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Capítulo 2: El Colapso

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Capítulo 2:
El Colapso

El cielo sobre Japón se iluminó con un destello cegador cuando la cápsula de escape de Lyara rompió la atmósfera terrestre. Una estela ardiente marcaba su trayectoria, dejando un rastro de llamas que se extendía como una cicatriz en el cielo nocturno. La cápsula, golpeada y desgastada por su viaje a través del espacio, era un testimonio de la desesperación y la esperanza. Dentro de ella, la última Elyssian y su leal guardián se dirigían hacia un destino incierto.

Cuando la cápsula impactó contra la tierra, el estruendo fue ensordecedor. Un terremoto sacudió el suelo, y en un instante, un cráter masivo se abrió en las afueras de una ciudad japonesa. El polvo y los escombros se elevaron en el aire, envolviendo la escena en una niebla densa que ocultaba la cápsula, ahora enterrada en el corazón del cráter. La energía residual de Elyssia Prime, aún latente en la nave, hizo que el aire alrededor chisporroteara con una electricidad inquietante, como si la propia atmósfera se resistiera a aceptar la presencia alienígena.

No pasó mucho tiempo antes de que la noticia del impacto se extendiera como un reguero de pólvora. Las sirenas comenzaron a sonar, y las luces azules y rojas de los vehículos de emergencia iluminaron la oscuridad. Helicópteros sobrevolaron la zona, mientras los reporteros, ansiosos por obtener la primicia, trataban de acercarse al lugar del accidente. La cápsula, con sus extraños símbolos y material alienígena, rápidamente captó la atención de los medios, pero fueron las autoridades quienes tomaron el control de la situación.

Entre los héroes que respondieron al llamado, Hawks fue el primero en llegar. Sus plumas, rojas como la sangre, cortaban el aire mientras descendía desde el cielo con una velocidad impresionante. El cráter era enorme, y mientras se acercaba, el calor residual del impacto aún irradiaba del suelo, creando una atmósfera sofocante. La cápsula, medio enterrada, emitía un brillo tenue, casi fantasmal, que contrastaba con la devastación que la rodeaba.

Cuando Hawks aterrizó suavemente en el borde del cráter, su mirada se centró de inmediato en la cápsula. Los extraños símbolos que la cubrían parecían moverse bajo la luz de la luna, como si estuvieran vivos. Había algo antiguo y misterioso en ellos, una energía que Hawks no podía identificar pero que lo hizo sentir una mezcla de curiosidad y precaución.

Avanzó con cautela, sus plumas extendidas a su alrededor, listas para cualquier eventualidad. Cuando se acercó lo suficiente, notó una pequeña abertura en la cápsula, apenas visible entre los escombros y las placas metálicas deformadas. Con un rápido movimiento, Hawks apartó los restos que cubrían la entrada, revelando el interior de la nave.

Lo que vio lo dejó sin aliento.

Allí, en medio del caos, yacía Lyara, inconsciente. Su cabello plateado, manchado de cenizas y sangre, caía en cascada sobre su rostro, ocultando parcialmente sus delicadas facciones. Su ropa de combate Elyssian estaba rasgada, casi irreconocible, pero aún dejaba entrever un diseño que no pertenecía a este mundo, con materiales que reflejaban la luz de una manera extraña, casi mágica. A su lado, Gorou, el lobo guardián, estaba tumbado, exhausto pero aún alerta. Sus ojos brillaban con una ferocidad que dejaba claro que estaba listo para proteger a su dueña, incluso al borde de la muerte.

Hawks se quedó inmóvil por un momento, su mente procesando lo que veía. Había algo etéreo en Lyara, algo que no podía describir con palabras. Su belleza no era simplemente física; emanaba una presencia que resonaba con la energía del universo, una fragilidad envuelta en una fuerza que solo podía provenir de un lugar muy lejano. Aunque estaba inconsciente, su mera presencia capturó la atención de Hawks de una manera que nunca antes había experimentado.

—¿Qué eres...?

Murmuro Hawks, más para sí mismo que para nadie en particular, mientras se agachaba para revisar su estado. Su instinto heroico, entrenado durante años de servicio, se activó de inmediato. No podía permitir que ella, quienquiera que fuese, permaneciera en ese estado vulnerable. Tenía que protegerla.

Mientras Hawks levantaba con cuidado el cuerpo inerte de Lyara, una sombra se cernió sobre ellos. El ejército japonés había llegado, y con ellos, una docena de científicos y expertos en tecnología alienígena. Rodearon la zona, estableciendo un perímetro mientras comenzaban a inspeccionar la cápsula y a sus ocupantes. Los soldados, armados hasta los dientes, apuntaban con cautela hacia el cráter, listos para cualquier eventualidad.

Hawks había logrado sacar a Lyara de la cápsula, pero justo cuando se preparaba para trasladarla, un rugido resonó en el aire. Gorou, el lobo guardián, se levantó de golpe, sus ojos brillando con una luz feroz. A pesar de su agotamiento, estaba dispuesto a defender a Lyara con su vida. Los soldados, viendo el peligro inminente, apuntaron sus armas hacia el lobo, listos para disparar.

—¡Alto! ¡Bajen sus armas! —gritó Hawks, extendiendo sus alas en un gesto defensivo. Sabía que un conflicto aquí podría ser desastroso. —No es una amenaza. Solo está protegiendo a su dueña.

Pero el lobo no se calmaba. Gorou se mantuvo firme, mostrando sus colmillos en un gruñido bajo y amenazante, dejando claro que no permitiría que nadie se acercara a Lyara. Sus instintos de protección estaban al máximo, y cualquier movimiento en falso podría desencadenar un ataque. Hawks, entendiendo la gravedad de la situación, dio un paso hacia Gorou, manteniendo sus manos a la vista y su voz suave.

—Escucha —dijo Hawks, manteniendo contacto visual con el lobo. —Sé que estás asustado y cansado. Tu dueña te necesita. Déjanos ayudarla.

Los ojos de Gorou, llenos de una mezcla de dolor y desconfianza, se encontraron con los de Hawks. Durante lo que pareció una eternidad, el lobo lo estudió, buscando alguna señal de engaño. Finalmente, como si entendiera las intenciones de Hawks, Gorou retrocedió, bajando la cabeza lentamente en señal de aceptación. Pero sus ojos seguían vigilantes, advirtiendo a todos de no acercarse demasiado.

Hawks dejó escapar un suspiro de alivio, agradecido por la tregua silenciosa. Se giró hacia los militares, que todavía estaban en tensión, y les dio una mirada firme.

—No son una amenaza —repitió, esta vez con una autoridad que no permitía réplica. —Vamos a llevarlos a un lugar seguro.

Los soldados, aunque reacios, bajaron sus armas, y el ambiente tenso comenzó a disiparse. Con sumo cuidado, Hawks levantó a Lyara en sus brazos, sintiendo lo liviana que era, casi frágil. Gorou caminó junto a ellos, vigilante, mientras se dirigían hacia un helicóptero militar que ya estaba preparado para llevarlos a un laboratorio de alta seguridad.

El viaje fue silencioso, lleno de incertidumbre. Hawks, sentado junto a Lyara y Gorou, no podía apartar la vista de ella. ¿Quién era esta mujer? ¿De dónde venía? Y, lo más importante, ¿qué significaba su llegada para la Tierra? A medida que el helicóptero se alejaba del cráter, con la luna brillando pálidamente sobre ellos, Hawks supo que estaba a punto de comenzar una nueva y peligrosa misión.

Lo que aún no comprendía era que esta misión, más que cualquiera anterior, cambiaría no solo su vida, sino también el destino del mundo.

Lo que aún no comprendía era que esta misión, más que cualquiera anterior, cambiaría no solo su vida, sino también el destino del mundo

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The Exilled Hero | Keigo TakamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora