que había salido con su hermano London, quien estaba de visita en Seattle por asuntos de trabajo.

—Había algo que te quería preguntar —le dije a Carter en el momento en que estábamos sirviendo los platos con pasta en la mesa.

—¿De qué? —preguntó Carter, una vez que estuvo sentado frente a su plato.

—Despedida de soltero —dije.

En todo ese tiempo no lo habíamos hablado, por lo que no sabía si Carter esperaba que hiciéramos algo o no quería nada. Por mi lado, no era fan de esa clase de eventos, pero antes de mi matrimonio Carter me había llevado a un bar para embriagarnos... y luego Grecia debió ir por nosotros porque no podíamos mantenernos en pie.

Había sido una simple salida a un bar, sin bailarinas eróticas, sin prostitutas y sin drogas ilícitas; podría decir que había sido así por mi ética como abogado, pero sería una mentira. La verdad era que a mí no me parecían muy entretenidas esas cosas y yo sabía de varios abogados y jueces que olvidaban su ética y se involucraban en fiestas con prostitutas y menores de edad.

Carter se encogió de hombros.

—No sé... podríamos salir a beber algo en Verona.

—Suena bien. Nunca me he embriagado en el extranjero —comenté—. ¿Grecia te ha dicho si hará algo?

—No, pero dudo que haga algo increíble... a menos de que Trish tenga una idea.

Bueno, no creía que tampoco fueran a hacer la gran cosa, después de todo, Trish no podría llevar drogas en sus maletas y no tenía contactos raros en Verona.

—No lo sé, quizás irán a beber o algo así.

Suponía que al menos algo harían para celebrar antes de que Grecia comenzara su vida de casada. De hecho, tenía más fe en ellas que en nosotros. Trish era la más divertida del grupo si éramos objetivos y Grecia era, probablemente, la segunda, peleándose el puesto con Carter. Yo, por otro lado, ni siquiera entraba en la lista de los divertidos, ya el hecho de que fuera un abogado explicaba todo.

Una vez que me metí un poco de pasta a la boca, no pude evitar pensar en lo afortunada que sería Grecia al casarse con mi amigo.

A veces, muy de vez en cuando, me cuestionaba un poco mi amistad con Carter. En la universidad nunca habíamos sido tan íntimos, más que nada porque éramos muy diferentes. Aunque no negaba que habíamos funcionado casi a la perfección como compañeros de cuarto, me era difícil entender un poco nuestra amistad.

Carter y yo éramos polos opuestos. Por un lado, Carter seguía siendo la misma persona enérgica y un tanto bruta de siempre, con gustos por la ciencia y los deportes. Por otro lado, estaba yo, siendo un ser humanista, amante de las letras, tranquilo como una planta y que no sabía casi nada de deportes más allá de los nombres de algunos.

Quizás, ese trato estúpido que habían hecho Grecia y Carter casi una década atrás nos había unido a los cuatro por más diferentes que fuéramos, pero me seguía pareciendo extraño como nuestra amistad se había mantenido tan bien en el tiempo e incluso habíamos terminado viviendo todos en la misma ciudad.

Bueno, fuera lo que hubiera sido lo que nos había llevado a esa situación, era feliz y estaba agradecido. Después de todo, Carter, Trish y Grecia eran los mejores amigos que había tenido en toda mi vida y no los hubiera cambiado por nada del mundo.

—Amo tu herencia italiana —comenté con la boca algo llena.

—Y yo amo que la ames —me dijo, para luego darme una sonrisa.

Fingiendo No Amar Al AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora