Era una noche fría y silenciosa en Nueva York, el tipo de noche en la que la ciudad parecía envolverse en un manto de misterio. Me encontraba acurrucada bajo las sábanas, disfrutando del suave calor de mi cama. Había sido un día largo, lleno de caminatas, en el bullicio de una ciudad que nunca dormía. Estaba a punto de dejarme llevar por el sueño cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe, iluminando el cuarto con la luz del pasillo.
—¡Elina, no vas a creer lo que encontramos! —la voz de Coralee resonó en el pequeño espacio, rompiendo el silencio y llenándolo con su energía contagiosa.
Aún medio dormida, me incorporé sobre los codos, parpadeando para ajustar sus ojos a la luz. De por si que estaba medio ciega y Coralee no ayudando mucho que digamos, ella estaba parada en el umbral, con Ackley y Claus justo detrás de ella. Ambos tenían una expresión que mezclaba emoción y travesura, como si acabaran de descubrir el secreto mejor guardado de la ciudad.
—¿Qué encontraron? —pregunté, aún adormilada, mientras intentaba entender el motivo de su entusiasmo.
—¡Un club swinger! —exclamó Ackley con una sonrisa maliciosa, dejando que las palabras colgaran en el aire.
Fruncí el ceño, confundida. ¿Un club de nadadores?. La ciudad era extraña, pero incluso para Nueva York, un club exclusivamente para nadadores me parecía algo inusual.
—¿Un club swimmer? —respondí, tratando de no sonar demasiado desconcertada.
Por un momento, el silencio se apoderó de la habitación antes de que Coralee rompiera a reír, una risa que rápidamente fue seguida por la de Claus. Ambos se miraron, divertidos, Cora y Ackley se acercaron, para explicarme con calma.
—No, mi amor. No un club swimmer. Un club swinger —dijo, pronunciando la palabra con cuidado para asegurarse de que Elina la entendiera bien.
Mi rostro se convirtió en carmesí al darme cuenta de mi error. Había escuchado historias sobre clubes swinger, pero siempre habían sido rumores lejanos, algo que nunca pensó que experimentaría de cerca.
—Oh... —murmuré, sin saber qué más decir.
Claus, claramente disfrutando de mi incomodidad, se acercó e inclinó hacia mi con una sonrisa juguetona.
—Vamos, Elina. Esto será una experiencia única. Algo que no se ve todos los días. Deberías venir con nosotros.
Titubee un poco, la idea me intrigaba, pero también le provocaba un nerviosismo palpable. ¿Ir a un club swinger? algo completamente fuera de mi zona de confort y definitivamente con algo que no pensé que descubriría en persona. Pero como siempre, la curiosidad mató al gato.
—Bueno... —empecé a decir, buscando las palabras adecuadas—. Supongo que podría ser interesante.
—Eso es lo que quería escuchar —dijo Claus, dando un paso atrás con satisfacción—. Nos vamos en una hora, así que prepárate.
****
El taxi nos dejó frente a un edificio discreto en un barrio que, a esa hora de la noche, parecía estar sumido en un sueño profundo. Me bajé del vehículo con una mezcla de emoción y nerviosismo, sus ojos recorriendo la fachada del lugar. Desde afuera, nada parecía fuera de lo común. Una simple puerta de madera, luces suaves que filtraban desde las ventanas superiores, y una pequeña placa de bronce que, sin mayor pretensión, solo decía "Club Privado".
Al cruzar la entrada, fueron recibidos por un hombre de mediana edad, vestido con un traje elegante que, sin embargo, no lograba ocultar una cierta aura de desenfado. Les dirigió una sonrisa cordial, pero sus ojos parecían evaluarlos con cuidado.
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Recuerdo I: El Recuerdo (B) ©
Teen FictionElina siempre ha sentido que algo le falta en su vida; la compañía de alguien con quien compartir sus sueños y miedos. Por otro lado, él ha vivido en la soledad, anhelando el calor de un amor sincero. Sus caminos se cruzan por una serie de casualida...