Progreso.

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-- ¿Debería asustarme de que estes mirando en mi dirección? -- pregunta la joven, él está mirando fijamente al lugar por donde ella siempre aparece.

-- Es una medida para proteger mi corazón. -- ríe y se sienta a su lado. -- Porque como sigas así no quedará nada de él. --

-- No seas dramático. -- la heroína mira la caja de regalo a su lado. -- ¿Qué con eso? --

-- Oh, cierto. -- le extiende el objeto. -- Me costó, pero pude conseguirlo. --

Rompe el envoltorio y finge sorpresa cuando ve el libro. -- El libro de que te hable, muchas gracias. -- 

-- Eso no es todo, abre la primera página. -- extraña sigue la sugerencia. Se queda sin palabras al ver lo que hay escrito.

-- ¡No puedo creerlo!, es una..... ¡Es una firma del autor! -- la primera página cita:

"Querida rojita, así me dijo tú..... Amigo que te llamará. Me dijo que sabías tanto de mis historias que, en caso de que me olvidará algún detalle, tú serías la ideal para recordármelo.

Espero que encuentres este libro igual de interesante que el resto."

-- ¡Gracias!, ¡Gracias! -- no puede contener la emoción y se abalanza sobre el joven para darle un abrazo. Al principio lo sorprende, pero se recupera y logra devolver el abrazo.

Se mantienen así hasta que ella se da cuenta de lo que está haciendo. Carraspea un poco y decide mirar el libro para que no note el color de sus mejillas. 

-- ¿Cómo lo conseguiste? -- sube y baja los hombros.

-- Azares del destino. ¿Quieres escuchar la historia? -- asiente en respuesta.





-- No me recuperaré económicamente de esta compra. -- el joven termina de comerse su pan con chocolate.

Está paseando por las calles del centro, no tiene mucho por hacer. La verdad su plan era ir a Metrópolis, ciudad a unas horas, en caso de no encontrar el libro. Pero no fue necesario y ahora tiene tiempo libre.

Agradece, nuevamente, que ahora sean transitables sin temer que te hagan una operación de riñón. Al pasar cerca de un callejón puede escuchar el clásico sonido de unos ladridos. Al mirar encuentra a esos peludos ladrándole a un basurero.

-- Perros tontos. -- se ríe, pero al mirar bien nota que hay algo sobre este. -- Espera un segundo.... --

La oscuridad del lugar no le permitía ver al gato negro. Está obviamente asustado de los pulgosos. En un acto de valentía, o de locura porque pocos se meten con perros callejeros, se acerca a ellos.

-- ¡Afuera! -- hace el amago de que recoge algo del suelo y lo 'arroja' a los animales. Ellos, pensando que es una piedra, corren en dirección contraria a la del joven.

-- Perros idiotas. -- se acerca al gato, quien retrocede asustado. -- No te voy a hacer daño.... Pssst. --

El felino, en último atisbo de confianza, deja que él lo cargue. -- Tranquilo, esos feos pulgosos no te molestarán. Ellos cayeron ante el truco de la piedra falsa. --

Le habla como si fuera un bebé, pero solo hizo falta un gruñido para que se callara. Al girar puede encontrar a los perros mirándolo con enojo. Intenta hacer lo mismo que la otra vez, pero no funciona. Una vez caen, dos ya no.

-- ¡Miren, es Batman! -- hasta ellos le temen, por lo que giran en la dirección que señala el joven. Al no ver nada, vuelven la vista al frente. 

Solo para percatarse que él está corriendo a todo lo que las piernas le dan. No mira atrás, simplemente corre por las calles. Aún tiene el espíritu de delincuente, solo que el cuerpo ya no le acompaña.

Tiene que detenerse a tomar largas bocanadas de aire, para su suerte, los perros lo dejaron de seguir hace rato. Cuando ya siente algo de aire en los pulmones es que revisa al felino.

-- ¿Cómo te llamas? -- mira la identificación en su cuello. -- Bola de nieve, un nombre apropiado. -- 

El gato maúlla en respuesta. Está por revisar la información detrás de la placa, cuando escuchan a una persona gritar su nombre. -- ¡Bola de Nieve! --

-- ¡Señor! -- el joven agita la mano para que se acerque. Al ver a su mascota el desconocido corre hasta donde está.

-- Gracias al cielo que lo encontraste. -- le extiende al animal y lo toma entre sus manos. Este se restriega contra la mejilla de su dueño. -- ¿Cómo puedo pagarte? -- 

-- No tiene que hacerlo..... -- al detallarlo bien se da cuenta que lo ha visto en algún lado. Busca en su mochila y saca el libro, abre la primera página y mira la foto del autor. -- ¡Es usted! --

-- Sí, parece que te gusta mis libros. -- comenta con orgullo.

-- No. -- responde con sinceridad. -- Pero a mi amiga le encantan, se sabe cada detalle de sus historias. --

-- Una chica con buenos gustos. -- responde con la intención de que el capte la indirecta, pero no lo hace.

-- Le haría mucha ilusión si le pudiera firmar esto. -- asiente y el joven busca una pluma.

-- ¿Cómo se llama? -- medita unos segundos, no puede decir que Batgirl porque eso causaría muchas preguntas. Un apodo estará bien.

-- Póngale rojita. -- lo mira extrañado, pero no dice nada. Escribe una dedicatoria larga, pero eso no es todo.

-- Tus agujetas están desatadas. -- señala y el joven se agacha para amarrarlas. Aprovecha el descuido para escribir algo más en los capítulos finales.

-- Listo, así no le daré un beso al pavimento. -- el hombre ríe, le extiende el libro y la pluma.

-- Cuídate, chico, y gracias por rescatar a Bola de Nieve. -- el mencionado maúlla, agradeciéndole en su idioma.

Al final se despide y corre a casa para prepararle la sorpresa a la joven. En ningún momento vuelve a abrir el libro.

Conociéndote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora