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V E R D A D E S  O C U L T A S

La oscuridad se había asentado completamente cuando nos acercamos a la cabaña. Mi mano descansaba cerca de la empuñadura de mi espada, lista para cualquier cosa. Harry estaba justo detrás de mí, sus pasos silenciosos pero constantes. Podía sentir la tensión en el aire mientras nos acercábamos a la entrada.

Ben y Mal lideraban el grupo, sus siluetas apenas visibles en la penumbra. La cabaña estaba tan cerca que podía ver los contornos desiguales de las tablas de madera que la conformaban. Sin darnos tiempo a dudar, entramos de golpe, preparados para cualquier sorpresa. Pero el interior estaba vacío, una calma inquietante llenaba el espacio.

Con precaución, avanzamos por la cabaña, cada uno revisando diferentes habitaciones. Saqué mi espada, sintiendo su peso familiar en mi mano, por si acaso. Jay subió las escaleras con agilidad y, después de unos momentos, gritó desde arriba.

—¡No hay nadie aquí!

Suspiré, aliviada y un poco frustrada. Pero entonces, el sonido de golpes sutiles resonó desde una habitación cercana. Todos nos tensamos al instante. Ben se acercó a la puerta de donde provenían los golpes, la abrió con cuidado, y ahí estaba Chad. Mi corazón dio un vuelco al verlo. Guardé mi espada y corrí hacia él.

Chad estaba sentado en un rincón, su rostro reflejaba el miedo. Sus ojos me miraron con una mezcla de alivio y confusión.

—Chad... —susurré, acercándome lentamente, estirando mi mano para tomar la suya.

Pero él se alejó, su pequeño cuerpo temblaba de miedo.

—Quiero a mami... —dijo con una voz quebrada.

Me dolió verlo tan asustado. Me agaché frente a él, tratando de no parecer amenazante.

—Tranquilo, Chad. Estoy aquí. Todo va a estar bien.

Con un poco de vacilación, Chad finalmente me reconoció. Sus ojos se iluminaron y, de repente, se lanzó hacia mí, abrazándome con fuerza.

—¿Ella se fue? —preguntó, refiriéndose claramente a Audrey.

Asentí con suavidad.

—Sí, ya se fue. Estás a salvo ahora.

Chad parecía relajarse un poco al escuchar eso. De repente, como si un gran peso se levantara de sus hombros, me soltó y salió corriendo de la habitación. Lo vi desaparecer por la puerta principal de la cabaña, con una energía renovada.

Solté una risa algo incómoda, sintiendo la mezcla de alivio y preocupación en mi pecho.

—Bueno, al menos ya sé que está bien —dije, tratando de aliviar la tensión que había quedado en el aire.

El grupo comenzó a salir de la cabaña, entendiendo que no había más que hacer allí. Mientras caminábamos, Harry se rió suavemente por lo que acababa de ocurrir.

—No puedo creer que una chica valiente, linda y siempre sonriente como tú tenga un hermano tan... cobarde —dijo, con su típica sonrisa traviesa.

Me reí con él, sintiendo cómo la tensión se disipaba un poco.

—Él es así, siempre ha sido más... sensible.

Harry me miró de una manera que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido. Sus ojos eran de un azul profundo, tan claros y bonitos que por un momento me perdí en ellos.

—Tienes unos ojos muy bonitos —dije, sin pensar realmente en lo que estaba diciendo.

Harry levantó una ceja, claramente sorprendido por mi comentario, pero luego sonrió.

Descendientes | Harry Hook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora