11.

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  Había sido encarcelado en sus propios aposentos, ahora limpios y prolijos. Ya no existía evidencia de la destrucción por ninguna parte. Se veían igual que siempre, luminosos y pacíficos. Y él estaba allí, en medio del lugar, con fuertes impulsos de destruir todo, una vez más.

  Ahora era un prisionero en su propio hogar. No; más bien siempre fue prisionero, y ahora las cosas no se habían modificado ni un poco. Era forzado a recibir algo que no quería, forzado a casarse, forzado a cumplir con el deber. Una monstruosa broma de los crueles dioses.

  Pensaba quizás en arrojarse por el balcón. La caída lo mataría, y si no fuese suficiente para acabarlo, por lo menos lo volvería lo suficientemente tonto como para no comprender ni una sola cosa de su entorno. Desvariaba con la idea de acabar esta locura, pero, ¿Qué pasaría entonces con el príncipe en los calabozos? ¿Quién, sino él, le protegería de la maldad de su madre? Su esperanza había sido que la princesa legitima se enterase de lo que había sucedido en desembarco del rey, y llegara a punta de guerra, montando a la feroz bestia dorada, junto a su marido y los otros cinco dragones que tenía bajo su lealtad. Que reclamara el trono como una conquistadora, se sentara allí, y perdonara la vida de sus hermanos, que solo habían sido marionetas en el juego de la reina regente. Aún con Vhagar en el juego, creía ser capaz de poder convencer a su hermano de no conspirar contra Rhaenyra. Dejarla hacer lo que ella quisiese.

  Pero Alicent había impedido que la noticia se difundiera. La muerte del rey era un misterio incluso para el gentilicio de la ciudad, y a este paso, la princesa de Rocadragón se enteraría una vez su cabeza fuese adornada por la corona que había pertenecido al rey. Iba a explotar una guerra inminente en cualquier momento a causa de las imprevistas noticias, y correría sangre de su sangre. Lo sabía, estaba seguro.

  No todo era malo. Si era coronado rey, Aegon podría hacer lo que quisiera. Una de esas cosas sería dar el absoluto perdón a Jacaerys, y le permitiría marchar a Rocadragón con su madre. Y si Rhaenyra quería tomar el trono, no lo impediría, no pondría resistencia. Se hincaría ante ella y pediría también por la absolución de sus hermanos.

  "Pagará tu lealtad con la sangre" Había comentado su madre, pero él sabía muy en el fondo, que aquello no era así. Rhaenyra era amada, tanto por su difundo padre, como por los habitantes del reino. La delicia del reino le decían, pese a ya no estar en sus mejores momentos físicamente, luego de haber parido a cinco y estar embarazada de una princesa. La mujer podría ser iracunda, y despreciarles como hermanos por su descendencia, pero no arrebataría vidas por razones infundadas. Aemond, Helaena y Daeron eran inocentes, y si quería tomar su cabeza por ser el usurpador de la corona, que así fuera.

  Jacaerys había sido prisionero de la corona desde el día de ayer. No podía verlo, no podía disculparse por no haber hecho nada cuando más le necesitaba. Era un inútil, como siempre, como le decía constantemente su madre. Ni siquiera podía levantar una espada en defensa del príncipe de la corona.

  Miró otra vez hacia el balcón, pensando en lanzarse, en acabar con todo de una vez por todas.

  Hoy se celebraría su matrimonio. Hoy, Helaena y él se unirían en nupcias, juntos para siempre, como se decía por las extensiones de Westeros. Su hermana se convertiría en su esposa. Una mujer que no amaba, que no deseaba, que le arrebataría esa ansiada libertad. Cada esperanza caía mientras el sol cruzaba por la ventana. Los dioses eran crueles al escribir los destinos de cada quien.

  Ya no podía llorar. Todo lo que le quedaba lo había dejado la noche anterior, cuando rogó junto a la puerta que le dejasen salir, que le dejasen ver a Jacaerys. Tenía los ojos hinchados ahora, tanto que sentir las cuencas empañarse era doloroso, rojos, repletos de sangre. Las ojeras profundas y muy marcadas, porque no había podido dormir a gusto pensando en que Jacaerys tampoco lo estaría haciendo en ese instante. Tampoco le permitían beber, entonces no podría olvidar.

Calor [Jacegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora