Pov's Tomás:
Apenas salí de la mansión, me subí al auto y empecé a manejar de vuelta hacia mi casa. Intentando olvidarme de lo que había pasado un tiempo antes mientras me concentraba mirando el camino.
Al llegar a mi casa, me di una rápida ducha para despejarme y procesar mejor todo y me tiré en la cama buscando tratando de relajarme y poder dormir un poco. Pero a pesar del cansancio, no podía dejar de pensar en Rubí.
Todavía me acuerdo de la última vez que la vi. Fue cuando estábamos en cuarto año de la secundaria. Antes de que yo dejara la escuela y me viniera a vivir a Buenos Aires. Ya habían pasado muchos años desde ese entonces, pero mis recuerdos seguían rondando por mi cabeza. Aunque alguno de esos recuerdos eran positivos, los que más permanecían en mi mente no lo eran en lo absoluto. Y en lugar de traerme nostalgia, evocaban frustración y resentimiento hacia ella. La cual a toda costa siempre traté de evitar sentir pero eso era imposible. La forma en que se distanciaba de mí sin previo aviso, el rechazo inesperado, sus mentiras, cuando intentaba evitar estar conmigo delante de otros y las palabras hirientes que nunca entendí del todo, se habían quedado grabados con intensidad.
Trataba de evitar sentir ese odio y ese rencor, pero era imposible no confrontar esos sentimientos ahora. Cada vez que pensaba en ella, la frustración y el resentimiento parecían revitalizarse, como si el tiempo no hubiera hecho más que intensificar esos viejos conflictos.
Ahora, al recordar ese momento, el dolor parece tan fresco como entonces. El tiempo no ha logrado suavizar el impacto de su decisión ni el resentimiento que me dejó. Esa tarde, Rubí no solo se alejó físicamente; dejó una marca indeleble en mi vida, un eco persistente de un pasado que se niega a desvanecerse.