Capitulo Cinco

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¡Que se cambiase de ropa! ¿De dónde iba a sacar ropa?, pensó desesperadamente Fluke. La mayor parte de su ropa estaba en la habitación que le había alquilado Jean, y además, no era el tipo de ropa que pudiera llevar a una comida con Ohm Thitiwat.

Su madre y Fluke solían usar ropa de segunda mano. Tal vez no les hubiera quedado perfecta, o no hubiera sido del género o color que ellos hubieran elegido, pero les había servido para abrigarse y vestirse decentemente.
Pero, ¿qué más daba? Seguramente él no esperaría que él pareciera un modelo, ni lo llevaría a un lugar demasiado distinguido.

Y ahora que lo pensaba mejor, no había necesidad de que lo llevase a ningún sitio. Podría haberle hablado de sus «planes para él» en el momento. Y él no debería de haber aceptado la invitación, se dijo. Pero cuando le había rogado que aceptase, no había podido resistirse, pensó, mientras se ponía unos vaqueros viejos limpios y una camiseta color turquesa.

¡Era su primera cita con un hombre al que normalmente verían con personas sofisticadas y él iba vestido como si fuera a trabajar en el jardín de la casa!
Pero no era realmente una cita. Lo que sucedía era que Ohm estaba preocupado por su posible embarazo y por la posibilidad de que él dijera en público que él era el padre.

Fluke se cepilló el cabello hasta que este brilló como la seda y se puso brillo en los labios para sentirse un poco mejor.

Si Ohm quería que él se quedara allí hasta que supieran si estaba embarazado, podía mentirle, si era necesario. No le gustaba mentir, pero en aquella situación se justificaba.
No tendrían la prueba hasta dos semanas más tarde, pero él no lo sabía. Así que en un par de días, por ejemplo, podría decirle que no estaba embarazado, y marcharse.

No podía soportar la idea de que él lo estuviera observando, lamentando lo que había sucedido, cuando para él había sido algo tan hermoso. No quería que le arruinase los recuerdos de lo que habían compartido. Prefería intentar superar el amor que sentía por él a su manera, a su tiempo.
Se quitó las zapatillas y se puso unos zapatos de cordones. Ya estaba listo. Se dispuso a poner su mejor cara cuando fue a su encuentro.

Ohm le abrió la puerta de su Mercedes plateado. Fluke intentó no fijarse en lo apuesto que estaba con aquel suéter de cachemira negro.

Debía permanecer inmune a su presencia. Iban a hablar de un asunto importante; de los planes que él tenía para él. Así que debía guardar la compostura si quería impresionarlo y hacerle ver sus derechos acerca de su propio cuerpo.

Pero su compostura se vio debilitada cuando después de un rato de conducir en silencio, Ohm detuvo el coche y le dijo: —Querías ver la cabaña del jardinero, ¿verdad? —Ohm se giró en el asiento y, rodeando el respaldo del asiento de Fluke con su brazo, añadió— ¿Es por alguna razón en particular? Es una cabaña normal, no tiene nada de interés, que yo sepa.

Fluke sintió un nudo en la garganta. Tenía ganas de llorar, pero giró la cabeza para que él no notase lo afectado que estaba.

Por el modo en que Ohm había aparcado, no podía ver bien la cabaña si no se movía y se acercaba a la cabeza de Ohm.

Con dedos temblorosos, Fluke se desabrochó por fin el cinturón de seguridad y abrió la puerta.

Salió del coche, deseando que sus piernas lo sostuvieran mientras miraba el lugar donde había nacido su madre. Una punzada de añoranza le dio en el corazón.

La cabaña tenía un techo a dos aguas. Unas cortinas relucientes adornaban las pequeñas ventanas. Salía humo por la chimenea y la rodeaba un jardín con rosas y narcisos, salpicado de berzas.

A un lado había un viejo peral, del que colgaba un columpio. ¿Estaría allí desde que su madre había sido niña? ¿Se habría columpiado su madre entre las flores, soñando con su futuro? Sueños que se habían transformado en una pesadilla...

Inocente confesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora