Ámame║Gojo Satoru

Capítulo II.

•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•
A veces, el verdadero amor se encuentra en el susurro de un encuentro, en la magia de lo efímero.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:

Gojo Satoru, el hechicero más poderoso, se encontró en una situación embarazosa cuando una chica normal lo golpeó, dejándolo atónito e incrédulo. Su amiga Shoko no pudo contener la risa ante la escena, burlándose de su fallido intento de conquista.

-¡De verdad eres todo un experto conquistando chicas! ¡Estás perdiendo el toque, Gojo! -se burló Shoko, riendo a carcajadas, disfrutando del momento humillante de Satoru.

El albino, aun sobándose la mejilla golpeada, se preguntaba cómo era posible que su técnica infalible hubiera fallado. ¿Acaso fue un momento de descuido de su parte? La idea de que una simple humana logrará golpearlo lo perturbaba profundamente.

-¡Cállate! Ni una palabra de esto a nadie -amenazó a su compañera, consciente de que si se filtraba la noticia, sería el hazmerreír.

Shoko, con una sonrisa traviesa, le respondió:

-Vamos, no es como si te hubiera golpeado un monstruo. ¡Demonios! Debí tomar una foto y enviársela a Utahime.

Ella tenía una sonrisa enorme, del mismo tamaño que su dolor.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:

La muchacha se dejó caer en el frío suelo del baño, sintiendo cómo su garganta ardía por las arcadas de vómito. Las lágrimas surcaban sus mejillas mientras se encogía en posición fetal, escondiendo su rostro entre sus piernas. La asquerosidad que la envolvía era un eco de un dolor que nunca se había desvanecido.

Con la mandíbula apretada, se levantó de golpe, consumida por la necesidad de bañarse. Se desvistió rápidamente y se metió en la regadera, dejando que el agua caliente cayera sobre su piel. Pero, a pesar de restregar su cuerpo con fuerza, la sensación de suciedad persistía, como si el agua no pudiera lavar las huellas de aquel recuerdo violento.

"Fue mi culpa", se repetía, aprendiendo a cargar con su castigo desde aquel día fatídico. Eso no significaba que no quería gritar, liberar la rabia y el sufrimiento que la consumían, pero el silencio se había convertido en su refugio.

El mayor error que podemos cometer es creer que estamos solos. En realidad, siempre hay una conexión que nos une a alguien.

Finalmente, salió del baño con la ropa puesta y los ojos menos rojos, pero el vacío en su interior seguía presente. Tenía que encontrar una excusa para sus padres, una razón que justificara su prolongada ausencia. Pero en su corazón, sabía que debía mantenerlo como un secreto que nunca podría compartir.

-¡Hija, ¿por qué no comes?-preguntaba su madre con preocupación-. ¡Tu abuela preparó los tacos al pastor que tanto te gustan!

La chica, solo bajo la mirada hasta el plato de comida, no sentía nada de apetito porque el dolor seguía ahí, además pasar saliva le provocaba el más mínimo nudo en su garganta.

-No tengo hambre, lo siento.

-Mija, tienes que comer- comentó su abuela con la mirada clavada en el rostro demacrado de su nieta. - Ya estás muy flaca y pálida, pareces enferma.

Alejó el plato de comida lejos de ella, preocupando más a sus progenitores al ver la actitud de la chica, preguntándose: ¿Qué pasó con la personalidad alegre de su hija? Que siempre se había caracterizado por ser una niña feliz, con una resplandeciente sonrisa.