° . ੭ El mesero y el príncipe sapo | MAXLEY

° . ੭Cap X - pt. 1 🐸

𔗨۪ 𝆬 .Trahison inattendue... ° . ° . ੭

—Bradley

Mi ritmo era rápido y preparaba el café con más dedicación, esta vez con una actitud diferente a los demás días, con más energía y alegría, claramente sabía la causa de esa actitud; Max.

Era un día muy agradable eso si, preparando los pedidos escuche una canción que me recordó a alguien muy especifico.

♫︎~Put your head on my shoulder
(Pon tu cabeza en mi hombro)

Whisper in my ear, baby
(Susurrame al oído, bebé)

Words I want to hear, tell me
(Palabras que quiero escuchar, dime)

Tell me that you love me too
(Dime que tú también me amas)...~♫︎

No pude evitar pensar de nuevo en ese pelinegro, haciendo que se me revolviera el estómago <<el amor a veces da asco>>, pensé.
Quien lo diría, soy un loco enamorado de un greñudo de dudosa procedencia que se viste como vagabundo, se suponía que era de gustos más finos no exóticos, pero que le puedo hacer, uno se enamora de quien menos piensa.

Entre los clientes percibí una persona muy bien conocida; Roxanne, quien se había vuelto un cliente muy frecuente y una amiga para mi.

—Hola Bradley, lo de siempre por favor— sentándose con cuidado.

—Vaya, vaya por fin te dejas ver enana—tomé una taza y comencé a servir, un capuchino como a ella le gusta.

—Tenía que salir de mi pequeña cueva, ya sabes en busca de nuevas pociones para mis hechizos de duende— bromeó.

Era una suerte que me siguiera el juego y no se molestará.

—Lindo suéter, te queda bien—observando con detalle lo que llevaba puesto.

—Gracias, aunque es de Maxie, me lo presto fue un lindo gesto de su parte—metí mis manos en los bolsillos y balanceé mi cuerpo de un lado al otro.

—Oh, ya veo, siempre muy caballeroso el—dijo con sutil molestia.

—Bien aquí tienes—le entregué su capuchino—es una lastima no poder hablar más contigo Roxanne, pero me tengo que ir—mencione con pena.

—¿Qué, tan rápido me abandonas?— preguntó con una fingida tristeza.

—Se acabo mi turno y tengo algo de prisa, ya sabes dos trabajos, bueno cuídate—dije con apuro antes de irme.

—Adiós, nos vemos supongo—se despidió.

Me fui casi volando de la cafetería ya que me había retrasado un poco y sabía muy bien que a Elisa no le gustaba la gente impuntual, en cuanto ĺlegue hice lo que había dejado a medias; armar ramos lo favorito de la gente, se habían vendido como pan caliente los últimos días. <<Si tan solo yo también pudiera recibir uno, seria muy feliz, pero no solo en mi funeral claro>>, pense.

Y entre cliente y cliente uno se hizo destacar.

—Mira a quien tenemos aquí, ¿qué se te ofrece galán?—me recargue en el mostrador.