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Segunda Parte de 16

El tiempo pasó más rápido de lo que Henry hubiera querido. Cada día se despertaba con la misma promesa rota de dejar de ver a su amante, de enfocarse en la familia que estaba construyendo. Pero la atracción, la adicción a ese escape, seguía arrastrándolo hacia ella. El arrepentimiento y la culpa lo consumían en la noche, pero durante el día, la realidad se disipaba en las caricias y los susurros que recibía de alguien más.

Su novia, por otro lado, parecía cada vez más feliz y radiante. Estaba dedicada a la preparación para la llegada del bebé, hablando sin cesar de nombres, decoraciones y planes para el futuro. Henry la observaba, sintiéndose como un espectador en su propia vida, atrapado en una red de mentiras que él mismo había tejido.

Un día, regresó a casa después de una tarde con su amante. Intentó convencerse de que ese había sido el último encuentro, que ahora sí iba a ponerle fin. Pero en el fondo sabía que esa era solo otra mentira.

Al entrar al apartamento, todo parecía normal. Su novia estaba en la cocina, preparando la cena, con una sonrisa cálida que le hacía sentir como el peor hombre del mundo.

—Hola, amor —lo saludó, dándole un beso en la mejilla.

—Hola —respondió él, tratando de sonar natural, aunque la culpa lo ahogaba—. ¿Cómo estás?

—Bien, solo estaba pensando en cómo será nuestra vida cuando el bebé llegue. Estaba buscando algunas cosas en línea... —dijo ella, pero Henry notó una ligera vacilación en su voz.

Algo estaba mal. La forma en que lo miraba, como si estuviera buscando algo en su rostro, lo inquietaba. Pero decidió no indagar, temeroso de lo que podría descubrir si lo hacía.

La cena fue silenciosa. Ella hablaba de cosas triviales, pero su tono era diferente, más distante. Henry intentó sacarse esas ideas de la cabeza, convenciéndose de que solo estaba siendo paranoico.

Días después, mientras Henry estaba en la ducha, escuchó el sonido de su teléfono vibrando sobre el lavabo. No le dio importancia hasta que notó que el silencio del otro lado de la puerta era demasiado denso, demasiado inquietante. Cuando salió, envuelto en una toalla, encontró a su novia sentada en la cama, su teléfono en la mano, su rostro inexpresivo.

—¿Quién es ella, Henry? —preguntó, su voz tan suave que apenas la reconoció.

El mundo de Henry se detuvo. Sentía que todo el aire había sido succionado de la habitación. No había forma de evitarlo, no esta vez.

—¿Qué? —intentó ganar tiempo, aunque sabía que era inútil.

Ella levantó el teléfono, mostrándole la pantalla. Había un mensaje, uno que no había leído, de su amante, con palabras demasiado cariñosas como para ser malinterpretadas. Henry sintió el frío correr por su espalda.

—Por favor, dime que no es lo que parece —susurró ella, sus ojos llenos de lágrimas contenidas—. Dime que es un error.

Henry no encontró palabras. Todo lo que había temido durante semanas estaba ocurriendo frente a él. Quiso decirle que lo sentía, que todo había terminado, que había sido un momento de debilidad. Pero nada salió de su boca.

Ella lo miró por un largo momento, esperando algo que él no podía darle. Finalmente, suspiró, sus hombros temblando ligeramente.

—Lo sabía... —murmuró, más para sí misma que para él—. Lo supe desde hace un tiempo, pero no quería creerlo. Pensé que tal vez, solo tal vez, te habías dado cuenta de lo que tenías aquí.

Henry sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Quiso alcanzarla, decirle que iba a cambiar, que iba a arreglar todo. Pero ella lo detuvo con un gesto, apartándose antes de que pudiera tocarla.

—No tienes que decir nada, Henry —dijo ella, secándose una lágrima que había escapado—. No quiero oír excusas, ni promesas vacías. Sé que no te voy a dejar. No puedo hacerlo, no ahora, no con el bebé. Pero quiero que sepas algo.

Ella lo miró fijamente, su mirada firme a pesar del dolor que se reflejaba en sus ojos.

—Nunca voy a olvidarlo. Nunca voy a perdonarte. Pero por nuestro hijo, voy a quedarme. Y quiero que sepas que cada día que estemos juntos, recordaré esto. Y tú también lo harás.

Henry sintió el peso de sus palabras, un peso que sabía que lo acompañaría por el resto de su vida. Se quedó allí, en silencio, viendo cómo ella salía de la habitación, dejando tras de sí un vacío que él mismo había creado. Y en ese momento, entendió que su mayor castigo no sería la culpa, sino la certeza de que, a partir de ahora, cada día viviría con el conocimiento de que había destruido la vida que podría haber tenido, una vez más.

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Aquí segunda parte, pero sin un final feliz💔
Sean lindos lectores y voten por favor 🤍

𝑂𝑛𝑒 𝑆ℎ𝑜𝑡𝑠 | 𝐻𝑒𝑛𝑟𝑦 𝐶𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora