Capítulo Once

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Lo que menos le apetecía a Fluke era enfrentarse al nuevo día. Finalmente había podido dormirse entre el llanto, y cuando Paquita lo había despertado a las diez con el desayuno en la cama, hubiera querido hundir su cara en la almohada y decirle que se marchase.
Pero se acordó de sus modales y, a pesar de todo, le agradeció el desayuno. La mujer lo dejó en una mesa pequeña que había debajo de una de las ventanas.

Fluke fue al cuarto de baño de su habitación, donde vio sus ojos rojos y su nariz roja, muestra de su desdicha.
El descubrimiento de que no estaba embarazado fue el golpe final. Aunque debería de haber sido un alivio, recibió la noticia con desazón.

Abrió el ropero y se preguntó qué ropa se pondría.

Al parecer, era bastante estúpido. En lugar de estar celebrando la noticia de no ser padre soltero cuyo hijo llevaba los genes de un manipulador capaz de extorsionar por dinero, se ponía triste por no llevar en su vientre un hijo de Ohm.

Su estado de ánimo era el de un duelo. ¿Por un bebé que no existía? ¿Por la pérdida del amor?

Debía alegrarse de haber descubierto a tiempo el tipo de hombre que era Ohm. Al fin y al cabo, había encontrado a su padre, y este era un buen hombre. Y eso debería bastarle para ser feliz, ¿no?

Eligió un traje pantalón azul, que era lo más sobrio que encontró en la maleta.

Hubiera preferido ponerse sus viejos vaqueros y una camiseta. Se sentía mal por usar la ropa que le había comprado Ohm; lo hacía sentir el tipo de persona que aceptaba regalos por los servicios prestados.

Se estaba cepillando el cabello cuando entró doña Elvira.

Esta le sonrió y le dijo:
—¿Qué tal te encuentras?

—En estado de shock —dejó el cepillo y miró a aquella mujer elegante y cordial.

—Debe de haber sido un encuentro muy emotivo —comentó doña Elvira.
Evidentemente, la mujer hablaba de Marcus y no del shock que había supuesto el descubrimiento sobre su hijo.

—Pero ha sido un encuentro feliz, ¿no? He desayunado con Marcus, y él me ha contado todos los detalles. ¡Está muy contento! — luego suspiró mirando el desayuno y exclamó—: No has comido nada. Debes comer. El café debe de estar frío. Pediré que te traigan café recién hecho.

—No, de verdad... Con el zumo es suficiente. No suelo comer casi nada en el desayuno —mintió. En circunstancias normales, solía comer bastante.

Doña Elvira lo hizo sentar frente a la mesa, y él obedeció. Sería mejor hacer un esfuerzo, si no, su anfitriona empezaría a sospechar que le ocurría algo.

Mientras Fluke bebió obedientemente el zumo de frutas, Elvira se sentó en una silla frente a él y le dijo:
—Tu padre es un hombre honorable, Fluke. Debe de haber amado profundamente a tu madre como para olvidarse de sus promesas de matrimonio. Siempre fue muy cuidadoso con Lucía, hasta el final de su vida. Nunca la habría abandonado, y él me ha dicho que tu madre aceptó que fuera así. El no sabía que ella estaba embarazada de ti cuando desapareció. Lo crees, ¿verdad?

Fluke asintió con la cabeza, las lágrimas le nublaban la vista. Su madre había tenido una vida tan dura a causa de su decisión... Pero al menos había hecho lo que le había parecido que era lo que debía hacer.

—¡Lucía había sufrido una pérdida tan grande que Marcus no podía fallarle! ¡Ella confiaba en él y habría sido un duro golpe que ella perdiera esa confianza! Para él debió de ser muy terrible que ella enfermase tan pronto en su vida matrimonial. Ambos deseaban desesperadamente tener hijos, y desgraciadamente eso no ocurrió. Pero ahora Marcus te tiene a ti, y se siente muy feliz. Si te digo la verdad, ¡no puede dejar de sonreír!

Inocente confesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora