El Renacer del Rinnegan: El Legado de Naruto

Capitulo 7: Regreso a Konoha

El sol apenas asomaba sobre el horizonte cuando Naruto y Jiraiya cruzaron las imponentes puertas de Konoha. La aldea se despertaba lentamente, y los primeros rayos de luz iluminaban las calles con un cálido resplandor. Naruto, ahora con 11 años, avanzaba a paso firme al lado de su maestro, sus ojos reflejaban una su madurez y determinación.

Naruto había cambiado drásticamente en los dos años que había estado fuera. Su cabello rubio, antes un desorden rebelde, ahora caía en mechones más largos y ordenados, estos se asimilaban en gran medida a los de su padre. Su rostro aunque aún infantil, había perdido algo de redondez, mostrando ahora una mandíbula bastante marcada con rasgos más definidos y una mirada penetrante que delataban su aumento de edad, aunque no mas que su crecimiento de estatura, que ahora media 1 metro y 47 centímetros de altura (Naruto será mas alto que en la historia original ya que tuvo mejor una alimentación y desarrollo.

Además físicamente, su cuerpo estaba más musculoso y tonificado, evidenciando el riguroso entrenamiento físico al que se había sometido. Sus brazos y piernas, antes delgados, ahora mostraban imponencia a pesar de su corta edad. Sus movimientos eran más fluidos y controlados.

Llevaba una nueva vestimenta, más acorde a su rango y habilidades. Su atuendo consistía en una chaqueta de color negro oscuro con detalles en naranja y una camiseta de malla debajo. Pantalones negros algo ajustados que le permitían una movilidad completa, y sandalias ninja reforzadas para mayor resistencia. Unas vendas cubrían sus antebrazos y una mochila ligera colgaba de su espalda.

A medida que avanzaban por las calles de Konoha, los aldeanos no podían evitar notar al rubio, cuya presencia lo hacía notar e imponía respeto. Algunos se detenían en sus tareas para mirar a Naruto con curiosidad. Las miradas que recibía eran de respeto e intriga, prácticamente todos los aldeanos habían reconocido al Uzumaki, hijo del Cuarto Hokage, y aunque algunos aún mantenían una ligera distancia debido a su conexión con el Kyubi, la mayoría veía en él a un joven ninja, un verdadero guerrero.

"Ero-sennin, cuanto ha cambiado Konoha, ¿no?" dijo Naruto empezando una conversación.

Jiraiya sonrió, "Konoha siempre está cambiando, Naruto. Pero estoy seguro de que encontrarás muchas cosas familiares. Y otras... bueno, otras te sorprenderán."

El dúo entablo una no muy larga conversación hasta que finalmente, llegaron a la casa de Naruto. Kushina esperaba en la puerta, su rostro iluminado por una sonrisa radiante. Sus ojos se llenaron de brillo al ver a su hijo regresar a casa. Pero antes de que ela pudiera hacer algo, su rubio preferido corrió hacia ella y la envolvió en un fuerte abrazo.

"Naruto, bienvenido a casa," dijo Kushina.

Naruto correspondió el abrazo con fuerza, sintiendo el calor y la familiaridad del amor maternal. "Estoy en casa, mamá."

Los tres, Naruto, Kushina y Jiraiya, entraron a la casa, listos para ponerse al día, Naruto caminaba recorriendo cada rincón de su casa, un aire de nostalgia lo invadió, recordaba con felicidad algunos de sus mejores recuerdos en su casa, al entrar a su cuarto se encontró con que esta se encontraba totalmente intacta, estaba tal cuál como la había dejado, lo único que si había cambiado había sido su percepción, sentía como si su cuarto y su casa en general se hubiera encogido un poco.

El día avanzó y fue uno de los más cálidos para Naruto, y al día siguiente Naruto, Kushina y Jiraiya se dirigieron al edificio del Hokage. Durante el camino Naruto observaba con atención, notando los pequeños cambios y mejoras en la aldea.

Al llegar al edificio del Hokage, fueron recibidos por dos ANBU enmascarados que les hicieron una reverencia respetuosa y los escoltaron hasta la sala de reuniones. Al entrar, Naruto sintió como en el aire aumentaba la seriedad y tensión, no obstante, al desviar la mirada logró observar un retrato de su padre, lo que lo reconfortó.