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— Te ves como un niño pequeño, Temo — Aristóteles me miró con diversión mientras buscábamos nuestra mesa para sentarnos, nos dirigía un mesero — Solo falta que des saltos en tu lugar.

— No le des ideas — contestó Mateo en ese traje elegante que había tomado del vestuario que había en el edificio. Aristóteles y yo traíamos otros esmoquins similares.

— Tomen asiento, caballeros.

— Les recuerdo una vez más que esta es mi primera vez en un lugar como este. Hay demasiada gente elegante aquí, mi nariz va a vomitar de tanto olor combinado que hay — tomamos asiento en una mesa con solamente tres asientos. En el medio se sentó Aristóteles y Mateo y yo a sus lados.

— Uno se acostumbra — contestó Mateo mientras veía los platos con botanas que habían en el centro de la mesa — Uy, mi mero mole — sobó sus manos.

Pero antes de que pudiera extender su mano sonreí al ver como Aristóteles la golpeaba — Te estás excediendo en comida, Mateo. Tú no comes tanto.

— Lo sé — sacudió sus hombros — Pero, últimamente me he sentido demasiado hambriento.

— Igual Diego ha estado así — me uní a su plática — Deberían ir con un doctor.

— Sí, ajá — tomó uno de los platos y después comenzó a comer descaradamente en nuestras caras.

Aristóteles y yo compartimos el mismo gesto virando nuestros ojos mientras sonreíamos de forma divertida por la actitud de nuestro amigo.

Finalmente, después de esperar una larga semana en mi casa soportando a mis padres y a sus insistencias estúpidas afortunadamente se llegó el día en el que vería como Aristóteles sería elegido para convertirse en finalista.

Al parecer solo seríamos nosotros tres, así que ahora nosotros nos manteníamos observando a toda la gente. Habían periodistas por todos lados, las cámaras en su mayoría nos rodeaban. Pero eso no fue lo que más llamó mi atención y no sólo la mía. La de Ely también.

No fue una, ni dos o tres. Habían demasiadas personas, mujeres, hombres, Alfas y Betas. Todos mirando hacia nosotros, no, hacia Aristóteles.

Pero no eran miradas normales o uno que otro vistazo. No, eran miradas obvias, cínicas e intensas. Dios mío, que incómodo.

Lo miraban con hambre, como si fuera un gran pedazo de carne.

“Como no se les caen los ojos pinches hambriados”

Regresé mi mirada hacia Aristóteles para ver si se sentía igual o peor que yo. Pero él se miraba entretenido mirando la transmisión de algo en una de tantas televisiones que estaban instaladas en este lugar.

Bueno, por lo menos no se ha dado cuenta.

Trato de hacer lo mismo que Aristóteles para distraerme, pero la intensa mezcla de olores de los lobos que estamos aquí me perturba y más por el hecho de que no hay omegas. O bueno, la mayoría de meseros y meseras son omegas.

Pero no hay más, solo Alfas y Betas.

Entonces, trato de no lucir incómodo. El hecho de que esté rodeado de Alfas imponentes y liderados me pone nervioso. Tal vez es por eso que extrañamente siento la calidez de una mano instalándose en mi pierna.

Al segundo observo aquel acto dándome cuenta de la mirada confundida de Aristóteles — ¿No quieres estar aquí?

— No — respondí al instante — No, no es eso — corregí — Es solo que, me siento cohibido.

Daddy, ¿Me Follas? // Adaptación AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora