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Nos entretuvimos en aquel paraje idílico el tiempo suficiente para amarnos de nuevo bajo la cascada. Después, recolectamos nuestras plantas y volvimos al campamento.

Algo había cambiado entre nosotros. Quizá nos mirábamos con recelo y por eso incluso llegué a observar esa misma desconfianza en los ojos de los vecinos cuando nos unimos a ellos.

El resto de la jornada fue muy parecido a la anterior, con la diferencia de que fue Sehun el primero en largarse a la tienda. Yo aguanté tanto como pude. Debía mantenerme firme y Sehun debía comprender que lo único que nos unía era la lujuria.

Aquel brebaje que había preparado Jeno era fuerte como un demonio.

Cuando me acosté estaba bastante borracho, pero Sehun me esperaba despierto.

―Pensé que nunca vendrías ―me susurró, abrazándome por detrás mientras me desnudaba, sentado en la colchoneta.

―Es la última noche y los chicos querían beber.

Hicimos el amor y terminamos exhaustos y abrazados.

Por la mañana temprano, en cuanto recogimos, regresamos a casa.

Aparcamos en el otro extremo de la urbanización. Yo había ido andando el día que partimos hacia el punto de encuentro. Sehun en su coche. No dejé que me acercara cuando me lo propuso, pero sí acepté la invitación de Jeno de dejarme en mi puerta.

Estábamos a una manzana cuando el marido de Eunbi detuvo el vehículo y me miró circunspecto.

―¿Podemos hablar?

―Claro. ¿Sucede algo?

Miró a ambos lado y bajó la voz.

―Os he visto.

Fue como si me hubiera golpeado, pero supe mantener el tipo.

―No sé a qué te refieres.

―A ti y a Sehun. En el bosque.

Se me había secado la boca. ¿Era aquello el fin?

―¿Qué viste?

―Los sabes. No quiero describirlo.

Intenté parecer amigable.

―Seguro que has creído ver algo, pero te garantizo que no es lo que piensas.

―Te estabas follando a Sehun, JunMyeon. Sé perfectamente lo que vi.

Era la primera vez que oía de boca de mi vecino una palabra malsonante. Era la primera vez que estaba tan serio. No había salida.

―Bien ―dije, cruzando los brazos sobre el pecho―. Y qué quieres.

―JunMyeon, estás casado. Tienes dos hijas. Por no decir de Sehun.

―No lo entenderías.

―No hay nada que entender. Simplemente tienes que dejarlo.

Había odiado desde que recuerdo que se metieran en mi vida. Y aquello tenía todo el aspecto de ser una orden.

―Eso no te corresponde a ti decidirlo, Jeno.

Se pasó una mano por la boca. Estaba tan nervioso como yo. Convencido de que cumplía con su deber.

―Te voy a vigilar de cerca, JunMyeon ―me señaló con el dedo―, y si te veo rondando a Sehun de nuevo, se lo diré a Irene.

Fue como si me hubiera dado una mascada, como si me hubiera arrojado un cubo de agua helada. Allí estaban todos mis miedos. Allí se derrumbaba el mundo seguro en el que me había cobijado durante los últimos años.

―No te atreverás ―le dije, intentando parecer firme.

―Yo no, pero Eunbi sí, te lo aseguro.

Claro que ella lo haría. Tenía un criterio muy claro de lo que debíamos y no debíamos ser los vecinos de su urbanización. Y alguien como yo no estaba dentro de sus estándares de calidad.

―Eres un cabrón, Jeno.

―Es por tu bien, JunMyeon ―intentó ser amigable―. ¿Qué crees que dirán en la escuela cuando se enteren de que uno de sus profesores más populares se acuesta con el padre de un alumno? Lo perderás todo: tu trabajo, tu familia, y a tus amigos.

Sí. Mis miedos. Enumerados con absoluta brillantez.

Allí estaba el momento que había temido desde hacía tanto tiempo. Al fin me enfrentaba a él. Tragué saliva.

―De acuerdo ―dije en voz baja.

―En cuanto te vea cerca de él, te lo he advertido, no habrá clemencia ―pisoteó el árbol caído.

―He dicho que de acuerdo.

Suspiró satisfecho. Se consideraba un gran tipo que me acababa de alejar de un camino de perdición.

―Sé que me odias, pero me lo agradecerás en el futuro, cuando...

―¿Algo más? ―no le dejé terminar.

Me miró, casi molesto. Como si yo me hubiera atrevido a empañar su buena acción de aquel día.

―Eso es todo.

―Gracias por traerme a casa.

Salí del coche, como un sonámbulo.

Mis piernas me llevaron a través del jardín.

Había sido cuidadoso durante diez años, y la única vez que había bajado la guardia... estaba perdido.

𝐋𝐔𝐉𝐔𝐑𝐈𝐀 #2 ↬ ˢᵉᴴᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora