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Mateo La noche había llegado y la calma parecía envolver la casa

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Mateo
La noche había llegado y la calma parecía envolver la casa. El conflicto con Tomás había dejado una sombra inquietante, pero también había un nuevo sentido de determinación en el aire. La conversación con Ámbar y Tiago durante el día había reforzado nuestra decisión de tomar medidas para proteger a Ámbar. Sin embargo, la tranquilidad que habíamos logrado alcanzar era frágil, y me preocupaba cómo podríamos mantenerla.

Después de cenar y planificar los próximos pasos con Tiago, me di cuenta de que Ámbar parecía más agotada de lo que había notado antes. Había pasado mucho tiempo preocupándose y enfrentando una situación complicada, y su energía estaba claramente mermada. Decidí que lo mejor sería ofrecerle algo de paz y seguridad, al menos por esa noche.

Cuando los últimos invitados se fueron y la casa se quedó en silencio, me dirigí a la sala, donde encontré a Ámbar sentada sola en el sofá. La vi con una expresión cansada, sus ojos reflejaban la preocupación que llevaba encima.

—Ámbar, —dije mientras me acercaba a ella—, ¿cómo te sientes? ¿Quieres hablar de algo más antes de dormir?

Ámbar levantó la vista, con una sonrisa débil pero agradecida. —No, Mateo, estoy bien. Solo estoy tratando de relajarme un poco.

Me acerqué y me senté a su lado, con la intención de ofrecerle algo de consuelo. —Entiendo. Si necesitas algo, aquí estoy. Además, me preguntaba si te gustaría dormir en mi habitación esta noche. Creo que podríamos usar un poco de descanso y comodidad.

Ámbar me miró con sorpresa, como si la idea no le hubiera pasado por la cabeza. —¿Estás seguro? No quiero causar problemas.

—Para nada, —le respondí—. Creo que lo mejor para ti ahora mismo es descansar en un lugar donde te sientas segura. La cama es grande y la casa está tranquila. Será más fácil para ti relajarte.

Ámbar asintió, claramente aliviada por la oferta. —Está bien, Mateo. Gracias. Lo aprecio.

Nos dirigimos a mi habitación, y mientras nos preparábamos para descansar, la atmósfera se sintió más relajada. La habitación era sencilla pero acogedora, con una cama grande y cómoda que estaba lista para recibirnos. Aunque la situación era complicada, estaba decidido a hacer que Ámbar se sintiera lo más a gusto posible.

Nos metimos en la cama y, mientras nos acomodábamos, la conversación fluyó de forma natural. Hablamos de cosas triviales, intentando desviar la mente de las preocupaciones que nos atormentaban. La cercanía era reconfortante, y pude notar cómo la tensión en los hombros de Ámbar empezaba a desvanecerse.

A medida que la noche avanzaba, la conversación se hizo más ligera. Hablamos de recuerdos de la infancia, de sueños y aspiraciones. Ámbar se mostró más relajada, y me di cuenta de que mi presencia y apoyo estaban ayudando a calmarla. La sensación de seguridad que le ofrecía parecía aliviar parte de la carga que llevaba sobre sus hombros.

Finalmente, nos sumimos en el sueño. La cercanía y el calor de la cama proporcionaron un descanso merecido. No tardamos mucho en dormirnos, y la paz de la noche envolvió nuestras preocupaciones en un manto de tranquilidad temporal.

La mañana llegó con una luz suave que se filtraba a través de las cortinas. Me desperté antes que Ámbar y, mientras la observaba dormir, pensé en cómo podríamos seguir adelante con nuestra situación. Sabía que necesitábamos un plan sólido para protegerla de Tomás y que el primer paso era encontrar un lugar donde pudiera estar segura mientras tomábamos las medidas legales necesarias.

Me levanté y me vestí con cuidado de no hacer ruido. Decidí que, al despertar Ámbar, tenía que hablarle de una idea que había estado considerando. Volví a la cama y me senté a su lado, acariciando suavemente su brazo para despertarla.

—Ámbar, —dije en un tono bajo y suave—, es hora de despertar. Necesito hablar contigo sobre algo.

Ámbar abrió los ojos lentamente, mirando a su alrededor antes de enfocarse en mí. —¿Qué pasa, Mateo?

—Quería proponerte algo, —dije—. He estado pensando en cómo podríamos mejorar tu seguridad mientras resolvemos todo esto con Tomás. ¿Qué te parecería si te mudas a mi barrio, en La Boca? Es un lugar tranquilo y apartado, y podría ser más difícil para Tomás encontrarte allí.

Ámbar se incorporó lentamente, con una expresión pensativa en su rostro. —No sé qué decir, Mateo. ¿Crees que eso realmente ayudaría?

—Sí, —respondí con firmeza—. En La Boca, tenemos un entorno más controlado y menos accesible para personas que no conocen el área. Además, podrías estar cerca de mí, y podría asegurarme de que estés bien protegida. Creo que es una buena solución mientras tomamos las medidas legales.

Ámbar asintió lentamente, considerando la propuesta. —Me parece una buena idea. No quiero seguir sintiéndome insegura en ningún momento, y estar en un lugar donde pueda sentirme más protegida sería muy útil.

—Perfecto, —dije—. Vamos a organizarlo todo. Te ayudaré a mudarte y a establecerte en el nuevo lugar. Quiero asegurarme de que estés tranquila y cómoda.

Después de nuestra conversación, nos levantamos y comenzamos a planificar la mudanza. Hablamos con Tiago, quien estuvo de acuerdo con el plan y ofreció su ayuda para facilitar la transición. Mientras organizábamos las cosas, me sentía aliviado al ver que Ámbar estaba más tranquila con la idea de mudarse a un lugar más seguro.

La tarde avanzó rápidamente mientras empacábamos las pertenencias de Ámbar. Tiago y yo nos encargamos de cargar las cajas y organizar el traslado, mientras Ámbar se aseguraba de que todo estuviera en orden. A pesar de la carga emocional que habíamos estado enfrentando, había un sentido de esperanza en el aire, y todos estábamos comprometidos en ayudar a Ámbar a encontrar seguridad y tranquilidad.

Finalmente, cuando todo estuvo listo, nos dirigimos a La Boca para comenzar a instalar a Ámbar en su nuevo hogar. La casa en La Boca era acogedora y tenía un ambiente relajado que contrastaba con el estrés que habíamos vivido en los últimos días. La mudanza fue rápida, y Ámbar parecía más aliviada a medida que se asentaba en su nuevo espacio.

Cuando todo estuvo en su lugar, me quedé con Ámbar en su nueva casa, asegurándome de que todo estuviera bien. A medida que el día llegaba a su fin, nos sentamos juntos en el sofá, disfrutando de un momento de calma después de toda la actividad.

—Gracias por todo, Mateo, —dijo Ámbar mientras me miraba con una sonrisa sincera—. No sé qué habría hecho sin tu apoyo.

—No tienes que agradecerme, —respondí—. Estoy aquí para ti, y haré todo lo posible para asegurarme de que estés bien.

La conversación continuó de manera relajada mientras charlábamos sobre los próximos pasos y nos familiarizábamos con el nuevo entorno. La mudanza había sido un paso importante, pero sabíamos que aún teníamos mucho trabajo por hacer para enfrentar la situación con Tomás.

La noche avanzó y, mientras Ámbar se acomodaba en su nuevo hogar, me sentí más tranquilo sabiendo que estaba en un lugar más seguro. La situación no había cambiado por completo, pero al menos teníamos un lugar donde Ámbar podía estar más protegida mientras trabajábamos en los detalles legales y resolvíamos el conflicto con Tomás.

A medida que me despedía para regresar a mi propia casa, no podía evitar preguntarme qué nos depararía el futuro. La vida había dado un giro inesperado, pero con el apoyo de amigos y seres queridos, estábamos preparados para enfrentar cualquier desafío que viniera. La pregunta persistía en mi mente: ¿Cómo evolucionaría la situación con Tomás y qué más tendríamos que hacer para garantizar la seguridad y bienestar de Ámbar? La incertidumbre era una constante, pero también era una oportunidad para demostrar nuestra fortaleza y determinación.

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