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Caminaba por las calles vacías de Auradon, la preocupación apretando mi pecho como un nudo. No había visto a Chad desde que todo este caos comenzó, y la incertidumbre me estaba volviendo loca. Es mi hermano, y aunque él pueda ser un poco presuntuoso, es todo lo que tengo. No podía evitar pensar en lo peor mientras lo buscaba por todos lados, sin éxito.

Decidí dirigirme a la casa de Evie, no encontraba a Chad por ningún lado. Cuando llegué, el ambiente dentro de la casa era completamente diferente al que esperaba. Evie y Mal, dos personas que hasta hace poco no se soportaban, estaban compartiendo un pastel. La atmósfera era tan ligera que casi me hizo olvidar, aunque solo por un momento, todo lo que estaba sucediendo afuera.

—Chloe, ¿quieres un poco de pastel? —preguntó Evie, sonriendo mientras me extendía un plato.

—Si... está bien —dije, sintiéndome nerviosa por todo lo que pasaba a nuestro alrededor, pero al mismo tiempo aliviada de ver a mis amigas relajadas.

Me acerqué para sentarme junto a ellas cuando, de repente, unas maderas comenzaron a bloquear las puertas y ventanas de la casa. Fue tan rápido que apenas tuvimos tiempo de reaccionar. Nos espantamos, y el ambiente ligero desapareció en un segundo, reemplazado por una creciente sensación de pánico. Nos reunimos en la sala, mirando cómo las tablas se ajustaban firmemente, dejando apenas un rayo de luz pasar.

—¡Mal, haz algo! —exclamó Evie, su voz temblando de miedo.

Mal no tardó en reaccionar, levantó sus manos y comenzó a recitar un hechizo.

—Causaste miedo a mis amigas, ya basta, desaparece.

El aire se llenó de una energía extraña, pero las tablas permanecieron en su lugar. Mal frunció el ceño, frustrada.

—No funciona... la magia de Audrey es cada vez más poderosa —dijo, su voz teñida de desesperación.

Antes de que pudiéramos decir algo más, Uma, que había estado observando todo desde el otro lado de la habitación, se adelantó, su collar brillando con un resplandor intenso.

—Déjame intentarlo —dijo, con esa seguridad que siempre la caracterizaba.

Juntas, Mal y Uma combinaron sus poderes. El collar de Uma brilló aún más, y en un instante, las tablas comenzaron a desaparecer, una por una, hasta que la casa quedó libre de nuevo.

—¡Lo hicieron! —exclamé emocionada, sintiendo una oleada de alivio—. Lo hicieron juntas.

Nos reímos, el ambiente de tensión se disolvió en una alegría compartida. Por primera vez, vi a Mal y Uma realmente llevarse bien, como si finalmente hubieran dejado atrás todas las diferencias del pasado. Uma entonces sacó la brasa de Hades de su bolsillo y se la entregó a Mal, quien le sonrió sinceramente, agradecida.

De repente, Celia se asomó por la ventana, una sonrisa pícara se mostró en su rostro.

—Hey, Mal... es tu novio.

Nos giramos hacia la ventana, y mi corazón dio un pequeño salto. Todos salimos apresuradamente, con la emoción palpable en el aire. Mal corrió hacia Ben y lo abrazó con fuerza, mientras yo, sin poder evitarlo, buscaba a Harry entre los demás.

Y ahí estaba él, esperándome con esa sonrisa ladeada que comenzaba a reconocer tan bien. Sin decir una palabra, se acercó y me abrazó.

—Hola —sonrió— ¿estás bien? —me preguntó, su voz suave en mi oído.

—Sí... estoy bien —le respondí, riendo suavemente mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

Apenas nos conocíamos, pero había algo en Harry que me hacía sentir segura, como si siempre supiera exactamente cómo hacerme sonreír, incluso en medio del caos. Ben miró a Uma y, con una sonrisa en los labios, le dijo:

Descendientes | Harry Hook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora