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Tercera y ultima parte del "16"

Los últimos meses habían sido un desafío para Henry. Después de la revelación devastadora de su infidelidad, había tocado fondo. Su novia, aún decidida a quedarse por el bien del bebé, le había dado un ultimátum: debía cambiar, o su relación estaría condenada, aunque siguieran viviendo bajo el mismo techo. Henry, enfrentado a la realidad de su destrucción, decidió tomar la oportunidad que aún le quedaba, aferrándose a la esperanza de redimirse y construir algo nuevo.

Día tras día, Henry se esforzó por reconquistar la confianza perdida. Rompió todo contacto con su amante, eliminando cualquier tentación de su vida. Pasó más tiempo en casa, ayudando a su novia con los preparativos para el bebé y asistiendo a todas las citas médicas. Empezó a mostrar un interés genuino por su futuro como padre, sumergiéndose en libros sobre paternidad, asistiendo a clases para padres primerizos, y hablando abiertamente sobre sus miedos y expectativas con su novia.

Al principio, ella era reservada, observando cada uno de sus movimientos con cautela. Pero poco a poco, la frialdad que los había distanciado comenzó a desvanecerse. No fue fácil, ni rápido. Cada pequeño paso que Henry daba era vigilado con escepticismo, pero él no se detuvo. Sabía que recuperar la confianza no sería inmediato, pero estaba dispuesto a hacer todo lo necesario.

Finalmente, la noche que ambos habían anticipado con mezcla de emoción y temor llegó. Su novia se despertó en medio de la madrugada con dolores intensos, y Henry, que había preparado una maleta de emergencia semanas antes, reaccionó con calma y rapidez. La llevó al hospital, donde el trabajo de parto comenzó a desarrollarse en su totalidad.

Las horas pasaron lentamente, y Henry permaneció a su lado, sosteniéndole la mano, ofreciéndole palabras de aliento, aunque su corazón latía con una mezcla de nerviosismo y esperanza. La sala de parto se llenó de un silencio expectante, roto solo por las respiraciones controladas de su novia y las instrucciones suaves de las enfermeras.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el llanto fuerte y claro de un recién nacido resonó en la habitación. Henry sintió que su corazón se detuvo por un momento, y luego se aceleró cuando vio por primera vez a su hijo. Era perfecto, pequeño y frágil, con la piel rosada y arrugada. Su novia, exhausta pero radiante, sonrió con lágrimas en los ojos mientras le pasaban al bebé.

—Es un niño —susurró ella, sus ojos llenos de amor mientras miraba a Henry.

Henry, conmovido hasta el alma, se inclinó sobre ellos, sintiendo una mezcla de emociones tan intensa que apenas podía contener las lágrimas. No había palabras para describir lo que sentía en ese momento: amor, arrepentimiento, gratitud. Todo se mezclaba mientras acariciaba suavemente la cabecita de su hijo.

—Es hermoso —murmuró, su voz temblorosa.

El bebé, ajeno al mundo que lo rodeaba, se acomodó en los brazos de su madre, tranquilo y seguro. Henry sabía que en ese instante, había cambiado para siempre. Este pequeño ser dependía de él, y no iba a fallarle.

Los días siguientes fueron una montaña rusa de emociones y nuevos aprendizajes. Henry se dedicó por completo a su familia, aprendiendo a cuidar al bebé, despertándose en medio de la noche para cambiar pañales y alimentar al pequeño. Su novia, al principio sorprendida por su dedicación, empezó a relajarse a su alrededor, permitiéndole acercarse más. Lentamente, la distancia emocional entre ellos comenzó a cerrarse, y aunque aún había heridas que sanar, algo en ellos empezaba a sanar.

Una noche, mientras mecía a su hijo para que se durmiera, Henry se giró hacia su novia, que lo observaba desde la cama. En su mirada había algo diferente, una suavidad que no había visto en mucho tiempo.

—Gracias —dijo ella, su voz baja, pero llena de significado—. Por estar aquí, por cambiar.

Henry, con el bebé dormido en sus brazos, sintió una calidez que no había experimentado en meses. Sabía que aún había mucho por hacer, mucho que demostrar. Pero en ese momento, sintió que el futuro, aunque incierto, estaba lleno de posibilidades.

—Te prometo que no voy a fallarles —respondió, sus palabras cargadas de una sinceridad que ella no pudo dudar.

Ella asintió, y por primera vez desde el inicio de todo, le ofreció una sonrisa genuina.

Henry sabía que no podía cambiar el pasado, pero tenía la oportunidad de construir un futuro mejor. Y mientras miraba a su hijo dormido, supo que lo haría, por él, por ella, y por la familia que estaban creando juntos.


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Nos leemos 🤍
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⏰ Última actualización: Aug 15 ⏰

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