-Es curioso cómo puede cambiar la vida de alguien tan simple como yo, solo por una maldita broma del destino, un simple campesino, siendo elegido para ser un héroe.-
-La princesa Flare del reino Jeoral, ella era la encargada de reunir a todas aquellas personas con la capacidad de ser héroes, pues ella era uno de ellos, por lo que tarde o temprano me encontraría por mi poder.-
-Un sanador, un héroe catalogado como mediocre, ya que solo sabe sanar, dada la redundancia, pero al menos sería útil, ¿cierto? No es tan fácil, pues mi poder de sanación no era como el de un mago convencional. Al curar a alguien, podía ver el origen de esa herida, recuerdos horribles, memorias desagradables, y, sumado a un cuerpo débil como el mío, cada hechizo se sentía como el infierno, un dolor recorriendo todo mi cuerpo, lo que me hizo inútil, según las propias palabras de Flare.-
-Ante mi negación de usar mi magia de curación, esa maldita perra me drogó una y otra vez, hasta que mi cuerpo no pudiera resistirse para obligarme a curar a los soldados heridos del reino, a quienes pagara un buen precio por mi poder. Pero eso solo era durante el día; durante la noche, me vendía a desconocidos que usaban los fluidos de mi cuerpo para superar su límite de nivel y hacerse más fuertes.-
-Día tras día, noche tras noche, pasé por ese maldito martirio hasta que mi cuerpo desarrolló inmunidad a las drogas. ¿Y luego qué? No podía escapar; Flare me encontraría. Solo me quedó acompañar a los héroes del reino en su lucha contra el rey demonio. Aunque claro, me negué a ayudarlos, y eso provocó sus muertes, dejándome solo contra el rey demonio, o debería decir reina, ya que era una chica de mi edad, la cual, sabiendo que perdió, solo se lamentó entre lágrimas de arrepentimiento.-
Rey demonio: Qué lástima, al final no pude protegerlos.