Capitulo 3: El día de las muertas vivientes.

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ALISTAIR

Me despierto por un movimiento constante, lo cual me tiene confundido ya que recuerdo haber cerrado mi puerta con seguro.

Uno, dos, tres saltos hasta que decido abrir mis ojos y encontrarme con la persona con la que en este momento si no compartiera sangre definitivamente mataría.

- Ali bu bu- canturrea mi animada hermana. Uno creería que es mi hermana menor y no mi melliza, ya que se comporta como una niña descontrolada la mitad del tiempo.

- Arabella- continua saltando- ¡Arabella basta!- grito y me siento golpeando el colchón con mis puños. Supongo que debería ya haberme acostumbradlo, loca o no es mi hermana.

- Lo lamento, pero soy solo una chica feliz, hace meses no vamos a Adler lo extrañaba. No poder ver a los demás por culpa de esa- Sisea.

- Olvídalo, es lo mejor que podemos hacer, recuerda que padre nos dijo que no mencionemos ni una palabra de esa noche- la interrumpo- No te preocupes mas, volveremos y haremos como si nada, si la gente quiere hablar que hablen, estoy seguro que no extrañaran sus lenguas mas tarde.

- Alistair... no puedo evitar sentirme culpable- la mitrada triste en su cara no me gusta nada - Si no fuera por mi no estaríamos todos en problemas- termina.

- Arabella, no es tu culpa- digo- Todos hicimos lo que hicimos porque queríamos y ya es un tema solucionado.

- No porque nos crean inocentes- se para de mi cama.

- Espera, ¿Qué le hiciste a mi puerta, pequeño demonio?- Exclamo.

- Bueno, no abrías así que agarre un martillo y rompí el seguro- sonríe, abro la boca para gritarle pero se va corriendo.

Suspiro negando con la cabeza y voy a mi baño para darme una ducha, comienzo a repasar mi agenda del día. Debemos pasar a buscar a mi primo, por alguna razón a Zach siempre le gustaba llegar con nosotros, siempre dice que como familia debemos presentar un frente unido cosa que tiene sentido teniendo en cuenta que cargamos el mismo apellido.

Éramos una familia con dinero, pero no particularmente numerosa, lo cual resulta irónico dado el tamaño de nuestra casa. Donde podrían vivir cómodamente una familia de hasta doscientas personas sin que nadie se sintiera apretado. Mis abuelos, en un matrimonio arreglado, tuvieron solo tres hijos: mi padre Eric, el padre de Zach, y la tía Emily.

Mi padre, Eric Sinclair, se casó con mi madre Victoria, y de esa unión nacieron mi hermana Arabella y yo. Por otro lado, mi tío Edward, hermano de mi padre, contrajo matrimonio con su esposa Lily, y juntos tuvieron a Zachary y a su hermano menor, Michael. Finalmente, su hermana menor, Emily eligió un camino diferente; nunca se casó ni tuvo hijos. Siempre fue una persona peculiar, con un espíritu libre que la llevaba a vivir de manera independiente y distinta a la de los demás miembros de la familia.

Me cambio y me dirijo hacia el ascensor para bajar a la cocina, una vez llego agarro una manzana para esperar que Arabella baje.

- Buen día amor- Saluda mi Madre entrando con una taza de café en su mano que en este momento esta sucia con pintura azul.

-¿Estuviste pintando de noche otra vez?- pregunto.

Mira sus manos- Si... sabes que cuando no me puedo dormir pintar me calma- Mama siempre fue una pintora elegante, tenia muchas galerías al rededor del mundo donde presentaba sus obras y la de otros pinores. Victoria Sinclair es un alma dulce, no se como termino con mi padre.

- Vamos hermanito, se nos hace tarde y quiero ver a Zach, Vic, Theo, oh y Cleo, no verla por tantos meses casi me mata- ruedo los ojos.

- Hablan por celular todos los días- le digo y agarro mis cosas. -Adiós madre- grito mientras comienzo a caminar hacia la puerta. Escucho a mi hermana ir a probablemente asfixiarla con un abrazo para luego venir hacia mi.

Secretos de Ébano © (#1 Saga Secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora