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Me sentía feliz.

Como nunca.

Y solo la intuición de que mi estado se debía a algo más que a haber encontrado a un nuevo amante, empañaba aquel sentimiento eufórico.

No vi a Sehun las próximas dos semanas. Yo tenía obligaciones en casa y él también. No hubo mensajes ni llamadas, a pesar de que lo echaba de menos a cada instante. Pero le había explicado detenidamente las normas de nuestro selecto club y él había aceptado acatarlas. En el mismo motel donde nos habíamos follado como locos, acordamos cuándo nos veríamos de nuevo. Sería el viernes próximo, en el que ambos podíamos encontrar unas copas horas. Cada uno llegaríamos por nuestro camino. No era bueno que nos vieran juntos más de lo imprescindible.

Mis hijas estaban con mi madre e Irene tenía cena de amigas. Yo puse de excusa que iría al cine para no quedarme solo, y después me pasaría por el bar de Joy.

Estaba tan emocionado con la perspectiva de un nuevo encuentro como si estrenara coche nuevo. Y tan excitado como un adolescente.

Cuando salí de casa, vi que me hacían señales desde un vehículo. Era Sehun. Miré a ambos lados. Aquello estaba completamente fuera de las normas. No debían vernos, y menos los vecinos.

Ilusionado, pero también un poco cortado, fui a su encuentro.

―Habíamos quedado en... ―intenté decirle, sin parecerle demasiado estricto.

―Se me ha ocurrido algo diferente. Súbete.

Aquella determinación me dejó anonadado, pero obedecí sin rechistar.

Hablamos sobre banalidades, yo un tanto ruborizado, como si dos semanas antes él no hubiera estado dentro de mí. Cuando, veinte minutos después, entramos en la avenida Lexington, supe a dónde nos dirigíamos.

El barrio gay de la ciudad se abría ante nosotros. Encontró aparcamiento cerca de la avenida principal. Cuando salimos del coche, Sehun parecía tan avergonzado y excitado por aquella aventura como yo.

―¿A dónde me vas a llevar? ―le pregunté.

―He pensado que nos tomemos una copa en un lugar donde no tenga la sensación de estar cometiendo un delito.

Sonreí y también asentí. Comprendía lo que quería decir. Mis encuentros sexuales con hombres siempre habían sido en moteles o en lugares ocultos, secretos. Nuca había entrado en un bar gay. Quizá, si no me hubiera casado tan joven, si no hubiera tenido a BonHwa, lo hubiera hecho. Pero mis apetencias estaban cubiertas hasta entonces, y no sentía necesidad de otro tipo de sexo ni de otro tipo de amigos.

―De acuerdo, vamos allá.

Anduvimos por la calle, uno al lado del otro. No pasábamos desapercibidos. Sehun estaba rico de cojones, y yo... ya he dicho que suelo conseguir que la gente se vuelva a mirarme. Por nuestro lado se cruzaron varias parejas dadas de la mano. Una de ellas se estaba besando junto a un semáforo. Parecía de lo más normal. Vi cómo Sehun se quedaba mirándolos, pero no dijo nada.

Entramos en el primer bar que encontramos. Había un portero que no nos puso impedimento. Estaba a rebosar, y la música sonaba estridente.

Sehun señaló dos taburetes vacíos en un extremo en la barra y fuimos hacia allí. Ambos llamábamos la atención. Por el camino, un chico muy guapo se había parado delante de mí para mirarme. Supuse que si le hubiera entrado, habría caído.

Pedimos dos cervezas. Sehun dio un largo trago y me besó.

―Llevo queriendo hacerlo desde que salimos de aquella calurosa habitación de motel.

𝐋𝐔𝐉𝐔𝐑𝐈𝐀 #2 ↬ ˢᵉᴴᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora