Navidad.

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Barbara nunca había tenido muchos amigos, si acaso los había tenido. Solo podía recordar a Sally en el jardín, que al poco tiempo la traicionaría por Beth, quien le daría más plastilina para jugar.

Al llegar a la escuela ya era una sabelotodo, siempre era la que levantaba la mano y respondía toda clase de preguntas. Razón por la que se había ganado el rechazo de sus compañeros. Muchas veces se encontró llorando en el regazo de su madre, dado que el oficial Gordon siempre estaba de servicio.

Nada mejoró cuando fue a la preparatoria, para ese entonces su círculo social se limita a su familia. La mayor parte de esta la pasó en la comisaría de Gotham, ella podía cuidarse sola, pero su madre trabajaba y su padre no le apetecía dejarla sola en casa.

Por lo que parte de su adolescencia se pasó viendo a los corruptos oficiales pasearse de un lado a otro. Más de una vez sonrío con orgullo cuando llegaban con la nariz fracturada, o alguna costilla en el mismo estado.

Dado que el justiciero los había encontrado en una escena criminal como cómplices. No fue hasta que llegó ser nombrada Batgirl que pudo tener una conversación con alguien que no compartía grupo sanguíneo.

El primero de ellos Dick, en ese momento Robin, quien se encargaba de molestarla cada que podía. Después de eso le siguió Tim y por último Kara, quien llegó a la tierra no hace mucho. Pero más allá de amigos del trabajo no había conseguido mucho.

No faltaba las personas que intentaban coquetearle, pero no pasaban de idiotas que no podían despegar la mirada de su pecho. Así que no sabía cómo sentirse, siempre pensó que no necesitaba amigos.

Que con los mencionados era suficiente, aunque con la mayoría no hablaba más allá del trabajo. Pero con la llegada de aquel joven no sabía que pensar. Le agradaba, mucho, pero se debatía si a él le agradaba Batgirl o Barbara.

La respuesta para ella era obvia, le agradaba la justiciera. No la conocía, más allá de la breve conversación en la biblioteca. Por eso se preguntaba: ¿Qué es ella para él? Ahí si no tenía una respuesta fácil.

No creía que la consideraba una amiga, tal vez solo una conocida con la que pasaba el rato. A lo mucho una compañera, aunque no tuvieran causa común. Aunque una parte de ella se recuerda que de esa misma forma es como lo ve.

La niña interior, aquella que pasó los cumpleaños sola con su madre, a la que nunca la invitaron a una pijamada y a la que nunca le llegó una invitación al baile de graduación; quiere creer que es la primera persona que puede llamar amigo.

-- No puede ser. -- ríe al ver lo que lleva puesto. -- ¿Es enserio? --

-- ¿Qué tiene de malo? ¿Acaso la barba no pega? -- el joven acaricia la maraña de pelusa que lleva en el rostro. -- Aparte mamá dice que me veo bien. --

-- Las madres les dicen a sus hijos que son lindos. -- le aclara.

-- Buen punto. -- cede ante eso. -- Pero al menos yo no espanto a los niños. ¿Has pensado en colocarle luces de navidad al logo de Batman? --

-- ¿Si sabes algo sobre el termino: pasar desapercibido? -- 

-- ¿Tú sabes sobre el termino: espíritu navideño? -- ríe y se sienta a su lado.

-- ¿Por qué llevas eso? -- 

-- Ayude a mamá a llevarle regalos a los niños del orfanato de Gotham. -- se enternece ante eso.

-- Eso es muy dulce de tu parte. -- 

-- Siempre me gustaron los niños. -- se percata de lo que dijo. -- Eso sonó como cura de iglesia, perdón. --

-- Es bueno que lleves alegría a esos pequeños. -- comenta con cariño.

-- Tú salvas a la ciudad de loquitos y cocodrilos. Los mortales hacemos pequeños cambios. -- agarra el regalo junto a él. -- Pero no me olvide de alguien tan fastidiosa y con fobias parecidas a las de un niño. --

Acepta el regalo, una caja algo grande que notó al llegar. Al romper el envoltorio y abrirla, suelta una gran carcajada. Dentro, encuentra un peluche de pingüino con un cuchillo de tela bordado en una de sus alas.

-- Feliz navidad, rojita. -- se queda unos segundo admirando el regalo.

-- Lamento no tener nada para ti. -- se siente apena por no pensar en él de esa forma.

-- No pasa nada, uno les regala cosas a los amigos sin esperar nada a cambio. -- esas palabras toman por sorpresa a la joven.

-- ¿Amigos? -- de inmediato siente que metió la pata e intenta justificarse.

-- Lo siente si asumí cosas...... Yo solo..... Perdón. -- ahora se siente como un idiota, acaba de arruinar las cosas. Teme que ella no vuelva acercarse a él.

Pero todo eso se disipa al sentir unos brazos alrededor de cuello y como la joven le da un fuerte abrazo. Tarda unos segundos en corresponderle, pero cuando lo hace, le apega a sí lo más que puede.

-- Tú barba pica horrible. -- se separan entre risas, agradece que sea esto lo que no le deje ver el color de sus mejillas.

-- Gracias, de verdad significa mucho. -- responde en un susurro, ajusta el peluche a la parte trasera del cinturón y lo oculta con la capa. -- Debo irme, prometo que la próxima vez te traeré algo. --

Se despiden y solo ahí puede sacar ese estúpido montón de plástico de la cara. Solo lo llevaba para hacerla reír, cosa que funcionó. Ahora la gran pregunta que se hacía era: ¿Se había puesto en la friendzone por su cuenta? Respuesta corta: Sí.

Pero algunas personas dicen que debes retroceder un paso para avanzar dos. En este caso, ese paso sería crucial para avanzar un montón.









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