04 | La habilidad de alterar mi mundo

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Miro por segunda vez el vaso de chupito y suspiro antes de beberme todo el líquido de una

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Miro por segunda vez el vaso de chupito y suspiro antes de beberme todo el líquido de una. El licor desciende por mi garganta, cálido, apagando momentáneamente el caos en mi cabeza. Es el tercero que me bebo en lo que va de noche y siento que debería parar antes de que las cosas se compliquen. A pesar de que mañana no trabajo, no quiero despertarme con una resaca, pero algo en mí no se decide a parar. Respiro hondo, dejando el vaso sobre la barra, pero ya sé lo que viene.

—¿Otro? —pregunta el barman, con una ceja arqueada, ya listo para rellenar el vaso sin siquiera esperar mi respuesta.

Dudo por un momento, mirando el vaso vacío. El calor del alcohol empieza a instalarse en mi cuerpo, relajando los músculos tensos, pero mi cabeza ya me advierte de lo que sucederá después. Lo miro un instante más, sopesando mis opciones, antes de deslizar el vaso hacia él.

—Uno más —murmuro—. Solo uno más, y ya.

El sonido del licor golpeando el cristal llena el aire, seguido por su respuesta:

—¿Qué te trae por aquí hoy? —insiste el barman, apoyándose sobre la barra, curioso.

—Huir, supongo —respondo, antes de llevarme el vaso nuevamente a los labios.

—¿De qué? —pregunta él, como si realmente le importara, mientras seca un vaso con un trapo.

—De mí mismo —contesto con una sonrisa amarga.

La música me empieza a taladrar los oídos como un martillo implacable, golpeando una y otra vez, sin tregua. El murmullo del bar, las risas, las conversaciones del resto, todo se mezcla en un ruido caótico que amenaza con desbordar mi mente. Cada sonido parece entrelazarse con mis pensamientos, empujándome al borde del abismo.

Me paso la mano por la cara, como si eso pudiera borrar el malestar que se va acumulando en mi interior. El licor, que hace un rato parecía una buena idea, ahora me pesa en el estómago.

El bar, que al principio era un refugio, ahora se siente como una trampa, una en la que cada segundo que paso aquí, me acerca más a perder el control.

—¿Todo bien? —pregunta el barman, su voz apenas rompiendo la confusión de mi mente.

Abro los ojos y lo miro, incapaz de ofrecerle una respuesta clara. ¿Todo bien? Ni siquiera estoy seguro de lo que significa eso ahora.

—Todo bien... —respondo, aunque ni yo me lo creo. Mi voz suena apagada, distante, como si perteneciera a otra persona.

El barman me observa por un segundo más, como si estuviera evaluando si debería insistir o dejarlo pasar. Finalmente, asiente lentamente y sigue con lo suyo, dándome el espacio que claramente necesito pero que, en el fondo, me asusta.

Apoyo los codos en la barra, paso una mano por mi cara y suelto un suspiro largo, intentando encontrar algo de alivio en el aire denso del bar. Después me levanto del taburete dispuesto a abandonar el bar y volver a casa.

Todo lo quiero contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora