En algún momento, siglos o milenios atrás, el Patio de la Espada debió ser el lugar más bello que uno podía encontrar en la Fortaleza. Era un pequeño espacio circular con baldosas de mármol, rodeado por columnas que sostenían un elegante sistema de balcones y galerías superiores. Había una delicada fuente justo en su centro, también de mármol, con la escultura de un héroe sosteniendo una espada negra en alto. La estatua debía representar a algún guerrero olvidado del Sindicato, pero, como todo en la Fortaleza, el tiempo había hecho estragos. El rostro del héroe era una masa erosionada de piedra, sin rasgos distinguibles, y el agua de la fuente a sus pies se había estancado y secado hacía ya mucho. La vegetación reclamaba de a poco el patio, emergiendo a través de hierbajos y enredaderas que brotaban entre las baldosas y se adherían a las columnas como una pátina verde y mullida.
El caballero en brillante armadura que aguardaba junto a la fuente desentonaba en medio de aquella imagen decadente.
Aunque era la primera vez que lo veía, Aiden adivinó al instante quién era.
«¿Este hombre...? ¿Aquí...?»
El caballero llevaba una gruesa capa de viaje para protegerse del frío, pero se la había echado hacia atrás, sobre los hombros, dejando a la vista una coraza plateada de exquisita factura. El rostro que los miraba con el ceño fruncido estaba perfectamente afeitado, pese a que debía llevar varios días en el camino, y tenía el largo cabello negro atado en una coleta que le caía sobre un hombro.
Aiden no se dejó intimidar por su mirada. Se la sostuvo mientras ingresaba junto a Hágnar al patio, desviándola apenas un instante hacia las tres líneas azules en su brazal derecho. Aquello lo corroboraba. Conocía la insignia a la perfección: se encontraban nada más y nada menos que en presencia de Davenn Evedane, capitán de la guardia real de su majestad. No solo se trataba de su altísimo rango, los Evedane eran los señores de Vado Escudo, una familia cuyos orígenes se remontaban a la fundación del antiguo imperio de Dulgardon. Muchos de sus miembros habían servido en cargos de gran importancia a lo largo de los siglos, llegando incluso a unirse en matrimonio con la casa real en más de una ocasión. Davenn, de hecho, era primo segundo del mismísimo rey, y había crecido como pupilo de la corona en Dominio Alto. Él y Gádriel se conocían desde niños, y su gran amistad era célebre en todo el reino. ¿Qué hacía un hombre de semejante importancia en la Fortaleza? El Maestro había dicho que deseaba hablar con ellos... ¿Alberion le habría contado al fin al rey que lo había sorprendido en su biblioteca privada? ¿Había venido a buscarlo a él? Pese a que la posibilidad resultaba inquietante, no permitió que la preocupación se reflejara en su rostro. Se mantuvo impasible, mientras Hágnar, ajeno a sus pensamientos, se inclinaba en una reverencia que habría sido la envidia de cualquier cortesano.
—Capitán Evedane —dijo en tono solemne. Por supuesto, él también lo había reconocido—. ¿A qué debemos el placer?
Davenn Evedane los contempló con el ceño fruncido durante un largo instante, como si estuviera evaluando si podía concederles o no el grandísimo honor de su tiempo. Aiden notó que no estaba solo. Había otros tres caballeros de la guardia de pie bajo las galerías, mirándolos, con las manos descansando sobre el pomo de sus espadas. Estaban tan inmóviles que prácticamente rivalizaban con la estatua en la fuente seca.
—¿Aiden y Hágnar el Rojo? —preguntó al final. El ceño en su rostro parecía inamovible.
—En efecto, capitán. Yo soy Hágnar. El hombre aquí a mi lado es Aiden. El Maestro nos ha informado que deseabais vernos.
—Así es. —El tono de Evedane era demasiado brusco para pasar por amable. Los miró de uno en uno—. ¿Alguno de ustedes conocía a Quent el Taciturno?
«¿Quent?»
Aiden sintió que el corazón se le aceleraba. Su amigo Quent no había acudido al Consejo, y, según les había informado Wex, no se sabía absolutamente nada de él desde hacía más de medio año.
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Crónicas de Kenorland - Relato 11: Desenlaces
FantasyTras los sucesos de la Prueba, Aiden y Hágnar se disponen a saldar nuevas y viejas deudas antes de abandonar la Fortaleza, pero una inesperada visita cambiará para siempre sus destinos. Mientras tanto, en el Norte, Alayna descubrirá los verdaderos h...