Capítulo 8: El Frío de una Tía

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Octubre había llegado con una frialdad que no solo se sentía en el aire, sino que parecía envolver cada rincón de la ciudad. Las hojas crujían bajo los pies, el viento susurraba entre los árboles desnudos, y las noches se alargaban con una penumbra que parecía nunca querer despejarse. Este cambio de estación trajo consigo no solo el despliegue de colores dorados y naranjas, sino también un frío inesperado en el corazón de Audrey.

La noticia que había recibido esa mañana, tan fría y repentina como el clima que la rodeaba, la había dejado tambaleándose en su mundo. Mr. Callum, el hombre con el que había compartido tantas esperanzas y sueños, estaba a un día de casarse con el amor de su vida. Audrey había conocido a Callum en un momento en que su vida parecía estar en equilibrio, y durante un tiempo, pensó que él sería la pieza que completaría su complicado rompecabezas emocional. Pero el destino tenía otros planes, y ahora, con su compromiso a punto de formalizarse, Audrey se encontraba sola en medio del invierno de su tristeza.

Esa mañana, se despertó con el primer rayo de sol apenas insinuándose entre las cortinas de su habitación. Me encontraba recostada a su lado intentando reconfortarla un poco, aunque fue imposible. Se levantó con dificultad, sintiendo el peso de su pena arrastrándola hacia abajo. Las noticias de la boda de Callum no solo habían hecho añicos sus recuerdos compartidos, sino que también le habían dejado un vacío que parecía difícil de llenar.

Es muy cierto que desde que termino su relación con mi profesor, ha salido con muchos hombres, pero con ninguno duró lo mismo que con Mr. Callum.

Mi tía decidió mantenerse en silencio y no permitir que nadie fuera de estas cuatro paredes la viera en su estado de melancolía. La compañía de otros le parecía una invasión a su dolor, una intrusión en su mundo sombrío que no deseaba compartir.

Mientras se preparaba para enfrentar el día, sus pensamientos giraban en torno a la imagen de Callum y su futura esposa Belle Boyer, como un eco constante en su mente. El frío que entraba por las rendijas de la ventana parecía coincidir con el frío que sentía en su interior. A cada paso, el suelo helado bajo nuestros pies le recordaba la distancia que había crecido entre ella y el amor que había perdido.

—Cariño —dijo Audrey con una voz suave, pero firme —, realmente aprecio todo lo que estas haciendo por mi esta noche. Sé de primera mano que no he sido la mejor compañía, y me siento mal por arrastrarte a esto.

Giré mi cabeza para verla a sus ojos fríos.

—No tienes que disculparte —respondí —. Estoy aquí porque me importa, y quiero que sepas que siempre estaré para ti.

Mi tía, tan linda, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación, regresó su vista al techo, pensativa.

—Lo sé, y eso significa mucho para mí. Pero quiero que disfrutes de esta noche también. Sé muy bien que Claus te ha invitado a salir. Deberías aprovechar esta oportunidad para disfrutar un poco. Tú también necesitas un respiro.

Fruncí el ceño, insegura. —¿Estás segura de que estás bien? No quiero dejarte sola en esta casa tan vacía.

Audrey sonrió débilmente, tratando de transmitir confianza. —Sí, realmente estoy bien. He estado sintiendo un poco de consuelo en esta noche, y creo que estaré bien. Tienes permiso para salir con Claus y disfrutar de su compañía. No quiero que te sientas atada a mí.

La miré con preocupación, pero vi la sinceridad en sus ojos. Asentí lentamente, comprendiendo la importancia de dejar a su amiga en un momento en que necesitaba espacio para reflexionar.

—Está bien —dijo Elina con una sonrisa cálida—. Iré a casa de Claus. Pero si necesitas algo, no dudes en llamarme, ¿de acuerdo?

—Claro. Tú tranquila y no te preocupes por mí. Que no es la primera vez que sucede —. Me guiño el ojo para después hacer que me levante.

Recuerdo I: El Recuerdo (B) ©Where stories live. Discover now