Hazel y Caleb se conocen demasiado bien a pesar de que un océano los separe. Hace años se quisieron con locura. Ahora... bueno, ahora se toleran.
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Hazel escapó de Oakville, Ontario, cuando cumplió los dieciocho con el fin de ser diseñadora de int...
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Nunca había creído que un mensaje podría cambiar mi vida por completo.
Hasta hoy.
Cuando escapé de Oakville para mudarme a Londres y estudiar en la universidad, pensé que sería un viaje de no retorno. No miré en lo que dejé atrás, solo quería huir, vivir mi sueño y lograr esa independencia que tanto ansiaba.
Acariciar la libertad.
He de confesar que los primeros meses sí le di muchas vueltas, sobre todo no paraba de pensar en Caleb. Sus ojos sorprendidos, llenos de dolor y suplicándome en silencio que no me fuera venían a mí cada noche que no podía dormir. Luego el tiempo pasó y comencé a olvidar. A centrarme en la universidad y poco a poco Caleb, Oakville y toda su historia se esfumó.
Pero ahora todo eso ha vuelto a mí como un maldito boomerang.
―¿Hazel estás bien?
La voz de Gwen me saca de mi ensoñación. Bloqueo el móvil y lo dejo sobre la mesa como si quemara. Sigo sin creerme lo que acabo de leer. Si no fuera porque mi amiga me observa con preocupación y roza mi brazo con su mano sintiéndose todo real, juraría que estoy en mitad de una pesadilla. Siento el peso de la realidad volviendo a mí mientras Gwen sigue mirándome, su preocupación evidente.
―¿Qué pasa? ―pregunta, su tono suave pero lleno de inquietud.
Dudo antes de hablar, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
―Es un mensaje sobre mi abuela... ―Mis palabras salen en un susurro, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo más real―. Ella... Ella acaba de fallecer.
El silencio que sigue a mis palabras es denso y pesado. Gwen, con sus ojos abiertos de par en par, parece asimilar la noticia con una mezcla de sorpresa y tristeza. Su mano en mi brazo se aprieta ligeramente, como si intentara ofrecerme algo de apoyo.
―Oh, Hazel... ―su voz tiembla al decir mi nombre, y veo cómo busca las palabras correctas, algo que nunca es fácil en momentos como este. Porque da igual lo que digas, el dolor va a seguir estando ahí.
La noticia de la muerte de mi abuela me ha golpeado con una intensidad que no esperaba. El primer motivo es que, al menos en nuestra última conversación, ella parecía encontrarse bien. Sabía que tenía algunos achaques propios de la edad, pero dentro de lo que cabe, estaba bien. Me resulta difícil aceptar que todo haya sucedido tan de pronto, sin tiempo para despedirme de ella.
El segundo motivo, es que su fallecimiento me empuja, de alguna manera, a regresar a Oakville. Después de tanto tiempo construyendo mi vida en Londres, la idea de volver a ese lugar del que hui se siente como un balde de agua fría. Mis planes, mi independencia, todo acaba de ponerse en la cuerda floja.
Gwen, al ver la lucha en mi rostro, ajusta su posición en la silla y me observa con una mezcla de preocupación y comprensión.
―No sé cómo enfrentar todo esto ―digo, la voz temblando con nerviosismo―. La idea de regresar a Oakville me desestabiliza. Sentía que había construido algo nuevo aquí... No quiero volver, Gwen.