Después de un rato, me encuentro recostada en el sillón en casa de Cora, mientras mamá Aurora se mueve por la cocina preparando la cena.
—Lina, acércate, cariño —me llama Aurora con voz cálida desde la cocina.
Me levanto del sillón con pereza y me siento en un taburete frente a la isla de mármol, cruzando los brazos y apoyando la cara sobre la superficie fría.
Tengo miedo. ¿Y si elijo enfermería? ¿O tal vez medicina? ¿Qué pasa si decido seguir una carrera relacionada con el cine? No sé qué hacer. La frustración empieza a invadir cada rincón de mi ser hasta que escucho una voz cercana.
—¿A qué tanto le das vueltas, pequeña? —Aurora me deja una taza de chocolate caliente frente a mí, pero no tengo ganas ni de tomar mi bebida favorita.
El ruido de alguien sentándose a mi lado me hace levantar un poco la cabeza. Al ver quién es, regreso a mi posición inicial. Ackley me da un beso en la coronilla.
—Aún no sabe qué carrera elegir —dice con voz comprensiva, y eso solo aumenta mi deseo de llorar.
Ackley tiene una forma especial de hacerme sentir segura. Huele a hombre, pero de una manera sutil, nada abrumadora. Cada vez que lo abrazo, siento que estoy en casa. Levanto un poco la cabeza y veo a Coralee en la cocina, sacando unos macarons del horno.
—Cariño, no dejes que eso te agobie. Aún queda más de ocho meses —Aurora posa una mano reconfortante sobre mi cabeza. A veces siento celos de mis amigos; ellos tienen madres que los aman, a su manera, pero los aman.
Vuelvo a colocar la cabeza sobre la isla y me relajo. Por primera vez en la semana, me permito dejar de cargar con el peso de mis preocupaciones. Me siento más liviana, y mis alrededores empiezan a oscurecer.
Es extraño que me sienta más en casa en la casa de mis amigos que en la mía. No es que no me guste estar en casa; la amo porque está Audrey, pero la sensación de abandono crece en mi mente cuando estoy sola. Empiezo a sobrepensar y me convenzo de que me dejan sola porque no quieren pasar tiempo conmigo.
—Lina... —un susurro me hace abrir los ojos pesadamente. Mi visión borrosa me permite ver la silueta de Ackley recostado a mi lado.
—Chiquita... —vuelve a hablarme.
—Cállate —le digo malhumorada, lanzándole una almohada y volteándome hacia el otro lado.
Ackley me abraza por la espalda, y siento una ligera humedad en la parte superior de mi columna vertebral. ¿Ha estado llorando? Me pregunto mientras la somnolencia se aleja de mí. Me doy la vuelta y quedamos cara a cara.
—¿Qué pasó? —pregunto en un susurro.
Froto mis ojos y veo que sus ojos están muy rojos.
—Terminamos... —dice, mientras las lágrimas recorren sus mejillas. Me apresuro a limpiarlas con mi pulgar. Me acomodo un poco, y él me abraza, apoyando su cara en mi pecho.
—No te preocupes, siempre terminan volviendo —le digo, intentando tranquilizarlo.
Siempre supe que su relación con Jessy era tóxica. Jessy solía provocar celos con otros chicos, y Ackley respondía dejándole de hablar durante varios días. No diré que Ackley tenía toda la culpa, porque él también cometió errores al no enfrentar la situación desde el principio.
Más tarde, Ackley se ofrece a llevarme a casa. Durante el trayecto, hablamos sobre la necesidad de terapia. Aunque Jessy inició el conflicto, Ackley también contribuyó al problema al seguirle el juego.
—Gracias por traerme —le digo, cerrando la puerta del auto y deteniéndome un momento en la ventana.
—No hay de qué, mi muñeca —responde con una sonrisa torcida. Es el único al que le permito llamarme así.
—Te quiero muchísimo —le digo, lanzándole un leve beso. Me doy cuenta de que él va a estar bien, porque al final del día, es Ackley, y siempre hace lo posible por estar bien.
Entro a casa y, afortunadamente, no hay nadie a la vista. Camino hacia la cocina, dejo mi mochila en el suelo y me quito los zapatos en el proceso. Hay una nota en el refrigerador.
«Recuerda tomar tu medicina,
Audrey»Tomo el frasco de pastillas y lo dejo sobre la isla, luego saco algo para comer del refrigerador. Mientras preparo mi cena, pienso en lo que dijo mamá Aurora. Aún quedan más de ocho meses, pero no es solo cuestión de elegir una carrera. También tengo que prepararme para el examen de admisión. Aunque en las universidades estadounidenses no siempre se usa un examen, tengo que investigar las opciones de carrera y la modalidad de ingreso.
En fin, hay muchas cosas que no tengo cabeza para enfrentar en este momento. Tal vez mi destino sea emprender, pero ¿en qué?
—Buenas noches —dice mi tía Audrey con gentileza. No la escuché llegar mientras estaba sumida en mis pensamientos.
—Buenas noches —murmuro en respuesta, sin saber por qué.
Audrey me observa con una mirada extraña antes de hablar de nuevo.
—Evans.
—¿Qué?
—Ese chico, Claus Evans. Me enteré de que llevas varios días charlando con él.
Asiento, extrañada. Hace unos días le mencioné a él mientras cenábamos sushi. Creo que finalmente el medicamento si está haciendo efecto.
—Recuerdo que cuando me ayudabas a revisar los expedientes de los alumnos recomendados, me hablaste más sobre ese chico —dice Audrey mientras se acomoda en uno de los taburetes de la isla y abre mi frasco de medicamento.
—¿Qué tiene que ver él en esta conversación? —pregunto con una sonrisa nerviosa.
Audrey deja caer dos pastillas en la mano y mira entre el medicamento y yo.
—Bueno, el otro día estaba revisando los expedientes de los alumnos recomendados para las universidades, pero en esta ocasión era para eliminarlos —hace una breve pausa, y siento un escalofrío. ¿Será que me está hablando a mí? — Evans es uno de ellos. Tal vez podrías ayudarlo. Es uno de los mejores estudiantes de su clase, pero lamentablemente no podrá serlo más si reprueba ciencias.
La conversación gira sobre su destino y el porqué no puede reprobar. La miro durante unos segundos mientras pienso en esa posibilidad. ¿Qué le diría a Evans? Un "Oye, descubrí que estás a punto de reprobar y, por ende, no podrán enviar tu carta de recomendación a Princeton. ¿Necesitas ayuda?" o quizás un "Hola, me dijeron que te está yendo mal en ciencias. Aunque te esfuerzas y tienes gran ambición, si repruebas, no podrás ir a Princeton"?
—¿Qué se supone que haga? —digo entre dientes.
¿Se supone que yo le daré la noticia?
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Recuerdo I: El Recuerdo (B) ©
Novela JuvenilElina siempre ha sentido que algo le falta en su vida; la compañía de alguien con quien compartir sus sueños y miedos. Por otro lado, él ha vivido en la soledad, anhelando el calor de un amor sincero. Sus caminos se cruzan por una serie de casualida...