DIEZ

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ੈ♡❂ Jason Todd ✪⸙͎᯽↲

Tarareo la canción pegajosa del momento mientras camino a la habitación de Damian.

No era muy fan de escuchar los temas en tendencia, pero fué imposible no memorizar la letra cuando muchos jóvenes en Gotham parecían locos con la música de Canario Negro.

Y debía darle mi aprobación a Dinah, incluso el pequeño demonio era fan de su música.

Me estremecí al pensar en Damian.

Estaba evitando pensar en el tema pero la situación actual en la que ni siquiera sale a patrullar es realmente estresante.

No sabíamos porqué actuaba así, pero todos sospechamos de ese híbrido mal hecho.

Todos volteamos el rostro fingiendo que no pasaba nada entre esos dos cuando tenían cierta tensión extraña, las únicas locas capaces de señalarlos decían harían linda pareja.

A mí nunca me gustó esa broma, pero tenía que aceptar que aveces parecían más unos recién casados que unos mejores amigos.

Y talvez debí hacer algo antes, porque ahora mi pequeño hermano parece un melancólico depresivo.

No sabíamos si su comportamiento era culpa de Jonathan, pero tenía mis especulaciones.

— Tú no necesitas un exorcismo, cállate.

Miré la puerta de la habitación de Damian cuando lo escuché hablar.

Era obvio que hablaba con alguien, pero no podía escuchar un respuesta clara.

¿Está hablando por teléfono?

— No, no es divertido. Eres estresante.

Me acerqué a su puerta cauteloso de no hacer ruido.

— Si, lo sé. Cierra la boca —se escuchó un murmullo raro— <tt> solo no me lo recuerdes, no fué mi mejor idea.

Tomé la perilla de la puerta y abrí un poco para ver dentro de la habitación.

— Por Oa, recuérdame porque somos cercanos.

Él estaba sentado junto a la ventana dibujando en su cuaderno, no parecía hablar por teléfono, aúnque podría tener audífonos.

Lo que llamó mi atención fué la pequeña ardilla negra sentada en el marco de la ventana.

Está... ¿Hablando con la ardilla? ¿Ya descendió a la locura?

Sentí un escalofrío extraño cuando se escuchó otro susurro tétrico y chillón.

Damian cerró su cuaderno y volteó a verme, lo que me hizo terminar de abrir la puerta.

— ¿Qué quieres? —preguntó a la defensiva—

Miré de nuevo el marco de la ventana, pero no había nada allí, y de hecho, la ventana estaba cerrada.

— … Alfred mandó a llamarte para comer unos dulces.

Frunció el seño.

Confesión Tardía | Jondami |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora