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Me quedé mirando mi reflejo en el espejo, con las manos apoyadas en el tocador

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Me quedé mirando mi reflejo en el espejo, con las manos apoyadas en el tocador. Mi habitación en el castillo era perfecta, como sacada de un cuento de hadas, y aún así, había algo en mí que no encajaba.

Me alejé del espejo cuando escuché un suave golpe en la puerta.

—Chloe, ¿puedo pasar? —Era la voz de mi madre, siempre dulce y amable.

—Claro, mamá —respondí mientras me giraba hacia la puerta.

Cenicienta entró con su gracia característica, su vestido azul ondeando con cada paso. Detrás de ella venía mi padre, el Príncipe Encantador, siempre tan erguido y elegante. Me ofrecieron sonrisas amables, pero yo sabía a lo que habían venido.

—Queríamos hablar contigo, cariño —comenzó mi padre, tomando asiento en la orilla de mi cama—. Tu madre y yo hemos estado pensando... sobre tu futuro.

Ahí estaba. El tema que había estado evitando desde hacía semanas.

—Sabes que el príncipe Erik ha mostrado interés en conocerte mejor —continuó mi madre, sentándose junto a él—. Es un buen muchacho, de una familia noble, y creemos que sería una buena oportunidad para ti, Chloe.

Suspiré, cruzando los brazos y mirando al suelo. Erik, el hijo de Ariel y el príncipe Eric. No podía negar que era apuesto, encantador, y encajaba perfectamente en la idea de lo que se esperaba de mí. Pero cada vez que pensaba en él, algo dentro de mí se resistía. No quería una vida planeada, no quería ser otra princesa más en una historia repetida.

—Lo sé, mamá. Es solo que... —hice una pausa, buscando las palabras adecuadas—. No estoy segura de que eso sea lo que quiero.

Mi padre frunció el ceño, pero no de manera dura, solo preocupado.

—Erik es un buen partido, Chloe. Y además, es alguien que comparte tus valores, alguien que entiende lo que significa vivir en un cuento de hadas.

Ese era el problema. No quería un cuento de hadas tradicional. No quería algo predecible. Quería algo que me hiciera sentir más viva, algo que no siguiera todas las reglas.

—Sé que Erik es perfecto —admití—. Pero tal vez no es perfecto para mí.

Mi madre me miró con comprensión en los ojos, pero también con esa preocupación que siempre tiene cuando cree que estoy siendo un poco demasiado soñadora.

—Cariño —dijo suavemente—, no tienes que tomar ninguna decisión ahora. Solo queremos que lo pienses. Hay tantas cosas que podrías descubrir junto a alguien como Erik.

Asentí, pero en mi corazón sabía que lo que buscaba era algo completamente distinto. Algo que no estaba seguro de encontrar en los príncipes y las princesas con los que me rodeaba.

—Lo pensaré, lo prometo —dije finalmente.

Mis padres intercambiaron miradas, y aunque no parecían totalmente convencidos, se levantaron para darme un beso en la frente antes de salir de mi habitación.

Descendientes | Harry Hook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora