Capítulo 4

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La oscuridad gobernaba la habitación,  Will caminaba por ella de manera lenta, al tener tan poca visión buscaba las cosas con el tacto para no chocar con ellas, pero aun así le era difícil, estiro su brazo y finalmente llego al barandal de la cuna, tomo la cobija, pero la niña simplemente no estaba.

¡Abigaíl!-Grito desesperado, corrió por la habitación sin importarle si chocaba con algo o no  salió de esta y corrió por la casa, buscaba el interruptor de la luz, pero simplemente no lo encontraba siguió caminando, pero no podía encontrarla, salió a la calle, la luz de la luna era lo único que iluminaba la calle-¡Abigaíl! ¡Cariño! ¿Dónde estás?

Sus gritos parecían inútiles camino por la calle, pero esta simplemente parecía no tener fin, comenzó a correr, pero, después de hacerlo durante un tiempo que pareció una eternidad, volvió a su casa, lo intento de nuevo, y de nuevo y de nuevo, se sentía tan agobiado llevaba tanto caminando en círculos que perdió la cuenta, su temperatura corporal subió y comenzó a respirar con dificultad, la tos se hizo presente y cada vez era más violenta, el líquido negro y con sabor a metal salió de su boca, un escalofrío recorrió su espalda, sentía miedo, tanto miedo que no podía moverse, cayó de rodillas en el concreto y solo podía ver el final de la calle, la pequeña niña que vestía su vestido rojo favorito lo veía desde la lejanía.

-¡Papi!- La niña grito.

-Abigaíl, por favor ven conmigo.- La niña no tenía la intención de acercarse a él, grito de nuevo, con la esperanza de que esta vez lo hiciera, pero la niña solo lo miraba y señalaba mientras reía.

-Ven por mi papi.- La niña rio de nuevo y se alejó de él, corría con los abrazos abiertos soltando gritos y más risas.

Will intentó moverse de nuevo, pero simplemente no podía hacerlo, sus piernas no respondían, así que comenzó a arrastrarse, pero parecía simplemente no avanzar, la risa cada vez se escuchaba más lejos, grito una vez más, pero no sirvió de nada, siguió intentando hasta que se quedó sin voz, pero no escuchaba nada, solo había silencio...

Hannibal entro a la habitación, era la 5.ª vez que lo hacía durante el día, una vez para revisar sus signos vitales, una más para ver el expediente, las otras dos solamente fueron para admirarlo, llevaba tres horas sin verlo y se sentía solitario se escabullo de terapia intensiva, después de todo solo lo admiraría unos minutos y retomaría la energía que necesitaba, llevaba 2 días inconsciente la mujer que lo llevo lo visitaba todos los días sin falta, aún no sabía qué relación tenían exactamente y eso lo hacía sentir irritado.

Alana recorría el área de terapia intensiva en busca de su jefe, pero parecía que la tierra se lo había tragado, camino por todas las habitaciones, pero simplemente no podía verlo en ningún  lado, después de meditarlo por unos segundos cayó en cuenta de donde estaba, suspiro frustrada y se dirigió al elevador, llego al 5.º piso y camino hasta la habitación, sabía donde estaba, Hannibal se la había pasado en esa habitación todo el día, si bien no había ningún paciente en riesgo de muerte, no estaba haciendo su rutina como debería, era necesario que tuviera su rutina con cada paciente, no podía designar toda su atención a solo uno y si era honesta también estaba algo celosa, solo había visto al sujeto una vez y Hannibal parecía hipnotizado, o más bien idiotizado por su presencia, esto último la hizo reír un poco porque si bien estaba celosa de aquel hombre ver a Hannibal comportarse como un tonto siempre que lo tenía cerca,  cuando era muy común que él mostrara una faceta casi perfecta era bastante divertido si se lo preguntaban, soltó otra pequeña risita antes de llegar a la habitación.

Hannibal estaba al lado de la cama colocando una compresa fría.

-Tiene mucha fiebre.- dijo sin siquiera mirar a Alana, sabía que era ella, era la única que sabría con exactitud donde se encontraba.

Affondato (Hundido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora