04.

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    – Por dios, levanten esa cortina de una vez por todas. ¡Tú! Trae las ropas del príncipe, ¿El baño ya está listo? Hoy están todos tan lentos. – La reina se zambullía como un pez fuera del agua, autoritaria, paseándose por la habitación con rapidez. – ¡Aegon, despierta de una maldita vez!

  El joven no se movió ni un poco, sumido en un agradable sueño. Ni siquiera la luz golpeando directamente en su rostro perturbaba sus felices sueños. Acomodaba la cabeza de un lado a otro, y los cabellos le cubrían parte de la frente. Una pequeña sonrisa dibujaba la expresión del platino.

  Alicent se mostró exasperada. Con frustración arrebató la cobija del cuerpo de su hijo, dejándole parcialmente desnudo. El muchacho se contrajo sobre sí mismo al sentir el frío en gran parte de la espalda y las piernas, respingándose y quejándose en voz alta del incesante dolor de cabeza. La mujer, sin paciencia alguna, le proporcionó un sonoro golpe en la mejilla, obteniendo el resultado que esperaba. Los ojos violetas se abrieron alerta, y no tardó en ponerse de pie con dificultad.

  Cayó sentado sobre el lecho al sentirse mareado, adolorido y cansado. Se talló los ojos con pereza, aun sin ser consciente del todo que estaba frente a la reina.

    – Es el colmo contigo, ¿Cuándo aprenderás? – Se quejaba, moviéndose de un lado a otro, empujando a las mucamas para que fuesen más rápido. – Es tarde, vas a darte un baño y te vestirás. No puedo creer que deba hacer esto aún, ¿Cuánto bebiste anoche, Aegon?

  Palabras y más palabras. La verdad no estaba comprendiendo nada. Ni la molestia de su madre por haberlo encontrado dormido. Estaba muy seguro que no habría acontecimiento importante ese día, por lo que no veía problema en haber bebido una o dos copas demás y dormir hasta un poco más tarde de lo usual.

    – No te quedes sentado como un idiota, levántate. – Exigió de inmediato, tirando de la mano del susodicho, quien se puso de pie a medias. – Báñate y quita esa peste de tu cuerpo. Y no lo repetiré otra vez, apresúrate.

    – Madre, no estoy entendiendo, ¿Por qué tienes tanta prisa? ¿Qué es lo que quieres?

  Alicent se volteó con enfado, incapaz de procesar lo que estaba diciendo su primogénito. Parecía ser una broma de mal gusto. Una que no le hacía gracia en absoluto.

    – Prisa... ¿Sabes la hora que es? ¿Quieres quedarte en cama todo el día, Aegon? ¿No tienes cosas por hacer? Al menos deberías verte presentable. – Espetó con enfado. Como siempre... – Por lo menos deberías ir a entrenarte con Aemond, ser de utilidad para tu padre, aprender. Pero no, estás aquí, en la hora punta, aún medio dormido. – Chasqueó la lengua, girando su cuerpo hacia la puerta. – Eres... Un verdadero desastre...

  Aegon le observó con confusión, desconcertado de pronto por las reacciones de su madre, y el repentino cambio de comportamiento. Siempre le gritaba y le decía palabras repletas de desdén, sin embargo, se limitaba a eso, no a obligarlo a tener actividades productivas durante el día.

  El baño fue breve, tan rápido que ni siquiera notó que había entrado a la tina, también se puso las prendas de manera veloz. Dentro de pocos minutos se encontraba listo para comenzar el día, aunque era un poco tarde para llamarlo productivo. Se rió de sus propias ideas, pensando en lo furiosa que se había visto la reina.

  Le gustaba imaginarla a veces con una enorme cabeza, roja de furia, que crecía un poco más cada vez que gritaba. Eso sí sería un espectáculo para ver.

  Caminó por los pasillos con parsimonia, moviendo la cabeza de lado a lado, con una canción que había escuchado del bufón real. Mencionaba algo semejante al príncipe Daemon y el aparente gusto por matar hombres, decía que coleccionaba las vergas de sus contrincantes, y las chupaba cuando se aburría de compartir el lecho con la zorra de Rocadragón. Le hacía gracia, a veces solo le gustaba quedarse sentado con el bufón contando y contando chistes, y burlarse de los idiotas que eran usados para estos. Aemond y Helaena no compartían esta afición de reírse, ni de beber con él, ni de entretenerse en general.

Calor [Jacegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora