¿No crees que ese libro fue muy cruel? ¿No crees que nos merecemos algun tipo de terapia? Yo creo que si, la canción de Aquiles será algo que dolerá para siempre. Así que voy a fingir que Aquiles nunca fue a esa guerra y que esos dos son felices ¿va...
La mayoría del día me la paso entrenando a excepción de cuando llega un chico nuevo o cuando tengo clase de lira. Ya tiene tiempo que mi padre recibe muchachos que los otros reinos no quieren, él los trae al palacio y los entrena para que le sirvan como soldados y hoy traen a otro, me pregunto ¿quién será está vez?
— Principe Pelida, perdón por interrumpir, pido permiso para entrar.
— Adelante, Finder
— Principe, mi nombre es Felix- habló con cansancio.
— Eso dije, Fend - claro que me se su nombre, Felix fue mi guardia desde niño, y es un fiel servidor de mi padre. Pero me divierte mucho molestarlo- ¿A quien traes hoy?
—Señor, el es Patroclo hijo de Menecio, fue expulsado de su reino por asesinar a un muchacho- con el nombre mi corazón dio un brinco, pero mi mente se quedó atónita cuando dijo que mato a alguien. Por un segundo pense que me había confundido de persona. Hasta que lo mire ligeramente, era él, era Patroclo - ahora vivirá aquí, órdenes de su padre el rey.
— Está bien, puedes retirarte- Felix agarró a Patroclo y le indicó la salida, pero yo lo detuve- solo tu Felix, él muchacho se queda.
—Sí, príncipe- exclamó Felix, después miro a Patroclo con un poco de curiosidad antes de salir.
Patroclo estaba perdido, su mente vagaba en sus recuerdos cuando lo estaban presentando ante mí, pero me vio muy fijamente cuando Félix dijo que había asesinado a alguien. Supongo que para ver mi expresión, pero no creo que encontrara algo más que indiferencia. Me estaba observando, sus ojos me recorrían. odía sentir su mirada sobre mí, eso me puso un poco nervioso así que desvíe mi atención a mi lira que descansaba en mis manos.
— Entonces, Patroclo ¿no?
— Sí, príncipe- me miró algo asustado, supongo que no me reconoció.. que cruel. Y yo sin dejar de pensar en él, me siento ofendido.
— Por favor dime Aquiles, además tu también eres un príncipe.
— Creo que ya no- me reí ligeramente por su comentario- no creo que sea gracioso.. señor..
— Aquiles, solo Aquiles, dilo por favor- solo quiero escucharlo decir mi nombre.
— A-Aquiles- dijo sin mirarme
— Excelente -me gusta como suena mi nombre en sus labios- tengo clase de lira en cinco minutos. Aún que ya superé a mi maestro, pero es divertido perder el tiempo ¿Me acompañas, Patroclo?
— Aquiles- esta vez sí me miró con esos ojos marrones- si no te molesta tenemos cinco minutos ¿no? - asentí- me gustaría ver donde dormire y dejar mis cosas. Aunque no traigo casi nada.
Me levanté de mi lugar y emprendí mi camino hacia las habitaciones de los demás muchachos, pero me detuve. Si se va a quedar aquí, yo podría elegir en donde. Entonces me gire y camine directo hacía mi habitación. Patroclo me seguía en silencio, observaba el castillo y cuando llegamos a mi habitación supongo que dudo que ahí durmieran todos los chicos que vio al llegar. Y por eso pregunto:
—¿Cómo entran tantas personas en esta habitación?
—Bueno, yo creo que dos caben muy bien aquí ¿No te parece?
— ¿Dos?- dijo con una mirada seria, como procesando la situación- supongo que dos si entran, pero ¿dónde duermen todos los demás?
— Pues bastante lejos de aquí a decir verdad. Esta es mi habitación- Patroclo tenía cara de no entender nada- y ahora, también la tuya.
— ¿La mía? ¿Porqué?- su rostro demostraba perplejidad- Yo no lo merezco, además es tu habitación. No creo que yo deba dormir aquí. Todos los demas saben que maté al chico de mi pueblo, tu reputación se vería afectada. Yo ni siquiera debería seguir vivo ¿Cómo podría dormir en la misma habitación que el príncipe Pelida?
— Eso lo decido yo, no me importa lo que piensen los demas, Patroclo. Además, creó que si estás tan afectado por la muerte de ese chico, significa que no querías hacerlo. Qué fue un accidente, lo veo en tu mirada. No fue culpa tuya ¿Lo entiendes verdad?- por un segundo pense que se pondría a llorar, que bueno que no lo hizo porque yo no soy bueno consolando, Y no me gustaría verlo llorar. Pero, en vez de eso, cerro los ojos con fuerza. Cuando los volvió a abrir me miró y con una leve sonrisa me dijo muy lentamente
— Gracias, Aquiles.
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