Parecían diamantes, o debían de serlo para ser tan bellos. El sol debía ser de oro y el camino a casa tendría que ser otro. Esta tarde, cuando las calles se inundaron de cristales contemplé con admiración la mansedumbre del imperio del caos.
Hoy, cuando hube terminado de mendigar centavos en una pequeña fuente donde suelo ir todos los días y me dirigía al camino por donde suelo regresar, aconteció un acto que me pareció importante a pesar de ser algo bastante normal.
Del cielo cayeron cristales, ¡eran realmente cristales! Unos tan grandes que al chocar con el duro suelo se rompían con violencia y sus esquirlas se regaban por todas partes. Al caer sobre mi piel dolieron y se resbalaron, al caer sobre la grama se perdieron y al caer sobre el camino formaron alfombras incapaces de ser pisadas.
La brisa llevaba a los cristales hacia diferentes partes, y unos se enredaron en mi ropa mientras que otros terminaron en la ventana de la casita que hay al frente. Cuando pasaban las grandes maquinas de hierro con sus imponentes ruedas, movían las alfombras de cristales, pero nunca las hicieron desaparecer.
El sol no estaba durmiendo, sino que acompañaba a la brisa en su mecer, y al toparse con los cristales los exhibió frente a todos. Los cristales eran diamantes, diamantes que eran como oro, oro que era como fuego, fuego que en realidad era solo agua.
Los árboles hacían su sonar junto a los cristales, tan sutil era su melodía que era imperceptible en una ciudad llena de ruido. Le acompañaban los pajaritos que vivían en sus ramas, con un silbido suave pero lleno de alegría. El viento también traía sonido, y se le unieron las ranas y las ardillas. Era toda una sinfonía que solo mis oídos podían escuchar.
Y como era de esperarse, todas las personas corrían, se ocultaban de la cristalería de las nubes y de la purpurina del cielo. El aire se hizo denso, y los diamantes cubrieron no sólo el suelo, sino la vista, el tacto y el oír también.
Era mágico.
El imperio del caos se había hecho presente, sus tropas musicales, sus soldados en batalla con luminosos trajes y su grandeza imperial dentro de un pequeño lugar en mi pecho. Cuando iba pasando, dejó su bandera alzada en lo alto, desde aquí abajo se apreciaban todos sus colores y la longitud de esta cubría todo el cielo.
Las alfombras cristalinas desaparecieron, el ruido de la ciudad volvió a tomar lugar, pasó la tarde, pasaron los diamantes, los cristales dorados cuyos rastros aún caían de entre las hojas de los árboles. ¿A donde irá la lluvia? Aún llueve en mi cabello, aún llueve entre calle y calle, aún llueve en la ventana de la casita y en los parabrisas de los autos, debajo de los árboles llueve más que fuera de ellos, incluso la brisa la llevaba.
La lluvia se había ido, pero ella todavía estaba en el camino a casa.
![](https://img.wattpad.com/cover/234749703-288-k626735.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Relatos para adultos con insomnio
Short Story¿Quién no ha tenido insomnio alguna vez? Yo sí. Los dolores de cabeza que te producen son horribles, pasas horas y horas revolviéndote como un gusano en la cama y ni con diez golpes de tu cabeza contra la pared logras reparar nada (y tal vez sólo te...