Acto I: Nido de fieras

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Nunca había visto a un ángel como aquel. Tan tentador como el fruto prohibido, tan exquisito y dulce; pero a su vez tan inocente.

Me mira con esos ojos negros, brillantes, con una constelación encerrada en sus pupilas. Me mira, me consume, me somete, o seguro quiere que lo someta.

Es un ángel impío y ruin que buscaba mi perdición a través de sus piernas, de sus caderas sin fecundar, de su cintura tan curvilínea como un tallo, de esos dos pechos que con sus botones perforan la tela y mi alma. De él, todo de él busca mi perdición.

Su descaro me provoca un cosquilleo en lo más bajo. ¿Cómo osa? ¿Cómo se atreve si yo tengo la vara para adiestrarlo? ¿Debería entonces castigarlo, someterlo, y hacerlo obedecer?

Usaría la vara en su boca para que calle y con ella abriría su tesoro y lo haría completamente mío. Criaría en él hasta hacerlo rebosar de mi néctar.

Le haría arrodillarse para que me reciba, que me respete, que me alabe mientras me recibe, que conozca a su dios a través de mí y de mi leche. Que sus prominentes dientes frontales me raspen y si falla tirar de ellos para ir hasta su garganta. Lo castigaría por impío, por ruin, por descarado.

Despedazaría su flor para hacerlo mío y mostrarle las consecuencias.

Mostrarle lo que pasa cuando me quita la calma.

First Class ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora