Lyara Solariss, la última sobreviviente de un mundo destruido, llega a la Tierra buscando refugio. Con habilidades cósmicas que la hacen temida y admirada, debe enfrentarse a un pasado doloroso y un futuro incierto, mientras se forja un inesperado v...
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Capítulo 3: El Despertar
— Laboratorio Militar
El sonido rítmico de los monitores y el suave zumbido de las máquinas llenaban la sala estéril, creando un ambiente aséptico y despersonalizado. Lyara, aún envuelta en un profundo sueño inducido por el agotamiento, yacía en una cama de hospital rodeada de equipos médicos avanzados. Una red de cables y sensores estaba conectada a su cuerpo, monitoreando cada latido de su corazón, cada fluctuación en su energía. El cuarto estaba iluminado por una luz blanca y fría, sin sombras, sin ningún indicio de calor o vida.
Al otro lado de un grueso cristal reforzado, un grupo de científicos observaba con interés clínico, tomando notas y discutiendo en voz baja. El rostro de Lyara, aunque exudaba una belleza etérea, estaba marcado por el dolor y la fatiga, un testimonio mudo del sufrimiento que había soportado. Sus ojos, cerrados en un descanso inquieto, ocultaban las pesadillas que aún la acosaban.
De repente, los monitores comenzaron a parpadear, los gráficos de energía mostraron picos inusuales, y los científicos se inclinaron hacia adelante, anticipando el despertar de la alienígena. Pero cuando Lyara abrió los ojos, no fue con la calma que esperaban.
Su primer pensamiento fue de confusión; el entorno que la rodeaba era extraño, hostil. La familiaridad de Elyssia Prime se había desvanecido, sustituida por paredes frías y rostros desconocidos. El brillo estéril de la luz sobre su cabeza la desorientó, y cuando su mente, aún nublada, intentó procesar lo que estaba viendo, el pánico se apoderó de ella. Sus manos se aferraron a los costados de la cama, y su respiración se aceleró, mientras sus ojos recorrían frenéticamente el cuarto.
El vidrio frente a ella reflejaba sus propios ojos, ampliados por el miedo. Detrás del vidrio, figuras oscuras se movían, observándola como si fuera una criatura atrapada en una jaula. El instinto de Lyara, forjado por años de entrenamiento y refinado por la desesperación de la batalla, se activó al instante.
Una oleada de energía cósmica emergió de su cuerpo como un torrente imparable. En un abrir y cerrar de ojos, liberó una onda de choque que se expandió por la sala, desactivando cada máquina, cada monitor, cada sistema que estuviera conectado a la red. Las luces parpadearon y se apagaron, sumiendo la sala en una penumbra interrumpida solo por los destellos esporádicos de la energía residual que aún se manifestaba en el aire. Los científicos, tomados por sorpresa, retrocedieron apresuradamente, aterrados por la exhibición de poder que acababan de presenciar.
Las puertas automáticas se bloquearon instantáneamente en un intento de contener la amenaza, y la alarma de seguridad comenzó a sonar en todo el complejo. Pero para Lyara, el sonido era solo un eco distante, una insignificante nota en medio del caos que rugía en su mente. Había perdido todo: su hogar, su familia, su amor. Ahora, atrapada en un lugar desconocido y rodeada por quienes consideraba enemigos, la única respuesta que podía ofrecer era la de un animal acorralado: luchar o morir.
