𝘚𝘦𝘪

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𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀 𝐒𝐔𝐍𝐆𝐇𝐎𝐎𝐍

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𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀 𝐒𝐔𝐍𝐆𝐇𝐎𝐎𝐍

El motor ronroneaba suavemente mientras el auto avanzaba por las calles desiertas, iluminadas solo por el parpadeo intermitente de los faros y el resplandor tenue de las luces de la ciudad a lo lejos. Había dejado la casa de ella hacía apenas unos minutos, pero su presencia seguía impregnada en el ambiente, como un perfume que se negaba a desvanecerse. Mis manos apretaban el volante, aunque no de manera consciente; era más una forma de anclarme a la realidad, de evitar que mis pensamientos se desbordaran completamente.

Conduje en silencio, dejando que la monotonía del movimiento del auto y el sonido de los neumáticos contra el asfalto me proporcionaran una especie de tranquilidad. Pero, por más que intentara centrarme en el camino, mi mente volvía una y otra vez hacia ella, como si estuviera atado a un lazo invisible que me mantenía enredado en su órbita.

Había algo en ella que no podía sacarme de la cabeza. Algo que había comenzado como una simple curiosidad y que, con el tiempo, se había convertido en una atracción más profunda, más intensa. Nunca había sido el tipo de persona que se dejaba llevar fácilmente por los sentimientos. Siempre me había mantenido al margen, observando desde la distancia, sin permitir que nadie se acercara demasiado. Pero con ella, todo había sido diferente.

Recordaba claramente la primera vez que realmente me fijé en ella, más allá de las interacciones superficiales que habíamos tenido en clase. Fue antes de que comenzáramos a trabajar en el proyecto juntos. Había algo en la manera en que ella se desenvolvía, una especie de gracia natural que llamaba la atención sin que pareciera estar intentándolo. No podía señalar exactamente el momento en que empezó, pero la atracción estaba ahí, creciendo de manera silenciosa y discreta, hasta que se volvió imposible de ignorar.

Al principio, lo negué. Me decía a mí mismo que solo era una distracción, una chispa pasajera que eventualmente se apagaría. No tenía sentido complicarme la vida por algo tan trivial. Pero cuanto más tiempo pasaba con ella, más me daba cuenta de que no era algo que pudiera simplemente ignorar. No era solo su aspecto, aunque no podía negar que me atraía físicamente. Era su personalidad, su forma de ser, lo que realmente había comenzado a intrigarme.

Había una sinceridad en ella, una transparencia que la hacía destacar entre los demás. No tenía miedo de decir lo que pensaba, incluso si eso significaba enfrentarse a los demás o a las expectativas que otros tenían de ella. Esa valentía, esa autenticidad, me había capturado de una manera que no había anticipado. Me encontré pensando en ella más de lo que quería admitir, deseando estar cerca de ella, aunque solo fuera para escucharla hablar o ver la forma en que sus ojos brillaban cuando estaba concentrada en algo.

El proyecto fue la excusa perfecta para acercarme. Al principio, lo vi como una oportunidad para conocerla mejor, para entender qué era lo que la hacía tan diferente. Pero cuanto más tiempo pasábamos juntos, más difícil se hacía mantener la distancia emocional que solía protegerme. Empecé a notar pequeños detalles, cosas que otros probablemente pasaban por alto. La manera en que se mordía el labio cuando estaba nerviosa, cómo su voz cambiaba sutilmente cuando hablaba de algo que le apasionaba, la forma en que sus ojos se iluminaban con una mezcla de diversión y desafío cada vez que le hacía una broma.

No sé exactamente cuándo ocurrió, pero en algún punto, la atracción superficial se transformó en algo más profundo, más complicado. Sentía un nudo en el estómago cada vez que ella estaba cerca, una especie de expectación mezclada con ansiedad. ¿Cómo había llegado hasta este punto? No lo entendía del todo, pero tampoco podía ignorarlo. Algo en mí quería protegerla, hacerla sonreír, aunque al mismo tiempo, me encontraba luchando contra la necesidad de mantener las cosas ligeras, de no dejar que ella se diera cuenta de lo que realmente estaba pasando dentro de mí.

El auto avanzaba por la carretera, pero mis pensamientos seguían anclados en esos momentos compartidos, en la forma en que mi corazón latía un poco más rápido cuando ella se acercaba demasiado o en la manera en que su risa resonaba en mis oídos, haciéndome sonreír a pesar de mí mismo.

Me encontraba en una encrucijada interna. Por un lado, sabía que no podía permitirme sentir algo tan profundo por ella. Había demasiados riesgos involucrados, demasiadas complicaciones que podrían surgir si alguna vez dejaba que mis sentimientos salieran a la superficie. Pero, por otro lado, era imposible no pensar en cómo sería si pudiera dejar de lado todas esas reservas, si pudiera simplemente dejarme llevar por lo que sentía, sin preocuparme por las consecuencias.

Mientras conducía, una parte de mí quería volver atrás, regresar a su casa y decirle lo que estaba pensando. Pero la otra parte, la más racional, sabía que eso solo complicaría aún más las cosas. No podía permitirme ese lujo, no cuando ya estaba tan involucrado. Era más fácil seguir fingiendo, mantener la fachada de indiferencia y sarcasmo que había construido a lo largo de los años.

Pero, incluso mientras me decía eso, sabía que ya estaba demasiado tarde. Estaba atrapado, enredado en mis propios sentimientos, y aunque intentara negarlo, no podía ignorar la realidad. Me había enamorado de ella. Sin darme cuenta, sin planearlo, me había enamorado. Y ahora, la pregunta era, ¿qué haría al respecto?

Llegué a mi casa sin recordar realmente el trayecto. Aparqué el auto en la entrada y me quedé sentado allí por un momento, con las manos todavía en el volante y la mente enredada en pensamientos contradictorios. La noche era tranquila, pero dentro de mí, todo era un caos.

Suspiré, cerrando los ojos por un momento mientras intentaba calmarme. No había respuestas fáciles a mis preguntas, y sabía que no podía resolverlo todo en una sola noche. Pero, al menos, había algo de claridad en medio de la confusión. Sabía lo que sentía, y aunque no estaba seguro de cómo manejarlo, eso era un paso en la dirección correcta.

Finalmente, solté el volante y salí del auto, dirigiéndome hacia la puerta de mi casa. Mañana sería otro día, con sus propios desafíos y complicaciones. Pero por ahora, al menos, podía dejar que mis pensamientos se calmaran, sabiendo que, sin importar lo que sucediera, ella seguiría ocupando un lugar en mi mente, en mi corazón, aunque fuera un lugar que no pudiera admitir ni siquiera ante mí mismo.

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𝗠𝗶𝘀𝘀 𝗣𝗼𝗽𝘂𝗹𝗮𝗿 › 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗦𝘂𝗻𝗴𝗵𝗼𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora