23] El ataque a Tejones

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Sinapsis estaba molesta.

—¿Y se presentan así sin avisar? —preguntó con enfado.

—Eso me han dicho —contestó James, su joven ayudante.

—¿Y que pasa si no quiero atenderlos?

—No creo que sea buena idea, señora.

—¿Por qué? ¿Te han amenazado?

—Oh, no para nada —contestó James en tono tranquilizador—. Han sido muy amables, pero han venido con un... pequeño convoy.

—¿Cuántos son?

—Más de cincuenta, y todos son portadores.

—¿Todos? —preguntó Sinapsis con increudlidad.

—Me temo que sí.

Hubo una pausa y Sinpasis se levantó para contemplar su pueblo desde la ventana. En el fondo, sabía que algo iba a salir mal. Había conseguido el poder demasiado fácil, incluso para ella. Solo tuvo que controlar al ayudante de Gregor y a un par de terratenientes que dirigían a los soldados que protegían la ciudad.

Su vida había estado llena de altibajos, y ya estaba acostumbrada a que, tras una subida repentina e inesperada, llegara una caída igual de rápida y sorprendente.

—Está bien —dijo Sinapsis con tranquilidad—. Avisa a los soldados, iré contigo para recibirlos.

James asintió y abandonó el despacho con presteza, dejando a Sinapsis con un leve dolor de cabeza y un vacío en el estómago. Se avecinaba algo malo, lo sentía.

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Miguel estaba cansado de esperar. Llevaba sentado delante de aquella puerta de metal más de una hora.

—¿A que hemos venido?

—No te preocupes, solo queremos conocer a nuestros vecinos —respondió Vorax con tranquilidad. Estaba sentada a su lado, comiendo una especie de fruto seco que Miguel no supo indentificar—. ¿Quieres?

Miguel negó con la cabeza y la miró.

—¿Y para eso traes un ejército?

—No es un ejército, es mi guardia personal —respondió Vorax con una sonrisa. A pesar de su edad, se mantenía joven. A penas tenía canas, o mucho menos arrugas.

—¿Y si no nos reci... ?

De pronto, la enorme puerta de metal se abrió, y bajo el umbral aparecieron dos personas. Una mujer alta, esbelta y de cabello negro, y a su lado, un chico joven, de no más de veinte años, de cabello rubio y piel morena.

—¡Bienvenidos! —exclamó Sinapsis con entusiasmo—. Sed bienvenidos a nuestra ciudad.

—Muy buenas, amigos. Yo me llamo Vorax y venimos de Arda, la ciudad más importante del reino —dijo Vorax. Se acercó a ellos con tranquilidad y les tendió la mano, primero a uno, y luego a otro.

—¿Reino? —preguntó James en voz baja.

—Es un placer conoceros —dijo Sinapsis—. Yo soy Sinapsis y este es mi ayudante, James. —Hizo una pausa y la miró—: Y dime, ¿a qué se debe la visita?

—¿No sabéis lo de Nueva Esperanza? —preguntó Vorax sorprendida. Sonrió y miró a Sinapsis con atención, sin pestañear.

Crónicas del Apocalipsis: El Despertar de las AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora