dieciséis

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Un ligero peso encima de la castaña la hizo entreabrir sus ojos, la iluminación solar llenó la habitación y un suave beso fue depositado en sus labios de repente

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Un ligero peso encima de la castaña la hizo entreabrir sus ojos, la iluminación solar llenó la habitación y un suave beso fue depositado en sus labios de repente.

—Ya era hora de que despertaras, Jen —comentó suavemente, haciéndose a un lado para tomar la bandeja que había traído consigo—. Hice el desayuno, aunque no sabía si hacer el almuerzo en su lugar. Son las once de la mañana.

Ambas rieron mientras la mayor se reincorporaba sobre la cama y se acercaba a la chica, a quien le regaló un suave beso en sus labios cuando le tuvo a unos cuantos centímetros.

—Muchas gracias, nena. ¿Tú comiste?

Rosé asintió con una media sonrisa.

—Lo siento por no esperarte, pero parecías nunca despertar y yo tenía mucha hambre —puchereó mientras ponía la bandeja sobre sus muslos—. Además, siempre preferiré dejarte descansar un poco más.

—Eres la mejor, ¿lo sabías? —le sonrió y empezó a comer el delicioso desayuno-almuerzo que le había preparado, para luego detenerse por un segundo—. Bebé, ¿podrías pasarme mi celular? Creo que está conectado en el baño.

La aludida que se encontraba viendo televisión al lado suyo, se levantó y se dirigió hacia el baño a tomar el celular, se lo entregó y volvió a acostarse.

En cuanto estuvo por terminar su comida, el aparato comenzó a vibrar sobre sus piernas, así que apartó el plato a un lado y atendió la llamada entrante de este.

—¡Jennie! Cariño, por fin contestas. Estuve llamando hace unas horas, me preocupé un poco. ¿Cómo estás? —habló apresuradamente la voz femenina a través del celular.

Revisó extrañada las notificaciones de celular y se dio cuenta de que, efectivamente, había llamado al menos unas seis veces con algunas horas de diferencia.

—Oh, mamá, lo siento, sucede que apenas estoy despertando. No tuve mi celular cerca de mí por la noche —se apresuró a excusarse—. Pero estoy bien, tranquila.

—Me alegra escuchar eso, realmente espero que hayas podido descansar —dijo la mujer, quien era consciente de la pequeña dificultad de su hija al dormir—. Escucha, llamaba para invitarte a cenar en casa hoy, hace algún tiempo que no te veo, pero prometo que esta vez solo estaremos papá y yo. ¿Qué dices?

Definitivamente quería ir, pero pronto vino a su mente el hecho de que su madre aún no sabía que Rosé le estaba acompañando más seguido últimamente. Ni siquiera sabía que había regresado a Seúl, por lo que permaneció en silencio unos instantes en los que consideraba si era necesario comentarlo en ese momento o no, hasta que la rubia en cuestión habló.

—¿Sucede algo, Jen? —preguntó con curiosidad al verla absorta en sí misma tan de repente.

La mencionada pareció reaccionar y solo negó con su cabeza, dispuesta a explicarle la situación a su madre, aunque no quería incomodar a Rosé.

massages ↬ chaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora